Ricardo Arenales
En su condición de miembro del Grupo de Lima, el gobierno mexicano se negó a suscribir una declaración promovida por las cancillerías de los países que integran este mecanismo regional -y bajo cuerda por la administración norteamericana-, en la que se desconoce la legitimidad del gobierno bolivariano de Nicolás Maduro, y se insta a la intervención en los asuntos internos de ese país y a promover un golpe de Estado.
Al asumir esta posición, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador retoma la tradición mexicana de respeto a los principios internacionales de la política exterior, que llaman a la no intervención en los asuntos internos de otras naciones, a la autodeterminación de los pueblos, a la solución política negociada de los conflictos internos y a la cooperación para el desarrollo, mantenidos por ese país a lo largo de un siglo, y que fueron abandonados por la administración del presidente Vicente Fox, durante su mandato, entre los años 2000 a 2006.
Facilitar acercamientos
La idea del Grupo de Lima de “estudiar la crisis en Venezuela y buscar soluciones pacíficas”, como fue su agenda del pasado 3 de enero, en opinión de analistas, no es más que el envoltorio para facilitar políticas intervencionistas contra ese país latinoamericano, por orientación de Washington.
Esa intención intervencionista fue denunciada en la reunión del Grupo de Lima por el subsecretario de Relaciones Exteriores de México para América Latina y el Caribe, Maximiliano Reyes, quien asistió en representación del presidente López Obrador.
“México considera que la vía más efectiva para alcanzar los objetivos por los que se creó este grupo, es mediante iniciativas de mediación y de diálogo, no de asilamiento”, dijo el funcionario mexicano, y agregó: “Por ello México mantendrá relaciones diplomáticas con Venezuela, para así poder considerar con interés las propuestas de acción o gestión diplomáticas” que las distintas fuerzas políticas y sociales de ese país formulen para facilitar su acercamiento, entendimiento y acuerdo.
“El gobierno de México, en fiel seguimiento a sus principios constitucionales de política exterior, se abstendrá de emitir cualquier tipo de pronunciamiento respecto a la legitimidad del gobierno venezolano”, puntualizó Reyes.
Lecciones de dignidad
En consecuencia, el representante del país azteca se negó a firmar la declaración que desconoció a Maduro y llamó a no intervenir ni asilar al gobierno de esa nación. “Hacemos un llamado a la reflexión dentro del Grupo de Lima sobre las consecuencias que tendrían para los venezolanos aquellas medidas que busquen tener interferencia en asuntos internos que entorpezcan el diálogo entre los sectores involucrados y la comunidad internacional”, precisó Maximiliano Reyes.
Con esta posición, México rescata las mejores tradiciones de cooperación transparente, de respeto al derecho que tienen los pueblos de escoger su destino, de darse el gobierno que consideren conviene a sus intereses, sin interferencias foráneas. Esa ha sido una tradición mexicana. En los años 60, cuando la Organización de Estados Americanos, OEA, presionada por la Casa Blanca, expulsó de su seno a Cuba Socialista, México se negó a romper relaciones con la patria de Martí y de Fidel.
Mediadores
En uno de los intentos por encontrar la paz en Colombia, facilitó los denominados diálogos de Tlaxcala, donde albergó a delegaciones del gobierno nacional y de las FARC, respetando los protocolos internacionales para este tipo de conversaciones, hasta último momento. Cuando Gabriel García Márquez debió salir del país para escapar de una andanada represiva y anticomunista, México acogió al novelista colombiano y se convirtió en su segunda patria. En tiempos de la dictadura de Pinochet, acogió también al insigne poeta de América, Pablo Neruda, como a un hijo suyo.
Ahora, en el caso del Grupo de Lima, México exhortó a los miembros de este espacio de coordinación, a no retirar a los representantes diplomáticos acreditados en Caracas, porque ello disminuye la capacidad de intervención con los actores venezolanos. Y como si estos gestos de dignidad no fueran suficientes, el Gobierno de Andrés Manuel López Obrador, junto al de Uruguay, se ofreció ante el Palacio de Miraflores como mediadores en la búsqueda de una salida política.
En respuesta, Nicolás Maduro saludó y reafirmó su disposición a dialogar con los sectores políticos del país. “Hemos visto que dos gobiernos latinoamericanos han tomado una iniciativa, que me parece, debe ser el camino, una iniciativa dialogante, diplomática. Los gobiernos de México y Uruguay han propuesto que se cree una iniciativa internacional para promover un diálogo de las partes en Venezuela, para buscar una negociación, un acuerdo de paz nacional”, comentó el mandatario.
“A los gobiernos de México y Uruguay les digo que estoy de acuerdo en una iniciativa diplomática para el diálogo nacional en Venezuela. Estoy listo para el diálogo, la negociación, para el acuerdo”, precisó Maduro.