Rodrigo López Oviedo
Para decirlo en palabras muy propias del Inquisidor General de la Nación, la destitución y muerte política con que fue sancionado Gustavo Petro “no tiene perdón de Dios”.
Petro “pecó” al poner la Administración de Bogotá al servicio de los excluidos de siempre, sin parar mientes en los poderosos intereses que le tocaría enfrentar.
“Pecó” al querer buscarles solución a los problemas de la educación y la salud públicas al margen de los apetitos de los mercaderes de tan vitales derechos.
“Pecó” al querer ponerle fin a la discriminación de drogadictos, población LGBTI, recicladores callejeros y, en general, de todos los desatendidos por el Estado.
“Pecó” al querer romper políticas neoliberales que hicieron de la Carta Constitucional de Derechos un atractivo nicho de negocios para los dueños del gran capital.
En fin, “pecó” al querer convertir en “humana” a una ciudad excluyente para las inmensas mayorías.
Nada de lo anterior fue del agrado del estrecho círculo de poder para el cual monseñor Ordóñez sirve como Inquisidor. Había, entonces, que armar una componenda para sacar a Petro de su pecaminoso escenario, y para armarla estaba que ni mandado a hacer el fatídico dueto conformado por Invercolsa Londoño y el ex presidente del poncho y el perrero.
El florero de Llorente no podía ser otro que la pretensión del Alcalde de romper el oligopolio de las basuras, vinculando a la ciudad a la competencia por la prestación de este importante servicio.
Lo que nunca se imaginaron Monseñor, Invercolsa y Perrero es que la conciencia política de los colombianos ya ha alcanzado suficientes grados de desarrollo ante atropellos a la democracia tan graves como los que estos siniestros personajes le montaron al Alcalde.
Esa conciencia ha permitido movilizar enormes fuerzas tras la convicción de que, si se permite que por los cachos se lleven a Petro, llegará el día en que no tendrán nada más que llevarse, pues ya se lo habrán llevado todo.
Lo mejor es que esa conciencia ha ido ganando eficacia, como lo demuestra el que las movilizaciones no se hayan quedado circunscritas al Distrito Capital y, al contrario, conquistado preocupaciones en importantes organismos internacionales de los que Colombia hace parte.
Pero no hay que bajar la guardia y evitar que la derecha nos imponga desbordamientos que justifiquen la represión y pongan en riesgo el fin inicial de la continuidad de Petro en la Alcaldía y el posterior logro de consolidar una amplia alianza de las izquierdas y los sectores democráticos en torno a la paz y a una apertura política que no solo admita la controversia, sino también a los contradictores en los escenarios del poder.