Regreso a casa de las mujeres

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Fabiola Calvo Ocampo
@fabicalvoocampo

La participación de las mujeres en la vida pública ha sido suma de luchas, de esfuerzos colectivos de las mujeres, del feminismo sobre todo a partir de la irrupción de las sufragistas en Estados Unidos e Inglaterra y luego extendida por Europa y América, reconociendo la inspiración que dejaron en la historia muchas como una Virginia Woolf, Rosa Luxemburgo o Alejandra Kollantai.

Ganar el espacio público, la vida pública como un derecho, ha estado acompañada de otras conquistas como la de poseer sus joyas, bienes, heredar, viajar sin permiso del padre o del marido, mantener su propio apellido una vez contrae matrimonio, hasta llegar ese eje central de tomar sus propias decisiones llamado autonomía.

Durante la Segunda Guerra Mundial las mujeres en Estados Unidos participaron activamente en la economía del país, pero una vez llegaron los guerreros con todas las secuelas de la guerra, ocuparon sus lugares de trabajo. Ellas regresaron a la casa, al cuidado, al encierro y a continuar con el sistema que las minimiza y las excluye y sostiene al hombre en el centro.

En Guatemala y El Salvador, después de una guerra y unos acuerdos de paz, las mujeres que lo dieron todo por sus territorios, por unas mejores condiciones de vida, mujeres que estuvieron en un espacio de la política, regresaron a casa dejando atrás su formación, sus formas orgánicas, su vida activa con propuestas y acción, manteniendo sus sueños que se enmarañan en la cotidianidad de cada día.

Los viejos y los nuevos partidos abren con tibieza la puerta para las mujeres, no promueven su llegada, olvidan sus derechos o los reconocen en discursos vacíos o cargados de patriarcalismo que inciden para que las mujeres que participan difundan esos mensajes.

Para las organizaciones que abandonaron su apuesta armada por una salida política, haya sido en los noventa o en el presente siglo, vale que tengan en cuenta que un gran número de sus filas estaba integrado por mujeres que con hijos o sin ellos, casadas, solas, solteras, libres o comprometidas sentimentalmente son personas con derechos que precisan salir de las ataduras que tanto quisieron romper.

Es cierto que son las mujeres quienes deben tomar la iniciativa, el protagonismo, nadie salva a nadie, “yo me salvo a mí misma” no obstante, además del deseo, la actitud y la búsqueda de posibilidades, en muchas ocasiones se hace necesaria una ayuda, un acompañamiento y la entrega de herramientas para el empoderamiento.

Es ese empoderamiento el que despeja una ruta. No vale un empoderamiento en sí que es el que han logrado un amplio número de mujeres de la élite que les permite contribuir a sostener políticas en contra de los propios avances y consolidan su visión de “tradición, familia y propiedad”.

Para continuar en la conquista del empoderamiento es necesario que sea para sí, para las mujeres y sus derechos, para que sean efectivos con lo cual no basta con tenerlos enunciados en la Constitución, sino que las condiciones cambien y es en este punto que ellas deben trabajar por la conquista del poder político y aspirar a estar en los espacios donde se toman las decisiones para continuar como estamos o cambiar los destinos del país.

La participación de las mujeres en política, su empoderamiento para sí y la democracia van unidas. No fue, no es ni será fácil pero el resultado es indiscutible, es positivo.