lunes, marzo 18, 2024
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¿Qué pasará, ahora que somos 8.000 millones?

Los nuevos pobladores del planeta serán niños, que en los países pobres van a vivir en condiciones de penuria. Allí es más evidente la ausencia de acceso de la niñez a oportunidades de educación, alimentación y atención en salud

Alberto Acevedo 

Según cálculos de Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de las Naciones Unidas, el pasado 15 de noviembre la población mundial alcanzó la colosal cifra de 8.000 millones de habitantes.

La primera imagen que nos llega a la cabeza es la de que el crecimiento de la población mundial aumenta al mismo vertiginoso ritmo en que se incrementan las desigualdades. El aumento de seres humanos sobre la faz de la tierra no se refleja en prosperidad para la población, sino en capacidades reducidas de supervivencia, en bajas tasas de crecimiento económico de los países no industrializados, en mayores riesgos de provocar un colapso de los recursos naturales y unos indicadores de desarrollo en retroceso para las naciones del hemisferio sur.

La cifra divulgada por las Naciones Unidas, a pesar de que en el fondo es solo una proyección demográfica, ha suscitado ya una acalorada discusión entre especialistas y observadores. Algunos sostienen que no hay razón de preocuparse: todavía existe un amplio margen de crecimiento poblacional y esta tendencia, con toda certeza se va a producir. Y por ello el mundo no se va a acabar ni se va producir un apocalipsis, como vaticinan, por ejemplo, corrientes fundamentalistas, racistas y xenófobas.

Somos una plaga 

El magnate norteamericano Jeff Bezos, presidente ejecutivo de Amazon, que tiene una fortuna personal de 202 mil millones de dólares, la más alta en la historia jamás alcanzada por una persona, dice que podríamos llegar al billón de habitantes, repartidos en diferentes puntos del sistema solar.

En el otro extremo de esta opinión se colocan los que consideran que tal crecimiento es una verdadera hecatombe. El naturalista David Attenborough sostiene que el crecimiento poblacional es espantoso y ya nos convertimos en una plaga que amenaza con destruir al planeta.

Una tercera franja de opinión asegura que el tema es irrelevante, pues ni siquiera hay certeza de que la humanidad vaya a seguir creciendo al ritmo indicado. Miremos un poco más estas posiciones:

La minoría blanca

A los grupos supremacistas, racistas y fascistas les preocupa que la población nativa blanca, de ojos azules y pelo rubio, sea reemplazada paulatinamente por indios, chinos y negros. Les preocupa la falta de nacimientos “nacionales” y, en paralelo, la explosión de flujos migratorios. En realidad, en los países desarrollados, la población no se va a reducir, pues la migración seguirá aumentando.

En Estados Unidos hay analistas a quienes preocupa que la población blanca se transforme paulatinamente en una ‘minoría’, mientras crece el potencial de latinos, afroamericanos y migrantes de otras nacionalidades. Hungría y Japón diseñan políticas para mantener su homogeneidad cultural.

El problema es que el éxito capitalista estimula el fracaso poblacional de los países desarrollados y el ‘boom’ demográfico de los más pobres. Para las corrientes fascistas, esto es un ‘apocalipsis’ social, provocado por hordas de migrantes. Lo que no dicen es que tal ‘apocalipsis ‘es provocado por ellos.

El crecimiento población aumenta las desigualdades en los países pobres

No es el acabose

Aunque, tienen razón en preocuparse por su futuro. Ya se sabe que la India en pocos meses, probablemente el año entrante, desplazará a China del puesto de país más poblado del planeta. Y tendríamos ya no uno, sino dos colosos, capeones en población. Recientemente la revista científica The Lancet aseguró que para finales de este siglo, Nigeria alcanzará los 800 millones de habitantes y subirá al podio de los más poblados.

En otra esquina de la discusión hay quienes plantean que no habría motivo para sembrar alarma por la nueva cifra poblacional. Por ejemplo, para el demógrafo Joseph Chamie, exdirector de la División de Población de las Naciones Unidas, con el nuevo récord de 8.000 millones no se va a acabar el mundo ni se derrumbará la humanidad.

La ‘superpoblación’ que la cifra sugiere, no es el problema más importante que enfrenta el mundo. Un riesgo infinitamente mayor para la subsistencia de la especie humana es el cambio climático, señala Chamie. Además, se percibe una cierta desaceleración demográfica. Sí, hemos alcanzado esa cifra colosal de habitantes. Y va a seguir creciendo la población, pero ese crecimiento se dará a un ritmo más lento que en los últimos años. Inclusive China, probablemente descienda en el número de habitantes, puntualiza el investigador.

Cambiar el modelo

Como se ve, los expertos no se ponen de acuerdo frente a las consecuencias de tener ya el mundo una población superior a los 8.000 millones de habitantes. Porque desde que se divulgó la noticia hasta hoy, la cifra creció. Aunque sí coinciden en una cosa: somos peligrosos, inclusive para nosotros mismos. La humanidad consume en estos momentos el 74 por ciento de los recursos naturales que el planeta genera cada año. Es como si a mitad de año ya nos hubiéramos ‘tragado’ todos los recursos naturales que el planeta tenía previsto producir hacia diciembre.

El crecimiento poblacional, el cambio climático, la crisis sanitaria, no son tanto el problema como las consecuencias, el problema en el fondo es el fracaso del modelo capitalista neoliberal, que resulta insostenible. Un mundo mejor sería un mundo más sostenible, y por eso, la solución radical apunta hacia el cambio de modelo.

Los nuevos pobladores del planeta serán niños, que en los países pobres van a vivir en condiciones de penuria. En los países pobres es más evidente la pérdida de acceso de la niñez a oportunidades de educación, alimentación, atención en salud. Muchos padecen desnutrición crónica en sus primeros años de edad. Esto impacta el futuro de los países, dificulta las posibilidades de avanzar.

Esa cifra de 8.000 millones de habitantes tiende a aumentar las desigualdades. Objetivos ya planteados por la humanidad como la redistribución de la riqueza, reducción del impacto ambiental y detener la crisis climática, no se han alcanzado todavía. Son retos que permanecen todavía en la agenda y por los cuales es necesario luchar.

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