viernes, marzo 29, 2024
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Tarjeta roja para Blatter, el show sigue

La corrupción que corroe a la FIFA no afecta su multimillonario negocio

Simón Palacio

El ente que regula el deporte más popular del mundo quedó al descubierto. La corrupción sistemática, el fraude masivo, el blanqueo de capitales y los sobornos son las piezas del rompecabezas por las que la dirigencia de esa organización no gubernamental “sin ánimo de lucro”, como se caracteriza la FIFA, está siendo acusada por la Fiscalía de Estados Unidos y la Justicia de Suiza.

El pasado 21 de mayo, la FIFA cumplió 111 años de historia. Sus miembros son selecciones nacionales de fútbol de 209 países. Su forma de gobierno puede ser hoy cuestionada pero es democrática. Cada país representa un voto y no hay vetos ni opiniones predominantes. Vale lo mismo el voto de Etiopía como el de Brasil o Estados Unidos. Eligen presidente cada cuatro años con posibilidad de reelección.

La súper-FIFA

El poder de la FIFA y su presidente es comparable con el del jefe de la ONU o el Vaticano. Hace negocios con los patrocinadores de los mundiales de fútbol, las marcas más reconocidas globalmente. La FIFA es la multinacional que puede hacer entrar en disputas legales a corporaciones poderosas como Visa Mastercard, Adidas o Nike, Budweiser y Heineken, que están a sus pies.

El espectáculo más visto en el planeta, el mundial de fútbol, le puede dejar a la organización un saldo a favor de cuatro mil millones de dólares. La porción más importante de ingresos, un 60%, la tiene por la venta de derechos de televisión de sus torneos: el campeonato del mundo, la Copa América, la Eurocopa, Copa Africana de Naciones y la Copa Asiática. Otro tanto, un 30%, representan los contratos con sus patrocinadores de los eventos, además de los negocios de turismo y venta de boletería que es exclusiva de la FIFA.

En las últimas tres décadas la FIFA, diseñó un sistema de financiación muy lucrativo e inquebrantable. Una madeja de negocios alrededor del fútbol, que ni siquiera la denuncia de escándalos de corrupción a escala planetaria podrá resquebrajarlo, pues los beneficios económicos para los anunciantes, patrocinadores y empresas ligadas con el fútbol tienen una tasa de rentabilidad muy alta. Hoy contratar con la FIFA no es cuestión de ética, es un buen negocio.

La trama

Es público el interés de los Estados Unidos de arrebatarle el mundial a Rusia de 2018. Por eso la Fiscalía Federal fue la encargada de destapar el escándalo a dos días de la elección para un nuevo periodo en la presidencia de la FIFA. Periodo que duró cuatro días, pues dimitió en las últimas horas tras conocerse que su círculo más cercano estaba salpicado de la misma corrupción. La jugada maestra de la Fiscalía Federal, la UEFA y los opositores dio resultado.

La Justicia americana y la suiza pusieron sus ojos en los dirigentes latinoamericanos por sobornos.

Se les acusa de recibir dádivas por el orden de 150 millones de dólares para otorgar los derechos de televisión. La acusación señala que la empresa Datisa, que agrupa tres empresas ligadas a miembros cercanos a la dirección de la FIFA, acordó pagar 100 millones de dólares en sobornos a oficiales de Conmebol a cambio del contrato de Copa América: 20 millones por la firma del contrato y 20 millones por cada una de las cuatro ediciones del torneo.

Y explica: “Cada pago de 20 millones fue dividido en sobornos de esta manera: tres millones para cada uno de los máximos funcionarios de Conmebol: el presidente de la Confederación y los presidentes de las asociaciones de Brasil y Argentina; 1,5 millones de dólares a cada uno de los otros siete presidentes de las federaciones de Conmebol; y 500 mil dólares para un undécimo oficial de Conmebol”, sostiene el documento de la acusación.

Antecedentes

Pero los antecedentes de corrupción no son una sorpresa. El ex fiscal federal de los Estados Unidos, Michael J. García, estuvo a cargo del Órgano de Instrucción de la Comisión de Ética de la FIFA. Desde allí inició una investigación en 2010 tras conocer denuncias que indicaban sobornos pagados a dirigentes de ese órgano para definir las sedes de los mundiales 2018 y 2022. La gran conclusión de la investigación es que las sedes de Rusia y Catar fueron escogidas después de pagos y sobornos.

La investigación fue archivada por el ahora ex jefe de la FIFA, Joseph Blatter. Al tiempo que se definía la sede de las dos próximas citas orbitales se iniciaba la suscripción de contratos de comercialización de paquetes VIP y turismo para Brasil 2014. La empresa Match Hospitality fue la favorecida por la FIFA para la comercialización exclusiva de entradas a los partidos del mundial Brasil y el encargado del turismo entre las doce sedes mundialistas. Los hermanos Byrom, Jaime y Enrique son mexicanos y junto a la Agencia Infront Sports and Media, de propiedad de Philippe Blatter, sobrino de Joseph Blatter, tienen el ciento por ciento de las acciones de Match.

El inglés Raymond Whelan, el 8 de julio de 2014, fue detenido en el hotel Copacabana Palace, en Río de Janeiro (Brasil). Whelan cerraba negocios en la piscina del hotel antes de que la selección alemana saltara a la cancha para disputarle al anfitrión un cupo a la final del certamen, cuando un gigantesco operativo policial rompió la normalidad del Palace. La noticia trascendió a la prensa mundial: el gerente general de Match Hospitality era acusado por la Justicia brasileña de asociación criminal, corrupción, lavado de dinero y evasión fiscal. Es decir: reventa de boletería.

Sin efectos

En el 65º Congreso de la FIFA, el pasado viernes en el Hallenstadion de Zúrich (Suiza), Joseph Blatter fue reelegido por quinto periodo consecutivo como el jerarca de la FIFA. Un nuevo periodo en el que aparecía un enemigo con intereses políticos y económicos, la Casa Blanca. Blatter renuncia para preparar su defensa. Sus ex socios empezarán a hablar ante los tribunales y muchos secretos serán conocidos, excepto aquellos que tengan que ver con el poder de las multinacionales ligadas al deporte y asociadas a la FIFA.

En este nuevo partido de fútbol, en el campo geopolítico, aparece Vladimir Putin. El presidente de Rusia se jugará a muerte la sede del mundial de 2018, pues detrás de ella están los gobiernos de Gran Bretaña, Alemania y los Estados Unidos, que se dice ya habría negociado ser sede de ese mundial en caso de quitársela a Rusia.

Por alguna razón desconocida, la Justicia en Washington no se pronunció sobre los banqueros que en su país participaron de las operaciones económicas que permitieron los sobornos, y tampoco extendieron capturas a los directivos de las marcas ligadas con la FIFA como Coca-Cola Company, McDonald’s, Adidas o DirectTV. Periodistas especializados han señalado que detrás de la renuncia de Blatter está la presión de los patrocinadores y socios de la FIFA.

Ninguna de las grandes marcas se va alejar de la FIFA. Para ellas el negocio de los mundiales es el más importante en su portafolio y no están dispuestos a ceder el paso a sus competencias que tampoco verán con malos ojos ser socios de la FIFA, en cuanto puedan.

Los que pierden son los jugadores que son esclavos del sistema y los aficionados que son cada vez más excluidos de la fiesta; los que ganan serán los directivos, empresarios y poderosas marcas. Con Blatter o sin él, el show continúa y el pitazo inicial de la Copa América, Chile 2015, está a la vuelta de la esquina.

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