El son cubano adquirió carta de ciudadanía cuando Miguel Matamoros y su trío lo sacaron de la vereda campesina y el barrio humilde y lo llevaron a los más grandes escenarios de la música tropical. Se cumplen 120 años de su nacimiento
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Ricardo Arenales
En los años 20 del siglo pasado, el son cubano era considerado música de barriada, ‘marginal’, ‘cosas de negros’, que no podía ser tocada en sociedad. Correspondió a un compositor innato, autodidacta, nacido en un ambiente de barrio pobre, el gran Miguel Matamoros, catapultarlo y darle carta de ciudadanía, hasta trascender las fronteras de la isla y convertirlo en emblemático de la música popular cubana.
Matamoros nació en Santiago de Cuba, el 8 de mayo de 1894, hace 120 años. Murió el 5 de abril de 1971, después de cosechar una inmensa gloria como folclorista, que dio gran impulso a un ritmo musical oriundo del Oriente de Cuba, la tierra que lo vio nacer.
En su primera juventud, Miguel Matamoros fue chofer, carpintero, alfarero, monaguillo de la Iglesia del Cristo. Un compañero de trabajo lo inició en las prácticas de la guitarra. Comenzó a cantar en la calle, en establecimientos públicos. Recogía propinas para ayudar en los gastos de la familia. Después quiso aprender a tocar la armónica, y más tarde el conocimiento de la corneta china le permitió nuevos desarrollos musicales.
En 1910, a los 16 años de edad, compuso El consejo, su primera pieza musical. Ese, que fue el inicio, marcó una larga carrera musical en la que compuso 168 obras, entre boleros, sones, pasodobles, habaneras y polcas, que imprimió en más de 200 discos.
Otros formatos musicales
En 1925 funda en Santiago de Cuba, con Siro Rodríguez y Rafael Cueto, el Trío Matamoros, con el que graba su primer disco tres años después. Con su estilo particular, el grupo modificó los géneros del bolero y el son, ritmos que lograron gran popularidad dentro y fuera de Cuba. Un ejemplo de fusión entre bolero y son es su versión de Lágrimas negras, que fue grabado cientos de veces, no solo por el trío, sino por vocalistas como José Feliciano, Pedro Vargas, Sarita Montiel, entre muchos otros.
Después vendrían otros éxitos como Promesa, Dulce embeleso, Elixir de Vida, y sobre todo, Mamá son de la loma, que se convirtió en canción emblemática del grupo y debió repetir una y otra vez ante exigentes públicos a lo largo de sus 35 años de carrera musical.
Ante los éxitos sucesivos, Matamoros funda otra agrupación musical, con el formato de siete músicos, que denominó Septeto Matamoros, y dirigió la orquesta. Más tarde en los años 40, cuando en el ambiente musical se escenifica el desarrollo de los conjuntos, funda el suyo, que denominó Conjunto Matamoros. Allí se vinculan figuras descollantes como Benny Moré, Carlos Embale y Compay Segundo, e inicia giras por España, Portugal, Chile, Colombia, Venezuela, Puerto Rico, Santo Domingo, Nueva York y otras ciudades.
El que se consideró su primer hit, fue El que siembra su maíz, del que vendió 64 mil copias, inspirado en un personaje popular de Santiago de Cuba. En general, los temas sociales, los sueños de las gentes del pueblo, no estuvieron ausentes de sus obras musicales. Es el caso de Camarón y Mamoncillo, dedicada a los participantes en la guerra de 1895 contra los colonialistas españoles. Camarones eran los españoles, que acostumbraban vestir de rojo, y mamoncillos los rebeldes mambises.
El 10 de mayo de 1960 se produjo el retiro artístico del Trío Matamoros. Hoy su música se escucha en el continente entero. Inclusive, figuras importantes de la música tropical, como Cheo Feliciano, recientemente fallecido, puso muy en alto las notas musicales del son cubano, que para el caso del intérprete portorriqueño, combinó también con el bolero, la salsa, el guaguancó, en versiones más juveniles y modernas. En el aniversario 120 de su muerte, rendimos tributo al gran señor del son cubano, Miguel Matamoros.
