¿Por qué somos antimilitaristas?

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En Colombia, la política de seguridad ha consistido en la persecución contra cualquier movimiento opuesto al statu quo. Foto Sophie Martínez

El pensamiento militarista legitima la violencia en la sociedad. La tarea es objetar el servicio militar obligatorio y promover el fin de la guerra

Andrés F. Montoya Sáenz
@andresxrojo

Es indudable que una de las reivindicaciones más importantes que tiene el movimiento estudiantil de secundaria es el antimilitarismo, apuesta colectiva que promueve una cultura de paz y memoria en oposición a las dictaduras y guerras contrainsurgentes fenómenos que caracterizan los contextos latinoamericanos.

En palabras de la colectiva La Tulpa, se entiende por militarismo a la ideología bélica que reproduce y legitima la militarización de la sociedad, abogando por una cultura patriarcal, jerárquica y de disciplina.

La insumisión ante esta idea y práctica política ha movilizado a mujeres y hombres de distintas partes del mundo que han decido objetar al servicio militar obligatorio y promover el desfinanciamiento del gasto de defensa junto a la ruptura de prácticas machistas que entienden los cuerpos de las mujeres y de las disidencias sexuales y de género como botín de guerra.

Antimilitarismo en España y el Cono Sur

Un ejemplo histórico de la lucha antimilitarista se dio en España, país en el que, durante la dictadura militar de Francisco Franco, se aumentó el pie de fuerza y la participación del ejército en la toma de decisiones jurídicas, se decretaron medidas obligatorias para el servicio militar y se impartió una política derechista de divinizar a la patria.

Allí, no se habló de antimilitarismo sino hasta los años setenta y, en sus primeros años, los abanderados de esta lucha fueron los Testigos de Jehová, quienes en compañía de diversas agrupaciones religiosas radicaron ante la Comisión de Defensa varias propuestas legislativas para el acceso a la objeción de conciencia que fueron rechazadas y consideradas como actos soviéticos de traición.

Años después, se levantaron contra el militarismo grupos de soldados que desde los cuarteles exigían condiciones dignas de alimentación, permanencia y trato humano. La disolución de dichos grupos causó que se conformaran asociaciones antimilitaristas compuestas por civiles que estaban en contra de la OTAN y su lógica intervencionista.

Así mismo, se tiene el ejemplo de Chile donde, después de la dictadura de 1973, la juventud acorazó la lucha por la desmilitarización de la sociedad. De la experiencia en el país austral, en el que el movimiento antibélico dio sus primeros pasos para inicios del siglo XX, vale destacar el periodo de los años noventa, la postdictadura, en el cual se comenzaron a promover iniciativas como la “transición a la democracia” con el fin, primordialmente, de reestablecer la confianza perdida hacia las fuerzas militares y garantizar la restitución democrática quebrada a causa de la dictadura.

Se debe señalar que el antimilitarismo chileno se ha visto enfrentado con la constitución militar, dictatorial y autoritaria de Pinochet y las trabas que impone para objetar conciencia, en esta lucha han surgido reconocidos colectivos como Ni Casco Ni Uniforme (MOC NCNU) que, desde el año 1996, se han destacado por cuestionar la inscripción militar y la utilización de juguetes bélicos por parte de niños y niñas, así como por agrupar, a través de asambleas, a estudiantes de liceos secundaristas en aras de edificar una conciencia de paz.

Escuela de las Américas

Con las dinámicas propias de la Guerra Fría, la estrategia de los Estados Unidos fue entrenar a los ejércitos del continente y así debilitar a las estructuras de los movimientos sociales y de izquierda. En consecuencia, en 1946 nació la Escuela de las Américas, una de las instituciones más sombrías y torcidas en cuanto a odio y persecución a la insurgencia se refiere.

Su marcado fortalecimiento se dio durante el gobierno de John F. Kennedy quien pretendía desestabilizar no solo a la Revolución Cubana, sino al espíritu rebelde que emanaba en el continente este proceso emancipatorio.

En su tiempo de existencia, han pasado por este centro múltiples militares de toda América Latina (con la excepción de Cuba), muchos de ellos involucrados en graves actos de violación a los derechos humanos. Para ilustrar este punto, indiquemos que fueron alumnos de la Escuela Rafael Videla dictador argentino, Raúl Jofre Gonzales coronel vinculado con el asesinato del cantautor Víctor Jara en Chile, o Romeo Vásquez general protagonista del golpe de Estado contra Manuel Zelaya en Honduras, entre otros exponentes del militarismo en el continente.

Como si fuera poco, en 1996 los medios de comunicación en Estados Unidos dieron a conocer los manuales que enseñaban a combatir el comunismo por medio de prácticas de tortura, espionaje y persecución, sumándole las políticas yanquis y la lucha contra el narcotráfico que terminarían teniendo una relación estrecha con las desapariciones y asesinato de jóvenes.

Capital contrainsurgente y militarista de América

Es preciso decir que una peculiaridad que define a Colombia en materia política es la violencia y persecución que se ha ejercido históricamente contra los comunistas, la insurgencia y cualquier movimiento opuesto al statu quo burgués.

El país cuenta con una lista interminable de asesinatos a candidatos presidenciales con ayuda de la oligarquía y perfilamientos a militantes que generarían el exterminio de partidos políticos como la Unión Patriótica, consolidando el hecho que ser simpatizante de izquierda, mujer, ambientalista, líder campesino, comunitario o social es una sentencia de muerte.

En esa línea, la participación de Colombia en los centros de formación militar norteamericanos resulta reveladora y escalofriante. Para el 2018 el país seguía encabezando la lista de soldados dentro del ahora llamado Instituto del Hemisferio Occidental para la Seguridad (ver tabla), cifra que ascendió para el 2019.

SOA Watch, movimiento no violento que trabaja por erradicar la Escuela de las Américas y que cuenta con un registro de graduados que parte de 1947 hasta 2004 aproximadamente, estima que en el caso de Colombia al menos 10.446 militares han pasado por estas instituciones castrenses. Lo anterior, deja en evidencia el gran interés del Estado colombiano por participar de estas escuelas de la muerte, el cual contrasta, por ejemplo, con su desinterés por crear condiciones que permitan el acceso a la educación superior a millones de jóvenes en el país.

PAISES TOTAL MUJER HOMBRE
Colombia 529 70 459
Chile 208 25 183
Honduras 130 8 122
El Salvador 114 2 112
Perú 68 1 67

 

Tabla 1. Graduados de la Escuela de las Américas 2018, SOA Watch.

Es clave inferir que lo dicho anteriormente solo representa la permanencia dentro de la institución; si hablamos de lo que respecta a lo nacional, una cantidad sustancial de militares que fueron a la Escuela de las Américas como Horacio Arbeláez, Javier Hermida y Luis Gerardo Barrero tienen investigaciones por participar de forma directa en ejecuciones extrajudiciales, desapariciones forzadas y conformación de grupos paramilitares, a los que se suman otros más que tienen nexos, por ejemplo, con las masacres en el Cauca y Urabá.

Actualmente, la cifra exagerada de jóvenes que pertenecen a las filas del Ejército Nacional y la Policía es la radiografía de la situación de muchos adolescentes en Colombia que encuentran como “alivio económico” a sus necesidades el participar de estas instituciones militares que moldean y deforman, en función del interés de las clases dominantes, la esencia de la juventud.