Reaccionaria y neoliberal

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La alcaldesa Claudia López recibe la medalla de la policía militar Tomas Cipriano de Mosquera. Foto Alcaldía de Bogotá

La alcaldesa de Bogotá deja en evidencia que el género, la orientación sexual o el color de la publicidad del partido no definen la tendencia de una figura política. Sus votantes también deben asumir la responsabilidad por el desastre de su gestión

Roberto Amorebieta
@amorebieta7

“Con la dotación que les dan dirigentes de Colombia Humana, pinchan, bloquean y secuestran buses, pocos jóvenes radicalizados para hacerles la campaña del caos, la obstrucción y destrucción de Transmilenio y la tranquilidad ciudadana. Bogotá se respeta!” Así trinó la alcaldesa de Bogotá, Claudia López, el pasado 28 de junio para condenar las acciones directas que algunos manifestantes llevaron a cabo atravesando en la vía unos buses de servicio público.

El trino, que no admite siquiera una revisión de sintaxis por su mala redacción, más allá de las formas retrata de cuerpo entero a quien hasta hace poco era considerada, incluso por medios de izquierda como la revista mexicana Proceso, una “líder feminista, progresista, lesbiana y ecologista”.

Porque López se ha esforzado al máximo durante este año y medio de administración por dejar en claro que las expectativas que se habían construido alrededor de su figura no son más que eso: expectativas, ilusiones, humo.

El trino en cuestión es solo la más reciente de sus salidas que han develado el verdadero talante autoritario y neoliberal de la alcaldesa, que no ha tenido empacho en desilusionar a los miles de bogotanos -y sobre todo bogotanas- de izquierda que creyeron, seguramente de buena fe, en sus buenas intenciones.

Por el desayuno se sabe…

López comenzó a dar muestras de su talante politiquero desde el lanzamiento de su candidatura para la Alcaldía, cuando en un acto de malabarismo político aprovechó para proclamar a Sergio Fajardo como “próximo presidente de Colombia”, rodeada de quienes apoyaban su aspiración y se miraban entre sí desconcertados porque dicha adhesión no estaba en el libreto. López sumaba esta jugadita a la traición que ya había ejercido contra Colombia Humana cuando aceptó ir en alianza con este movimiento político y luego por sorpresa se echó para atrás defendiendo el adefesio del metro elevado que ya había contratado su amigo, el exalcalde Enrique Peñalosa.

En ese contexto, López dejó clara su distancia con la izquierda -con la que había tenido intensos coqueteos-, pero en especial dejó clara la poca fiabilidad de sus palabras y sus compromisos. No obstante, un gran número de votantes de izquierda prefirieron votar por ella antes que por el candidato de Colombia Humana, en buena medida por la campaña de desprestigio que la esposa de este, convenientemente patrocinada por el Centro Democrático, orquestó desde los medios acusándolo de maltratador.

López, por el contrario, usó hábilmente el discurso feminista sin presentarse explícitamente como tal, agitó en campaña consignas vinculadas con el “cuidado” y se vendió como alguien “hecho a pulso” y “representante de la clase media”.

Gestión de la pandemia

Al comienzo de la pandemia, en una entrevista en estas mismas páginas, el asesor de la concejala Heidy Sánchez, Jorge Virviescas, advirtió que la administración distrital estaba haciendo esfuerzos insuficientes para atender la crisis económica y social provocada por la pandemia en Bogotá.

Es cierto que Peñalosa desmanteló buena parte de los programas sociales de la Bogotá Humana -como Territorios Saludables, esenciales en esta coyuntura- y que López tuvo que comenzar casi desde cero, pero año y medio después no se ve que su decisión haya sido la de favorecer con medidas audaces a la ciudadanía y por el contrario su plan de desarrollo parece más una copia del plan de Peñalosa: muchos titulares mediáticos como «ciudad cuidadora, manzanas del cuidado” y “reverdecer la ciudad», cuando en realidad se resume en más Transmilenio, metro elevado, más asfalto y abandono social.

Las imágenes de los desalojos de familias vulnerables que habían ocupado predios para levantar sus humildes viviendas permitieron entrever cómo sería el talante de su administración. No solo envió al Esmad a desalojar con violencia a las familias, también envió una funcionaria de la Alcaldía que -encapuchada al mejor estilo de los paramilitares de la Operación Orión- señalaba las casas que debían ser demolidas.

Ante la profusión de trapos rojos en las ventanas de miles de casas en Bogotá, que indicaban que la familia que allí habitaba estaba pasando hambre, López se llenó la boca diciendo que se había aprobado una “renta básica” de 80 mil pesos mensuales. Por supuesto, eso no es una renta básica porque no permite la inserción mínima de una familia, pero López y sus corifeos, al mejor estilo de los creadores de la neolengua de la novela 1984 de George Orwell, pretendieron quitarle a la izquierda esta reivindicación, no atendiendo eficazmente a las familias sino denominando así a las migajas que la Alcaldía repartía en los barrios populares.

Debe decirse que, en un principio, cuando todos estábamos confinados por el miedo y la incertidumbre, López asumió el rol del “adulto a cargo” que el presidente Duque fue incapaz de asumir. La famosa rueda de prensa que ambos ofrecieron fue la muestra más clara de quién tenía las cosas claras y quién estaba jugando al estadista.

No obstante, con el paso de los meses, el rol de López pasó de ser el de “alcaldesa cuidadora” a convertirse en la administradora del “sálvese quien pueda”, desentendiéndose de su papel como conductora de la ciudad y enviando a la ciudadanía al matadero en que se ha convertido el sistema de transporte público, todo con tal de “salvar la economía” antes que proteger la vida. Por supuesto, al final la economía no se salvó y la vida está más en riesgo que nunca.

Golpe de Estado

Su gestión durante el 9 y 10 de septiembre del año pasado también demostró su talante autoritario con los ciudadanos y pusilánime con el poder. Esos días, la policía dio un golpe de Estado contra la alcaldesa y desplegó toda su furia represora contra los manifestantes que protestaban por la tortura y asesinato del abogado y estudiante Javier Ordóñez.

La ciudadanía salió a las calles a ejercer su derecho a la protesta y la policía respondió con una violencia brutal y desatada, de la que 13 jóvenes asesinados dieron cuenta. Los dirigentes de Colombia Humana fueron los únicos en rodear a la alcaldesa, pronunciándose a favor de los manifestantes y rechazando la brutalidad policial.

López, por su parte, al principio emitió unas fuertes declaraciones, pero pronto guardó silencio y apareció dos días después llamando a poner una vela en la ventana como gesto de reconciliación. Todo esto mientras miles de jóvenes eran agredidos por la policía en el marco de una manifestación convocada por ella misma.

El paro nacional

Lo último de López ha sido su rol durante el paro nacional. Tras superar el covid-19, apareció lloriqueando en un video donde decía que había descubierto el agua tibia: los manifestantes tenían justificadas razones para protestar y el Establecimiento había sido sordo ante sus reclamos.

No obstante, días después emitió el famoso trino del que se ha hecho mención y enfiló baterías contra el progresismo, culpándolo de las protestas y repitiendo el discurso uribista. Tan es así que el propio Álvaro Uribe la respaldó. Los muertos en Bogotá durante el paro también son su responsabilidad.

Hoy López ha perdido su careta. Se ha mostrado como lo que siempre ha sido: una reaccionaria y una neoliberal. En la izquierda siempre lo supimos, pero sin duda todo esto deja dos lecciones para quienes siendo progresistas se dejaron confundir y votaron por ella: uno, un gobernante no se escoge con el mismo criterio con que se escoge pareja, y dos, lo progresista, ambientalista o feminista no se define por el género o la orientación sexual.

Lo lesbiana no quita lo facha.