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¿Quién debe pedir perdón?

En promedio hay dos muertes mensuales por abortos. Un 25 por ciento de muerte materna se da por este hecho: tercera causa de muerte en mujeres. La propuesta de perdón del Papa se recibe con optimismo, pues abre el debate sobre los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres.

Ilustracion Inquisicion

Renata Cabrales

Debido a la misericordia que se suscita en el Jubileo, el Papa Francisco anuncia que “concede a todos los sacerdotes la facultad de absolver del pecado del aborto a quienes lo han practicado, y arrepentidos de corazón piden por ello perdón”.

No cabe duda que es una buena intención la del Papa, quien en los últimos tiempos ha sido centro de atención por sus grandes muestras de misericordia hacia las personas menos favorecidas. Pero si devolvemos un poco el casete de la historia, podríamos cuestionarnos al menos por un momento, quién debe pedirle perdón a quién por toda una eternidad de opresión y persecución. Opresión que se ha legitimado dentro de dos sistemas dominantes, donde las mujeres no tienen derecho a tomar decisiones sobre sus propios cuerpos.

Dos sistemas opresores

Primero encontramos el sistema patriarcal que, como bien sabemos, las estructuras de la Iglesia católica están inmersas en este sistema y según algunos fieles seguidores de sus postulados, la mujer maldita, la mujer impura, la cual, a través de su sexo sucio, que corrompe, deviene un peligro para el hombre, pues según la Iglesia católica, en la Edad Media, si una mujer se acercaba al hombre, lo haría perder su alma y esta debía responder ante los ojos de Dios, como lo afirma Fray Martin de Córdoba en El jardín de las doncellas. En la Edad Media predominó la figura de la mujer pecadora y causante de todos los males. La mujer fue víctima de la ideología medieval, fue considerada inferior, débil y peligrosa, por lo cual debía ser sometida. Había que desconfiar y sospechar de todo lo que las mujeres hacían. Hasta llegar al punto de acusarlas de tener pactos con el demonio y por lo que muchas fueron cruelmente torturadas por la Santa Inquisición, cuando eran consideradas brujas.

Por otro lado, según el mito de la maternidad, la mujer ha de ser santa pero, aun así, debe parir. Como advierte Simone de Beauvoir: La Virgen María es madre y a la vez es virgen. “La virginidad de María tiene un valor negativo, porque aquella que ha sido libre por la carne, ya no es carnal. Como no ha sido tocada ni poseída, María no ha conocido la mancha que implica la sexualidad(…) La mujer consagrada al bien debe estar intacta. Se niega el carácter de esposa a María para exaltar más puramente a la mujer-madre en ella”(…) Las características biológicas como las de embarazarse, parir y amamantar han facilitado la “inserción de la mujer en la naturaleza”.

Todos los mitos de la creación ubican a la mujer en segundo plano. Eva fue creada de una costilla de Adán mientras éste dormía. El cristianismo le quitó a Eva su poder creador y la convirtió en la idea de un vientre para dar a luz a nuevos seres con dolor. El patriarcado la hizo portadora de la muerte y la Iglesia relacionó a Eva con la muerte y el pecado, por lo que todo el género femenino quedó maldito.

La eterna culpa

Dicha misoginia (Bosch y Ferrer, 1999) perpetuó la idea de inferioridad de la mujer haciéndola blanco de burlas y maltrato. Esa inferioridad se divide en moral, intelectual y biológica. Es decir, se ha dado por sentado que las mujeres son débiles en el sentido moral y es por esto que siempre se les hace sentir culpables por seguir el paradigma de la figura bíblica: Eva y la mitológica Pandora.

Culpables por asumir el derecho al libre ejercicio de su sexualidad, a decidir no ser madres. Mujeres que se ven obligadas, por el miedo al castigo eterno, a no ejercer el derecho al aborto seguro y deben traer al mundo niños y niñas en miserables condiciones que a la Iglesia católica jamás le ha interesado resolver. Mientras más infancia pobre e ignorante haya en el mundo, más feligreses habrá para su “filantrópica” institución.

Los cuerpos de las mujeres

Puede decirse entonces que esa persecución hay una guerra contra la autonomía de las mujeres, según Silvia Federeci en su respuesta a una entrevista: “Del mismo modo que los cercamientos expropiaron las tierras comunales al campesinado, la caza de brujas expropió los cuerpos de las mujeres, los cuales fueron así “liberados” de cualquier obstáculo que les impidiera funcionar como máquinas para producir mano de obra. La amenaza de la hoguera erigió barreras formidables alrededor de los cuerpos de las mujeres mayores levantadas cuando las tierras comunes fueron cercadas(…) cualquier iniciativa anticonceptiva por su parte podría ser percibida como el producto de una perversión demoníaca”.

El capitalismo y el patriarcado de la Iglesia católica “expropian” los cuerpos de las mujeres, limitándolas al papel de reproductoras, conminándolas al cuidado de hijos e hijas. La alienación sexual y cultural de la mujer se apoya en la enajenación laboral.

La Iglesia católica, el patriarcado y el capitalismo son quienes deben pedir perdón a las mujeres por la persecución histórica de la cual han sido víctimas, logrando así, que en el caso de la práctica ilegal del aborto, muchas mujeres hayan fallecido por negársele el derecho a la interrupción del embarazo en sitios decentes, con el equipo adecuado para su realización.

Según Medicina Legal, en promedio hay dos muertes mensuales por abortos. Un 25 por ciento de muerte materna se da por este hecho: tercera causa de muerte en mujeres. La propuesta de perdón del Papa se recibe con optimismo, pues abre el debate sobre los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, lo que apunta a que dentro de poco no se realicen abortos clandestinos que las conduzcan a la muerte.

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