jueves, marzo 28, 2024
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Nereo López: El fotógrafo caminante

Fue ante todo, un fotógrafo de espacios exteriores y su obra coincide en el tiempo con el importante momento en que florece el fotorreportaje, con artistas renombrados como Henri-Cartier Bresson y Robert Capa.

Nereo López.
Nereo López.

Libardo Muñoz

Nereo López Mesa, (Cartagena 1 sept 1920, Nueva York agosto 2015) recorrió todo el territorio colombiano en su prolongada y provechosa existencia de periodista, investigador, escritor, hombre de cine y contador de historias, desbordantes todas de un respeto profundo por el trabajo de gentes sencillas y humildes. Ese fue su norte y el acierto de su arte.

Nereo tuvo vocación de viajero en años en que no se contaba con las facilidades ni la velocidad de movilización de hoy.

Nereo llegó primero a donde otros demorarían en llegar, navegó ríos que aún no figuraban en el mapa de Colombia, lo vieron montado en mulas ariscas por montañas y valles, recorrió a pie laderas pedregosas, habló con campesinos y se confundió con ellos, fue amigo de los mineros, de los pescadores, de los indígenas, de los niños, de los ancianos, en sabanas y playas y demostró la importancia de combinar la fotografía con el cariño y la solidaridad hacia las condiciones difíciles de la vida de seres que sólo disponían de sus manos y de su fuerza física.

Fue ante todo, un fotógrafo de espacios exteriores y su obra coincide en el tiempo con el importante momento en que florece el fotorreportaje, con artistas renombrados como Henri-Cartier Bresson y Robert Capa, reconoció en un momento de su carrera la influencia que extrajo de la revista Life, sin desconocer a los fotógrafos mexicanos, maestros del blanco y negro.

Tuvo Nereo un acercamiento amistoso y decisivo con el grupo de escritores compuesto por Álvaro Cepeda Samudio, Gabriel García Márquez, Manuel Zapata Olivella, con el pintor Enrique Grau, jóvenes desconocidos, apenas unos muchachos con quienes colaboró en la producción de “La Langosta Azul” en Ciénaga, Magdalena, en la que él mismo haría el papel del “gringo recién llegado”. Eran los días de la década del 50, cuando todos estaban desempleados, sin dinero, con una cámara de súper 8, pero con unas ganas feroces de explicarse el mundo que los rodeaba.

Para Nereo fue determinante su primer trabajo remunerado en 1959, en la planta de la revista brasileña O Cruzeiro, en la que permaneció hasta 1965.

De esta relación Nereo fortaleció su concepto de fotógrafo de comunidades, de personajes sin maquillaje, figuras antropológicas que hoy son una fuente inagotable para el arte, la investigación periodística y social de Colombia y del resto del mundo.

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