José Ramón Llanos
El dolor que produjo la muerte de Roberto Burgos Cantor en sus amigos y lectores, lo expresan nítidamente los siguientes mensajes intercambiados entre José Luis Diaz –Granados y el suscrito:
Roberto, perdido entre los vientos de su patio
Me acuerdo que era el menor de todos nosotros, el niño precoz de la nueva narrativa colombiana, que a los 18 años había publicado en Letras Nacionales, un relato maravilloso titulado “La lechuza dijo el réquiem”. Como todo niño inseguro había firmado su primer cuento con todos sus nombres y apellidos: Roberto Eliécer Burgos Cantor.
Coincidimos una tarde, en el centro de Bogotá, en la oficina de Manuel Zapata Olivella, el director de la revista, y el tímido jovencito cartagenero, con su melena rubia en su cabello crespo, se mostraba ya muy seguro del blanco que iría a alcanzar con su flecha esplendente.
Fuimos hermanos del alma desde esa tarde remota de 1966, amistad que consolidamos durante medio siglo junto con Dorita y sus hijos. Luego, el escritor fue creciendo y se fue haciendo grande entre los grandes de nuestras letras hispanoamericanas. Pero nunca dejó de ser ese niño estremecido, por la belleza, por el detalle sorpresivo, por las palabras, esas palabras tan suyas, tan hondamente caribes, que asombraron a Gabo, su maestro y amigo entrañable, y a millones de lectores de Colombia y del mundo.
En las prodigiosas nubes que alcanzaste a descubrir hace unos días vas a estar navegando ahora y para siempre con un perenne estremecimiento creador, más allá de la razón terrena, adonde no te pueden ya alcanzar “ni los más altos pájaros de la memoria”.
José, le respondí, la noticia me dejó paralizado, entre otras razones porque a raíz del premio, me puse a pensar que empezaba una etapa halagüeña para él. Además me pareció interesante que pudiéramos entrevistarlo a cuatro manos, tu y yo. La última vez que lo vi hace dos años lo vi muy bien. ¿Qué pasó? ¿Donde será la velación? Nos veremos en la funeraria. Un abrazo.
De toda esa generación de narradores colombianos, fue Roberto Burgos quien primero publicó en una revista importante, como ya se dijo en Letras Nacionales, fundada, financiada y dirigida por Manuel Zapata Olivella ese, gran mecenas y formador de intelectuales que hicieron posible una ruptura en la narrativa y la poesía colombiana: Oscar Collazos, José Luis Díaz-Granados, Policarpo Varón, Luis Fayad, Nicolás Suescún, Héctor Sánchez, y tantos otros que por razones de espacio lamentablemente no es posible nombrar.
Roberto y su formación primera
Roberto Burgos había nacido el 4 de mayo de 1948, su padre Roberto Burgos Ojeda, sin lugar a dudas fue su primer maestro en humanidades y letras y su primera biblioteca, fue un rico venero de libros de los más connotados poetas, ensayistas, narradores, que el hallaba a la mano en la biblioteca de su padre.
La expresión estética de su entorno caribe
El autor de Lo amador, logró ejercer exitosamente su profesión de abogado y la más gratificante y creadora, la narrativa y la docencia en escritura creativa en la Universidad Central. Era, además, un excelente crítico literario y conferencista. Una entrevista a Roberto Burgos se convertía en una cátedra de análisis de la literatura colombiana y del continente y sin exageración del mundo: sus libros han sido traducidos al checo, al francés, al alemán, al húngaro y al marroquí.
Un recreador del lenguaje caribe
Roberto es un orfebre del lenguaje caribe, su narrativa logra altos niveles estéticos en la recreación del lenguaje de sus coterráneos cartagenero y convierte la descripción del entorno geográfico marino y la arquitectura del corralito de piedra, en unas imágenes literales, emotivas y de impresionante belleza.
Con apenas 36 años, al publicar la novela El patio de los vientos perdidos, fue exaltado positivamente por los conocedores y, permítanme la expresión, por los catadores de la buena literatura, después de esa faena literaria salió por la puerta grande del mundo narrativo nacional a transitar por el ancho mundo de la gran literatura universal. En este libro a través de la prosa de Roberto Burgos, entra la ciudad de Cartagena al museo literario donde reposan para contemplación de los lectores del orbe las ciudades descritas por los más famosos escritores: Dublín, Londres, París, Lisboa, San Petersburgo, Edimburgo y tantas otras.
A lo largo de su periplo literario Roberto publicó: La ceiba de la memoria, De gozos y desvelos, Quiero es cantar, Juego de niños, Una siempre es la misma, Ese silencio, Señas particulares, Pavana del Ángel, El vuelo de la paloma y el último Ver lo que veo, que recibió el Premio Nacional de Novela un poco antes de morir.
La ceiba de la memoria fue galardonada en Cuba con el Premio José María Arguedas de narrativa. Con la muerte de Roberto Burgos Cantor, pierde el continente uno de los más prolífico y disciplinado creador de ficción contemporánea. Supo aprender la quintaesencia de la idiosincrasia de su pueblo, su entorno geográfico caribe y transformarlo en una prosa de plena yexultante belleza.