viernes, abril 19, 2024
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Palabra itinerante: Podemos

No se trata de que el péndulo de la política española se haya corrido a la izquierda. No es un florecer del antineoliberalismo y menos del anticapitalismo. No son masas insurreccionadas. Es gente asqueada, golpeada, excluida.

Foto: podemvlc via photopin cc
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Jaime Cedano Roldán

Si las elecciones en España fueran hoy se produciría un tsunami electoral y el mapa se teñiría con el color morado de Podemos, una formación política que no tiene diez meses de existencia, que aún no ha definido sus documentos fundamentales y no se considera ni de izquierda ni de derecha. La mayoría de la gente que le votaría no sabe por ello qué es exactamente Podemos. Pero sí sabe qué es lo que no quiere. Y no quiere saber nada de políticos ni de corruptelas. Está harta e indignada y esos sentimientos arrastran a tirios y troyanos.

No se trata de que el péndulo de la política española se haya corrido a la izquierda. No es un florecer del antineoliberalismo y menos del anticapitalismo. No son masas insurreccionadas. Es gente asqueada, golpeada, excluida. Gente que no se siente representada por el pacto de la transición. No había nacido cuando se acordó. Confluyen en esta dirección abstencionistas, sectores llamados radicales, tradicionales votantes del PSOE, de la izquierda y de la derecha.

Es un ambiente caldeado por las múltiples movilizaciones contra los nocivos efectos de los recortes neoliberales que tuvieron un punto de efervescencia con las marchas de la dignidad del 22 de marzo. No se puede precisar sin embargo si la gente, y hablamos del fenómeno social, busca una alternancia o una alternativa. Que si ayer en el desencanto cambiaron a Felipe González por Aznar, luego a este por Zapatero y hace poco vieron la esperanza en Rajoy, vean hoy el cambio en la desgarbada figura de Pablo Iglesias. Difícil precisarlo. Muchos desean este cambio sin moverse de la casa o del bar. Pero quieren cambios.

Podemos, su centro duro proveniente del mundo de la politología académica, ha tenido la inteligencia de captar ese momento, ese movimiento en el pensamiento y el sentimiento social y han sabido construir un lenguaje que lo interpreta y actitudes y gestos correspondientes. De resto, ha sido dejarse llevar en la cresta de la ola del tsunami.

Y aunque el péndulo no se haya movido a la izquierda y prevalezcan ideas de apoliticismo, y existan diferencias, hay una sensación que perciben especialmente las personas que lucharon por la libertad y es que desde aquellas épocas no se vivían momentos tan promisorios para una segunda y verdadera transición profundamente democrática y republicana.

Hay desconfianzas. Los sectores más avanzados tienen claro que los objetivos son los mismos. Hay diferencias tácticas y estratégicas que podrían morigerarse. Podrían buscarse puntos de encuentro en el discurso, el programa y las formas organizativas incluyendo las modernas, telemáticas, de participación y por supuesto y necesariamente las militancias históricas sobrevivientes de tantas historias y tormentas. El momento es especial y puede ser único. Saberlo aprovechar es una responsabilidad histórica.

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