Operación Bastón o la entrega de la soberanía nacional

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Posesión del ministro de defensa, Carlos Holmes Trujillo, en noviembre de 2019.

La operación bastón es el nuevo capítulo que relata la acción de la contrainteligencia militar, aparentemente vinculada al ajuste del ejército, y en general, de los altos mandos, al sometimiento de nuestra fuerza pública a la OTAN.

Aparecen comprometidos 16 generales, 128 oficiales de distintos rangos, 122 suboficiales y 35 civiles. Como se ha dicho, hay irregularidades estructurales, de ningún modo, manzanas podridas ni ovejas negras; se trata de mandos, de cuerpos enteros, de misiones, de ausencia de control por parte del poder civil. En definitiva, un enorme superYó que ejerce una influencia decisiva en el manejo de la guerra, de la represión a las luchas sociales y la persecución política a las fuerzas alternativas y críticas de la seudodemocracia genocida que gobierna a Colombia.

La magistrada de la Corte Suprema de Justicia, Cristina Lombana, aparece realizando supuestas tareas de inteligencia, por cuenta de ese superpoder militar, en el seno del máximo organismo de la justicia: ¿cómo, por qué o para qué?

El gobierno y la élite le han mentido al país. El secreto que rodea la inteligencia militar es parte componente del régimen ventajista y dictatorial, que usa la información de Estado para fines políticos de permanencia en el poder y la reproducción del sistema.  Por su parte, la contrainteligencia deja entrever la injerencia de gobiernos extranjeros, especialmente de la CIA; los servicios secretos israelíes y la inteligencia británica en la alta dirección del país. A tales intereses queda enajenada la confidencialidad del Estado colombiano. ¿Cuánto de ello corresponde realmente a lo nacional? Todo indica que el vínculo político que ahora sale a la luz, en medio de las brutales contradicciones internas, es el uribismo y su vocero político, que conserva así la dirección fundamental del dominio de poder ejecutivo.

En esto no hay nada nuevo, como hemos expresado en otras ediciones, lo nuevo es que ahora, desde adentro de la fuerza, hay voces que denuncian y muestran que, al lado de la corrupción connatural del sistema político decadente colombiano, se mueven intereses oscuros de dominación y sometimiento del país. La subordinación al imperialismo y a los aparatos militares guerreristas transnacionales: el Comando Sur y la OTAN, por lo cual algunos sectores realmente nacionalistas de las Fuerzas Armadas se oponen a esa política y agendan una resistencia al sometimiento.

Dos aspectos queremos subrayar como preocupante conclusión provisional frente a lo que estamos observando. Lo primero es el develamiento del mito del supuesto apoliticismo de las Fuerzas Militares y de la Policía Nacional. La doctrina Lleras Camargo, que indicó la subordinación de los altos mandos al bipartidismo, reconciliando en torno a los intereses estratégicos de clase y usufructo del poder en el Frente Nacional y en el modelo actual, dio carta de ciudadanía, desde la segunda mitad del siglo XX, a la politización antidemocrática y a la misionalidad anticomunista de las Fuerzas Militares, en torno al manejo de la represión y el paramilitarismo asociados al orden público y a la contrainsurgencia.

Lo segundo, el sospechoso perfilamiento secreto de la intimidad y la vida diaria de ciudadanas y ciudadanos, señalados y fichados, que no son solo los corresponsales extranjeros y las personalidades: ¿para qué?, ¿para ser puestos en manos del mercenarismo sicarial? Exigimos que estos ¿por qué? y ¿para qué? sean aclarados totalmente.

La polarización del país, que ha sido la tarea realizada por la ultraderecha fascista, militarista y paramilitar, a base del odio a la izquierda y a toda expresión progresista y democrática, que ha asumido como bandera el volver trizas el Acuerdo de Paz y retrotraer el país al periodo de la “guerra sucia” y del genocidio continuado y extendido, asocia a la inteligencia militar, como en el pasado, con esas actividades determinadas por la “obligatoria” definición de un “enemigo interno”.

Es una hipótesis que explicaría la sistematicidad, el alcance nacional, los patrones característicos y la direccionalidad política de los crímenes contra líderes y lideresas sociales, excombatientes, defensores/as de los derechos humanos, dirigentes indígenas, afro y activistas de la izquierda.

La polarización contra la oposición democrática y alternativa es hoy la fuente del genocidio. El anticomunismo de ayer y de siempre se traduce en los lineamientos del exterminio de hoy e intenta la continuación de la extrema derecha en el poder, en un país en crisis, en medio de la pandemia y de la revancha social contra el salario, las prestaciones, las pensiones y la estabilidad laboral, profundizada por el autoritarismo y el desangre de la oposición democrática y social.

La alerta es para todos. Sí o sí nos unimos y actuamos en la calle en la movilización, con las medidas sanitarias obligatorias, la distancia social, los tapabocas, con la voz y el corazón puesto en la lucha. Nuestro programa es la necesidad de un cambio político de fondo, para construir un nuevo país, una democracia real y un camino a la igualdad y a la felicidad, para todos, sin privilegios ni ventajas para el gran capital, socio de la OTAN y promotor de la entrega de la soberanía nacional.

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