Neofascismo en América Latina

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Kast y Bolsonaro, personeros del neofascismo en América Latina

Esta tendencia hostiliza a las personas homosexuales, se opone a la diversidad cultural y sexual y rechaza el enfoque de género en las políticas públicas. Se caracteriza por su discurso de odio, agresividad y presión a los gobiernos para desconocer derechos

Ricardo Arenales

El incidente protagonizado en la Escuela de Policía Simón Bolívar de Tuluá, al sur del país, divulgado el jueves de la semana pasada, en el que los alumnos en una jornada ‘pedagógica’ recrean los campos de concentración nazis, para lo cual dispusieron de uniformes e insignias con la cruz gamada nazifascista, no es un hecho aislado que pueda pasar desapercibido.

Hace unos años, el fotógrafo de VOZ, Lucio Lara, captó con su lente la imagen de una esvástica en el casco de un policía durante un operativo de orden público en el que los uniformados darían una paliza a un grupo de manifestantes. Las simpatías fascistoides de muchos oficiales de policía y del ejército nacional, entrenados en la Escuela de las Américas con profesores norteamericanos, son secretos a voces.

Este hecho se conoce en momentos en que observadores políticos del continente advierten que, durante la pandemia del coronavirus, varios colectivos ultraconservadores reforzaron sus alianzas con organizaciones de extrema derecha en el mundo, como Vox, en España, o el gobierno de Israel, para afianzarse en las instituciones jurídico políticas y oponerse a las agendas de ampliación de derechos de los ciudadanos.

Blanco de ataques

Esta estrategia se expresa en las campañas que desde hace al menos una década emprenden una serie de organizaciones de esta orientación contra los derechos de personas homosexuales, contra expresiones de diversidad cultural y sexual de las mujeres, contra el enfoque de género en las políticas públicas. Se destacan por su discurso de odio, la agresividad y la presión que ejercen sobre los gobiernos para alcanzar sus objetivos.

Colombia ha sido testigo en el pasado reciente de presiones semejantes en las posiciones extremas contra el aborto, la eutanasia, la dosis mínima, el matrimonio igualitario, pero también contra la Justicia Especial de Paz, JEP, contra el Acuerdo de Escazú, en fin, para frenar el acceso a derechos ciudadanos o boicotear los ya existentes.

El discurso neofascista en los últimos tiempos en América Latina ha sido personificado por figuras de la política actual como Jair Bolsonaro en Brasil; José Antonio Kast, en Chile, Álvaro Uribe Vélez en Colombia, Javier Milei, en Argentina entre los más destacados. Tras el relevo de mandatarios progresistas a comienzos del presente siglo, se han venido fortaleciendo las expresiones de la ultraderecha, que desbordan el pensamiento de la derecha liberal.

No a las conquistas sociales

En Brasil, con Bolsonaro, esa política se dedicó a desarticular programas sociales edificados por los gobiernos del Partido de los Trabajadores. Tal es el caso de los programas Hambre Cero o Bolsa Familia, que apuntaban a fortalecer un trabajo seguro, estable y bien remunerado; una vivienda digna, educación de calidad, una atención en salud apropiada.

Bajo los gobiernos del PT, los esfuerzos desplegados para la atención de los ciudadanos, el impulso a programas sociales, no fueron suficientes. Se dieron por consiguiente expresiones de malestar social, que fueron canalizadas por grupos que al salir a las calles enarbolaban banderas con la esvástica nazi, y hacía en saludo característico de los oficiales de la Alemania hitleriana. Y en una nación que transitaba por el ciclo socialdemócrata, nadie imaginó el posicionamiento de una figura odiosa y mediocre como la de Jair Bolsonaro.

En Chile, emula con Bolsonaro el actual candidato presidencial José Antonio Kast, admirador no solo del mandatario brasileño, sino del señor Trump, en los Estados Unidos. Kast, que acaba de obtener el primer lugar en las elecciones en primera vuelta, ha prometido que de llegar a la presidencia trabajará por la conformación de una especie de internacional anticomunista que luche contra las ideas progresistas en el mundo, a las que califica de ‘terroristas’.

Redentores

Kast, que ha desplazado al candidato de la derecha tradicional Sebastián Sichel, plantea derogar la ley de aborto y aboga por el indulto a criminales y violadores de derechos humanos durante la dictadura de Pinochet, de quien también se declara admirador. Su familia participó en las atrocidades cometidas por las Fuerzas Militares durante la dictadura.

Argentina, por su parte, no es ajena a este renacer fascista. Javier Milei es un publicista y divulgador, que con un discurso ‘antisistema’ ha logrado crecer electoralmente obteniendo en los últimos comicios el 17 por ciento de apoyos en las urnas.

Milei, al igual que Kast y Bolsonaro, se alimentan de la desilusión de una parte de la población, Y de una juventud golpeada por la crisis del capital que atraviesan las sociedades contemporáneas. Milei, que defiende el genocidio de la dictadura argentina, aparece ahora como un redentor de la sociedad argentina.

Falso atractivo

Un elemento común en los proyectos de la ultraderecha fascista en el mundo, consiste en la propagación del miedo como estrategia para conseguir respaldo social; fomentan la incertidumbre entre las personas, Hay un bombardeo mediático de noticias sobre crímenes y pandillas de narcos. Buscan que, en medio del pánico, las personas terminen aceptando soluciones de fuerza, de extrema derecha: el ‘orden’, la ‘moral’, la mano dura para poner fin a la violencia y la inseguridad.

En el caso colombiano, basta mirar noticieros como los de RCN, Caracol, NTN 24, en los que, a diario, su cortina de entrada es el atraco, el asesinato de un menor, la violación, en fin, noticias escabrosas que infunden miedo, desesperanza, y que algún analista calificó en el pasado como ‘periodismo carroñero’.

En medio de la incertidumbre de la violencia, la criminalidad y la pandemia, el recetario neofascista resulta atractivo para muchos, especialmente los sectores más atrasados políticamente. En estos mismos sectores a manudo hay rechazo al pensamiento crítico, a la diferencia, a lo desconocido, y prefieren alimentar un nicho de resignación.

Los sectores democráticos tienen mucho que hacer frente a este desafío. Y una tarea permanente es desenmascarar las fake news. Contra la incertidumbre generar confianza y solidaridad entre los sectores populares, apostarle a la construcción de un bloque histórico antifascista, como propuso Antonio Gramsci. La amenaza neofascista en América Latina es un hecho que debe alertar a todos los sectores democráticos y progresistas de la región.