miércoles, abril 24, 2024
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Tercera muestra de Cine Migrante: Migración un derecho

Los derechos del migrante y la crítica política en la pantalla gigante

Festival Migrante

Hernán Camacho

Después de pasar por Chile y Ecuador, es la tercera vez que visitan el país. Cine Migrante es una propuesta de Festival Internacional que pretende por medio de la pantalla, la defensa de los derechos humanos y romper las realidades sociales que premian el gran capital sobre la cultura y la vida. Su objetivo es promover el diálogo intercultural y la integración de las culturas de los diferentes espacios, regiones y territorios de Argentina, Latinoamérica y el mundo. A Florencia Mazzadi, directora de Cine Migrante, la encontramos en la III muestra del Festival en Bogotá. En una noche fría, típica de la ciudad, al calor de un café le contó a VOZ, su visión del mundo desde el cine.

–¿Cómo nace el proyecto?

–En el año 2010 la agenda de derechos humanos en la Argentina se movilizaba en torno a los derechos de los migrantes. En ese momento se hizo un diagnóstico de los beneficios de Política Migratoria Argentina, traducidos en una ley que era un hecho: la migración era considerado un derecho humano. Pero en la práctica seguía siendo una sociedad xenófoba, discriminadora y restrictiva de derechos como la salud y la educación para las personas migrantes. La gente no sabía que tenía derecho a acreditar identidad y ejercer los derechos como cualquier otro ciudadano argentino.

–¿Quiénes son los migrantes en Argentina?

–Muchos. Pero los más significativos los haitianos después del terremoto, senegaleses y dominicanos. Todos ellos fueron los primeros objetivos de los defensores de derechos humanos para hacer efectivo el artículo 4 de la ley de migración en Argentina y ahí estuvo Cine Migrante.

–¿Cuál es el significado del proyecto de Cine Migrante?

–La recuperación de las voces es la recuperación de la memoria e implica recuperar un poco lo que estuvo en algún momento cortado y en el caso nuestro en la Argentina fue la dictadura. Y claro, eso que estuvo cortado tuvo que ver con la política y la visión del mundo y a partir de allí empiezas a recuperar la política, las ideas y Cine Migrante es para eso: recuperar la identidad y entendernos como migrantes, recuperar las tradiciones de la tierra y los territorios.

–Y se recupera esa identidad en todo el continente.

–Hoy hay una serie de conflictos que tienen que ver con el territorio, contra la explotación de recursos minerales, contra el asentamiento de minería y eso se ve claramente en Ecuador, Bolivia, Argentina o Chile, pero en Colombia el conflicto es mucho más, pero tiene que ver con los modos de apropiarse de la tierra y desplazar a sus dueños para explotarla. Tener Cine Migrante por el continente es repensar los viejos problemas en los nuevos momentos.

–Florencia, por qué el Festival lleva el nombre de Migrante.

–Hay algo claro: el sistema capitalista generó los Estados nación como una forma concreta de tener un territorio donde poder acentuar su capital inicial y desarrollar sus relaciones sociales de explotación, pero hoy los estados no son la unidad del capital. La Unión Europea es eso: una unidad supranacional para el capital. Cada vez más es mayor la libre circulación de las mercancías y menor la libre circulación de las personas. Por la política neocolonial en África te das cuenta que allí hacen una explotación irracional de los recursos sin tener que sostener los recursos o hacerse cargo del Estado y las burocracias. El mensaje para las personas es que “yo” capital arraso con todo y tú ciudadano te quedas calladito. Para mí hablar de migración es hablar de todo. Es hablar de la contradicción profunda entre la vida y el capital. Hablar de migraciones es hablar de niñez, de explotación, de género, es hablar de identidad y de alguna manera pensar que cuando el capital trasciende estamos obligados a superarlo.

–¿Cómo cualificar el aporte político del Festival a las realidades sociales de los migrantes en Argentina?

–Mira, organizaciones de senegaleses, dominicanos y haitianos en la Argentina le plantearon al gobierno del país cómo se debía regularizar a los ciudadanos que a pesar de la ley seguían sin hacer efectivo ese derecho humano. En un primer momento, el gobierno argentino, para desconocer el problema, les pidió a las autoridades brasileñas que cerraran la frontera que comparten para que por allí no entraran migrantes. Era un claro gesto de desatención a la ley.

Las organizaciones de migrantes con el apoyo de organismos de derechos humanos iniciamos un proceso de reclamación y concertación que a lo largo de tres años y de varios encuentros con la Dirección Nacional de Migraciones en la Argentina, logramos que en 2012 se firmaran acuerdos para la regularización de la migración. Fue un éxito ver a los migrantes cómo se organizaron y lograron la regulación. Ese fue un ciclo cumplido de Cine Migrante: el empoderamiento de las organizaciones de migrantes. Ellos, los migrantes africanos y dominicanos después de firmados los acuerdos, estaban en una etapa diferente de sus vidas, estaban en la Argentina mostrando su cultura con los papeles en mano.

–¿Ese ciclo cumplido fortalece la apuesta de Cine Migrante?

–En Cine Migrante se cuentan historias que se ven siempre y en todo momento, simplemente que con el cine te das cuenta que no te detuviste a ver esa realidad, pero siempre está ahí. No contamos la historia de un senegalés, es la historia de un hombre que se sienta al lado tuyo en el metro y que tú por la alienación ni te fijas quién es. No es un Festival por que sí.

–¿Y la experiencia en Colombia?

–En Colombia Cine Migrante tuvo mucho eco en la juventud, gente que comparte una convicción de vida. Tenemos una incidencia cultural en Bogotá. Cine Migrante es un Festival gratuito y eso es importante para nosotros, es mostrar el contenido y acercarnos al público de una manera distinta. La primera experiencia fuera de Argentina fue en Colombia y presentamos la primera película que lanzó el Festival en Buenos Aires, sobre la violencia contra un inmigrante africano. Para nosotros es una historia indignante pero el público colombiano me transmitió una sensación diferente como: “Sí, esta violencia no es muy diferente a la nuestra”. Eso me impactó.

–Fue la tercera muestra en Bogotá. ¿Qué te deja como experiencia?

–Nosotros el año pasado tuvimos una experiencia increíble en Soacha. Mostramos una película que se llama Mamá Chocó, de la documentalista Diana Cuéllar. Y en un momento de la película una señora del público empezó a relatar cómo era el lugar de la película. Esa señora no había ido al Chocó hace 15 años y verse retratada allí y sentirse en su tierra a través de la película fue increíble.

–Estamos en un momento histórico para el país. Nos debatimos entre elegir la paz y la guerra. ¿Cuál es su opinión?

–La paz no es decir simplemente ya basta y terminemos, las contradicciones no desparecen. La necesidad del capital de tener la tierra y cultivar palma no se esfuma, entonces, ¿cuál puede ser la agenda de una paz real? Desactivar el conflicto de las armas pero no de las reivindicaciones o las causas originarias del conflicto no es paz. Yo soy historiadora y veo que la paz es con los campesinos adentro. La paz con un sistema capitalista que genera brechas profundas entre ricos y pobres no es paz.

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