Pandemia y subdesarrollo: conocimiento científico y política

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Ancízar Narváez Montoya

El subdesarrollo es una posición relacional en la que se encuentran los países entre sí, gracias a las políticas nacionales que han implementado históricamente para desarrollar su propio capitalismo. No es una etapa del desarrollo sino la otra cara del mismo. No hay países desarrollados sin que otros estén en el subdesarrollo. Esta condición no desapareció sino que se agudizó con la llamada globalización y se puede identificar en algunos acontecimientos relacionados con la capacidad de reaccionar ante la pandemia.

Esta capacidad se puede graduar en cinco niveles, según el grado de complejidad y de elaboración que se necesita para responder efectivamente:

Primero. Producir conocimiento. Aquí nos referimos, desde luego, al conocimiento científico y a la ciencia básica. En este punto, la política de Colombia es de risa. Creamos un Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, pero con la condición de que no se le asignaran recursos en el presupuesto nacional para no incrementar los gastos que el Establecimiento, es decir, los empresarios, especialmente los banqueros, consideran inútiles. Se le asignaron 410 mil millones de pesos, unos 133 millones de dólares (https://minciencias.gov.co/la-ciencia-en-cifras/presupuesto-colciencias).

Este conocimiento es de dos tipos, para responder a dos necesidades distintas: a) de ciencias naturales para producir la tecnología inmunológica y b) de tipo social y de gestión para identificar las características y necesidades de la población, especialmente en lo que llamamos epidemiología. En Colombia, por desgracia, no tenemos el primero; y el segundo, según parece, es inútil porque gran parte de la población es ‘informal’, según la jerga de los funcionarios para designar el desempleo, y por consiguiente, los registros no son confiables.

Segundo. Producir tecnología. Para que el conocimiento se vuelva tecnología se necesita primero la investigación y luego, eventualmente, la aplicación tecnológica. La lógica y la experiencia dicen que los descubrimientos científicos generalmente se realizan sin tener en cuenta para qué se van a usar. Luego, a veces se les encuentran usos tecnológicos. Se cree que los laboratorios se inventaron una vacuna en seis meses, pero lo cierto es que la persona que se considera la madre de la vacuna, “Katalin Karikó pasó 40 años trabajando en la sombra y desarrollando avances claves para las inyecciones de Moderna y BioNTech”, de acuerdo con un artículo de El País de España (https://elpais.com/ciencia/2020-12-26/la-madre-de-la-vacuna-contra-la-covid-en-verano-podremos-probablemente-volver-a-la-vida-normal.html). Y la empresa Pfeizer estaba desarrollando una nueva vacuna contra otros virus desde 2013, financiada por el gobierno. Por tanto, el resultado rápido es el producto de un trabajo muy lento y de mucho apoyo económico y político.  En Colombia, la política de Ciencia, tecnología e innovación espera que los investigadores tengan de antemano productos tecnológicos, duros o blandos, antes de saber los resultados de la investigación.

Tercero. Recibir tecnología por transferencia. Esta es la esperanza de muchos gobiernos y empresarios. Sin embargo, para que la transferencia sirva de algo hay que hacer inversiones en infraestructura industrial, por ejemplo, y organizar producción, ya sea por el Estado o por la empresa privada. Pero como este no es un negocio rentista sino típicamente capitalista, entonces los empresarios colombianos no van a emprenderlo. Prefieren pedir autorización para comprar vacunas.

Cuarto. Recibir encargos de envasado y embalaje. Como no somos capaces de aprovechar siquiera la cesión de las patentes, entonces podemos encargarnos de las maquilas de envasado y embalaje. Pero esto necesita también infraestructura, inversión y, sobre todo, conseguir unos materiales apropiados para el vidrio, etc. Es decir, también necesita empresarios, luego, si no lo hacen los capitales extranjeros, tampoco se hará.

Quinto. Comprar las vacunas. No tenemos con qué comprarlas. El Gobierno dice que no tiene recursos, pero si los tenemos ni siquiera nos las venden, porque los países que las producen prohíben la exportación antes de suplir la demanda interna y, además, como ya lo mostramos en un escrito anterior (https://semanariovoz.com/pandemia-vacunas-y-globalizacion/), los países desarrollados se aseguraron los contratos de suministro antes que cualquier estrategia de cooperación mundial, como esperan los apologistas de la globalización. Según Pedro Miguel Tapia, en un artículo en Desde abajo de marzo 2021, Estados Unidos compró 2.600 millones de vacunas, suficientes para cubrir el 800% de su población, mientras el mecanismo Covax de la OMS solo alcanzaría para el 3% de la población mundial.

Según esta escala de cinco escaños en la capacidad de responder a la pandemia, ¿en qué grado de subdesarrollo nos tienen nuestros dirigentes políticos y empresariales?