
Desconociendo la historia, el presidente de los Estados Unidos busca retrotraer las relaciones con Cuba al escenario de la guerra fría. En su frenesí intervencionista, se pliega a una minoría decrépita y ultrarreaccionaria en Miami, que ni siquiera representa el sentimiento mayoritario de la comunidad cubanoamericana
Alberto Acevedo
Respondiendo a una política que tiene un historial de fracasos durante más de cincuenta años y que falla en la pretensión de que a estas alturas, Washington pueda controlar los asuntos internos de Cuba, el pasado 16 de junio el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, anunció la revisión de la política de su antecesor Barack Obama, desmontando aspectos esenciales planteados en el proceso de normalización de las relaciones con la isla, y manteniendo el criminal embargo económico, financiero y comercial contra el pueblo cubano.
Se trata de una vieja obsesión que frustró a once presidentes norteamericanos, y que llevará al actual a una nueva decepción. Y todo por responder a una promesa de campaña electoral, nacida de las presiones de la mafia anticastrista de Miami y de los sectores más retrógrados de la política norteamericana. Como aseguran algunos analistas, Trump retrotrae las relaciones con la isla caribeña a los tiempos de la guerra fría, e impone una nueva cuota de dolor al pueblo cubano, a costa de acentuar el aislamiento de la Casa Blanca en el escenario latinoamericano.
La estrategia anunciada por Trump, va en contravía de la historia, no responde a los intereses del pueblo cubano, como lo afirma el gobernante, y tampoco a los intereses del pueblo norteamericano. En efecto, encuestas recientes indican que el 73 por ciento de los estadounidenses y el 80 por ciento de los cubanoamericanos, apoyan el fin del bloqueo a Cuba y se pronuncian resueltamente por el restablecimiento de las relaciones bilaterales a todo nivel.
Política de guerra
El anuncio de Trump hace parte de una política guerrerista que se acentúa peligrosamente. En menos de una semana ordenó a la aviación de su país bombardear Raqqa en Siria, con elevado número de muertos civiles, anunció nuevas sanciones contra Venezuela, y promete endurecer el criminal bloqueo contra Cuba, advirtiendo de sanciones contra los ciudadanos de su país que adelanten negocios en la isla, o programen viajes de turismo individuales.
En resumen, las medidas anunciadas por Trump frenan los negocios que empresas norteamericanas adelanten con el Grupo de Administración Empresarial S.A., de Cuba, Gaesa, al que acusa de ser un consorcio en manos del ejército de la isla. Impone nuevas restricciones a los viajeros norteamericanos que pretendan visitar Cuba, restringe el flujo de dólares hacia la isla, y tras una pretendida defensa de los derechos humanos, pretende intervenir en los asuntos internos de la isla, reclamando liberación de los ‘presos políticos’, elecciones ‘libres’ y funcionamiento de otros partidos políticos, valga decir, la legalización de grupos contrarrevolucionarios.
La reacción del gobierno cubano no se hizo esperar. El mismo 16 de junio, día en que el mandatario norteamericano hizo el anuncio, el gobierno de la isla emitió una declaración oficial rechazando la medida.
“Los anuncios del presidente Trump -dice la declaración- contradicen el apoyo mayoritario de la opinión pública estadounidense, incluyendo el de la emigración cubana en ese país, al levantamiento total del bloqueo y a las relaciones normales entre Cuba y los Estados Unidos.
Medidas destinadas al fracaso
“En su lugar, el Presidente estadounidense, otra vez mal asesorado, toma decisiones que favorecen los intereses políticos de una minoría extremista de origen cubano en el estado de Florida, que por motivaciones mezquinas no desiste de su pretensión de castigar a Cuba y a su pueblo, por ejercer el derecho legítimo y soberano de ser libre y haber tomado las riendas de su propio destino.”
“El Gobierno de Cuba denuncia las nuevas medidas de endurecimiento del bloqueo, que están destinadas a fracasar como se ha demostrado repetidamente en el pasado, y que no lograrán su propósito de debilitar a la Revolución ni doblegar al pueblo cubano, cuya resistencia a las agresiones de cualquier tipo y origen ha sido probada a lo largo de casi seis décadas”, puntualiza la declaración.
El rechazo a las medidas de Trump se extendió a otros gobiernos y organizaciones sociales del mundo y del propio Estados Unidos. Uno de los primeros en reaccionar fue el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, quien calificó la salida de Trump como “un discurso de agresión, de amenaza, que echa atrás 40 años de evolución entre Cuba y Estados Unidos”. Evo Morales, por su parte, lo consideró un “abuso de poder del imperio norteamericano (…) es no escuchar el apoyo del mundo entero al desbloqueo a Cuba”.
Otras reacciones
La cancillería rusa, a través de su portavoz oficial, expresó su preocupación por lo que considera un lamentable retroceso de la administración norteamericana en el intento de normalizar las relaciones con la isla. El buró político del comité central del Partido Comunista Francés, también se pronunció en contra de una medida que, dice, va en contra vía de la historia.
La Cámara de Comercio de Estados Unidos dijo que, desafiando el mensaje de su gobernante, se compromete a mantener relaciones con Cuba y rechazó lo que califica como una “política anticuada” de sanciones. El gremio de los agricultores norteamericanos, por su parte, rechazó el cambio de políticas hacia Cuba por parte del gobierno norteamericano e hicieron énfasis en que es una estrategia que lesiona los intereses del pueblo de los Estados Unidos. Dice que el anuncio de Trump apunta a descarrillar un gran incremento de las exportaciones agrícolas en ese país.
En la propia ciudad de Miami, escenario de la declaración de Trump, muchos ciudadanos calificaron el anuncio como “politiquería barata”. El vice asesor de Seguridad de la administración Obama, Ben Rhodes, dijo que Trump “ha devuelto las relaciones entre Estados Unidos y Cuba a la prisión del pasado, ignorando las voces del pueblo cubano y la mayoría de los estadounidenses, simplemente para recompensar a un menguante grupo político de Estados Unidos”. Rhodes dijo que estamos ante “una mentalidad de guerra fría que fracasó trágicamente”.
Voces autorizadas como la de Michael Shifter, presidente de Diálogo Interamericano, calificó la medida como “un retroceso vergonzoso para Estados Unidos”. “Hay un retroceso en cosas importantes, especialmente con el terma turístico”. Eso, “es un golpe fuerte para la economía cubana”, puntualizó el analista.