Nelcy Contreras
La convivencia escolar ha sido un tema fundamental en las políticas públicas de América Latina. En ellas, va implícita la renovación de las formas de socialización de los futuros ciudadanos. El orden en la construcción de la convivencia va ligado a las diferentes problemáticas que se presentan en la sociedad que posteriormente se ven reflejadas en las instituciones educativas. Para el psicólogo Pablo Madriaza el año 2000 fue el momento del surgimiento de cuatro temáticas para poder abordar las políticas públicas en el continente: La seguridad ciudadana, la promoción de la salud mental, la resolución de conflictos y la convivencia escolar.
En esta columna, abordaremos la última, teniendo en cuenta los dos sentidos fundamentales: El nuevo orden simétrico al interior de las escuelas donde el manejo de la autoridad y las normas se deben construir entre todos los miembros de la comunidad educativa; por otro lado, una forma de socialización política que lleva consigo la construcción de un ciudadano tolerante, dialogante, siempre en la construcción de una cultura de paz, bases fundamentales de la convivencia escolar.
Es preciso resaltar que los cambios han tenido un recorrido histórico y en gran parte obedecen a la transición entre regímenes autoritarios (dictaduras) y regímenes democráticos que han permitido establecer formas reflexivas, nacidas de los discursos psicopedagógicos y movimientos pedagógicos surgidos en los años ochenta en América Latina, con una gran incidencia en Colombia.
A pesar de que en nuestro país los diferentes manuales de convivencia se han dedicado a abordar la problemática de la violencia y los conflictos escolares, no han sido lo suficiente para acabar con este flagelo. Es por ello que a partir de 2010 en todo el país se estableció la revisión de los manuales de convivencia como un mecanismo para garantizar los derechos humanos, por considerar que los niños, niñas y adolescentes son sujetos de derecho. La sana convivencia, es decir, el valor del otro dentro de sus dimensiones diferenciales es un imperativo en toda la comunidad educativa.
En algunos estudios realizados en nuestro país se ha determinado una estrecha relación entre una sana convivencia y el mejoramiento de la calidad educativa, tal como lo expresa Mckinsey: “Adicionalmente, se ha demostrado cómo existe una relación estrecha entre procesos exitosos de formación para el ejercicio de la ciudadanía, el mejoramiento del clima escolar, el desarrollo de ambientes de aprendizaje democráticos, y la transformación de escenarios escolares” (Mckinsey, 2007; Stigler & Hiebert, 1999). Es decir, cuando en la escuela el grupo de estudiantes siente que puede participar, el equipo de docentes percibe que existen procesos de comunicación asertivos; las y los directivos docentes lideran de manera democrática la gestión institucional; se mejora el clima escolar y se obtienen mejores resultados académicos.
En aras de contribuir a mitigar la violencia escolar los conflictos, el acoso escolar, el bullying, el ciberbullying, la homofobia, la discriminación, entre otras, el Gobierno nacional publicó en 2013 la Guía No. 49. Guías pedagógicas para la convivencia escolar, su decreto reglamentario 1965 del mismo año, el cual en el artículo 29 expresa los lineamientos generales para la actualización del manual de convivencia como preámbulo para la construcción de un diálogo entre toda la comunidad educativa, que permita el ejercicio de los derechos humanos, sexuales y reproductivos de los niños, niñas y adolescentes, al mismo tiempo permita que las generaciones adopten comportamientos que construyan una cultura de paz en Colombia.