miércoles, abril 24, 2024
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Palabra itinerante: Pan, trabajo y libertad

Tal parece que la abdicación de Juan Carlos I y la proclamación de su primogénito solo servirán para reafirmar el monarquismo de un sector de la población adulta, para darle un transitorio protagonismo a la Corona y tiempo al bipartidismo para intentar reencaucharse.

Foto: Adolfo Lujan via photopin cc
Foto: Adolfo Lujan via photopin cc

Jaime Cedano Roldán

Madrid amaneció con sus calles vacías y un impresionante despliegue militar. Parecía estar bajo estado de sitio y ocupada por tropas extranjeras. Durante los días anteriores cada vivienda del centro de la ciudad fue celosamente chequeada por la policía que verificaba la identidad de cada uno de los asustados habitantes de sus pisos. Más de un centenar de diestros francotiradores apuntaban amenazantes sus armas desde los techos más elevados.

Tanques, tanquetas y motos recorrían la ciudad. Desde el aire vigilantes helicópteros policiales. Las pocas personas que esa mañana se atrevieron a salir por un pan, por el diario o a sacar el perro a cagar eran observadas sospechosamente, sus pasos fríamente seguidos, contados, sopesados. Su respiración analizada y sus miradas monitoreadas por expertos de la OTAN. Una joven hizo disparar las alarmas por el extraño y peligroso pin que llevaba pegado en su blusa.

Así fue la mañana madrileña en que Felipe Juan Pablo Alfonso de Todos los Santos de Borbón y Grecia fue proclamado Rey de España con el nombre de Felipe VI, en lo que -para nadie es un secreto- es una desesperada acción para evitar que se desplome completamente la imagen de la desprestigiada Casa Real y se lleve en su estropicio todo el andamiaje del régimen político, económico y social del bipartidismo monárquico.

La misma operación de maquillaje que altos banqueros y financistas están haciendo en las monarquías del resto de Europa para intentar evitar los alzamientos populares ante una Europa que cada día se parece más a la de la peste del judío errante. Pero tal parece que la abdicación de Juan Carlos I y la proclamación de su primogénito solo servirán para reafirmar el monarquismo de un sector de la población adulta, para darle un transitorio protagonismo a la Corona y tiempo al bipartidismo para intentar reencaucharse.

Pero el peligro acecha. En las calles cada día son más quienes salen a reclamar un referéndum y un proceso constituyente que supere los pactos anacrónicos con los que las nuevas generaciones no se sienten identificadas. Las marchas de la dignidad reclamando pan y trabajo siguen convocando la unidad de la izquierda e inconformes y la mordaza inquisitorial impuesta el día de la proclamación han indignado hasta a sectores de la propia derecha. Es que rompieron todos los marcos del abuso policial. Que una joven haya sido reprimida por llevar un inocente pin republicano ha de servir para recordar alarmados que en 1976 Javier Verdejo fue asesinado por un guardia civil cuando en un muro de la ciudad de Almería intentaba escribir la frase “Pan, Trabajo y Libertad”.

Palabras que cada día cobran más fuerza en la empobrecida España.

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