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Oramas: un siglo luminoso

Este 4 de diciembre, en ocasión de los cien años de su nacimiento, se realizará en el lobby de la Fundación Gilberto Alzate Avendaño -bajo el título Oramas: un siglo luminoso- una muestra de obras del pintor, muralista y dibujante colombiano

Guillermo Linero Montes

En la segunda mitad del siglo pasado, Fernando Oramas (Bogotá, 1925 – Bogotá, 2016), hizo parte de un grupo de pintores y de escultores que hoy son protagonistas de la expresión artística nacional.

En ese espacio de tiempo, de la segunda mitad del siglo XX, mientras que en Norteamérica y Europa los pintores se debatían entre ser abstractos o adherirse al Pop Art; en Colombia -siempre dispuesta a plegarse a la universalidad- había quienes, como Ramírez Villamizar y Edgar Negret, buscaban profundizar en la abstracción, y por igual había los dados a develar la realidad social y las políticas que la determinan, como Nirma Zárate y Oscar Muñoz.

Fernando Oramas, siempre negado a que le torcieran el cuello a su cisne, tuvo la inteligencia de tomar partido por ambas tendencias. De tal suerte, privilegió la función social del arte -que es pareja al Pop Art en buena parte de sus propósitos y características- y, semejante a los abstraccionistas, lo hizo con los recursos plásticos de quien no rehúye a las expresiones estrictamente formales.

Trazos de libertad

De hecho, Fernando Oramas, al diseñar planos que con encendida paleta remiten a campos o a cielos de paisajes corrientes, desenvolvía con expresa libertad sus trazos y sus golpes de espátula, sin rehuirle a la figuración; pues sus formas en realidad son indeterminadas, aunque el cerebro -y por su puesto la intención del pintor- nos haga sentir, y hasta ver en ellas, nubes y pájaros que pasan, o al viento cruzando entre montañas o rozando los techos de una aldea.

Esos espacios, siendo Oramas un paisajista figurativo, como lo fue sin restricciones, tienen de protagonista la inequívoca exaltación plástica. Valen mucho en sus cuadros los efectos rígidos de los contornos de la espátula o la flexibilidad de sus pinceladas. No en vano, sus líneas, planos, trazos, y riqueza cromática, le aseguraron una textura vibrante, trasmisora de emociones que lograban lo buscado por los artistas abstraccionistas: despertar la intuición de los espectadores.

De hecho, si algo comparte el pintor bogotano con los pintores de la action painting, es precisamente su libertad creativa; no obstante, repito, Oramas no le rehuía a la figuración, ni a la representación de objetos concretos, como un rancho en lontananza o una familia de campesinos apostada al borde de una vereda, sutilmente cercada por un fondo de neblinas y montañas.

Si algo tiene Fernando Oramas de subjetivo, o de abstracción plástica, es todo esto que he dicho. En efecto, Oramas no pintaba un florero para imponerle a sus espectadores pensar acerca de la jarra y las flores; sino para que, a partir de esa experiencia de ver un objeto muy elemental, se suscitaran conversaciones subjetivas y quedara en ellos -tal y como lo pretendían los abstraccionistas- la opción de interpretarlos a su manera. Valga decir, además, que los recursos de la abstracción, otorgan a su obra un expreso lirismo, a parte de la fluidez y desenvoltura proveniente de los fauvistas y de los creadores de la action painting.

Con todo, ideológicamente Oramas nunca ocultó su talante y principios de comunista, ni su consecuente mirada social. Esa conciencia política, sin duda fue fortalecida al haberse formado al lado de maestros de la talla de Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros, para quienes trabajó en la realización de algunos murales que, precisamente, con clara intención política evidenciaban nuestra realidad de latinoamericanos avasallados. De tal suerte, su entorno social y su inclinación a lo popular, lo acercaron tanto al muralismo mexicano, como a los artistas representativos del Pop Art, Andy Warhol y Roy Lichteintein.

Colores, humor y critica social

Como en los cuadros de estos dos artistas del Pop Art, los colores vivos y contrastantes de la paleta del maestro Oramas -aunque sumidos en rasgos impresionistas- son también brillantes y explosivos, visualmente muy llamativos. Los materiales empleados por Oramas para la ejecución de sus obras procedían del mercado industrial extra artístico, aunque se les considerara ajenos a la producción artística y pertenecieran a la vida cotidiana de los obreros, como la piroxilina empleada para el sellamiento de metales y maderas.

Sin embargo, si bien el maestro Fernando Botero, connotó magistralmente los vicios y maneras de la aristocracia colombiana; Fernando Oramas, siendo un crítico social y un hombre de humor, hizo lo propio develando las condiciones de la población rural y popular; pero sin gratuitas ironías o sátiras de panfleto.

Recordar al maestro Fernando Oramas, es recordar la segunda mitad de la plástica del siglo XX en Colombia, aunque él haya sido excluido -no dudamos que por repulsa a sus lineamientos políticos y religiosos- por la pacata aristocracia nuestra, y por el nombrado “oficialismo” que favoreció, hoy el tiempo lo ha estado descubriendo, más burbujas que artistas reales. Finalmente, porque Oramas no permitía que le torcieran el cuello a su cisne, esto dijo, en conversación con María Cristina Laverde Toscano, a propósito de la exclusión a ciertos artistas y a él mismo:

“Por el camino que ha tenido el arte y por vocación, el arte se volvió –hace ya mucho tiempo– mercancía destinada al consumo privado que, como tal, circula en un mercado de élites regulado las más de las veces, por una crítica no siempre comprometida con la calidad de la obra sino con intereses mercantiles. Para entrar a ese mercado, para incursionar en las ligas de los grandes o pequeños galeritas, hay que nacer en ese mundo, pertenecer a él, actuar conforme a sus estándares, pensar según sus códigos o tener alma de lagarto, y por completo carezco de ella.

De esta manera, por vocación y por convicción, prefiero el encierro de mi casa y de mi taller y el diálogo con los míos y con los amigos que de verdad lo sean. Ahora bien, los compradores de la obra llegan y lo hacen por el valor que le atribuyen, por el conocimiento que van adquiriendo de ella”.

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