Raúl Pacheco Granados
@PachecoGranados
Se sabe cómo inicia una guerra, pero no cómo termina. Son cajas de pandora que desatan fuerzas incontrolables. Esto viene pasando con el enfrentamiento surgido entre el exembajador en Venezuela Armando Benedetti y la exjefa de gabinete Laura Sarabia.
Todo arrancó con una filtración de un procedimiento policial “sospechoso” donde la niñera de Sarabia es interrogada y sometida al polígrafo, y de ahí en adelante vinieron preguntas sobre vuelos en avión privado de la señora a Venezuela con Benedetti, su entrevista con Revista Semana, las interceptaciones ilegales hechas a la señora (donde el fiscal Barbosa nos tiene que explicar mucho), la salida de ambos funcionarios del gobierno y la más reciente filtración de los indelicados audios de Benedetti que afectan el núcleo central del Gobierno nacional. Todo en una semana.
Esta tormenta autoinducida por alguien que perseguía estar más dentro del gobierno, y buscó presionar para ser ministro, es capitalizada por la oposición que buscan señalar directamente al presidente Gustavo Petro por las disputas internas del Gobierno y frenar momentáneamente el trámite de reformas en el Congreso de la República, como ya lo anunció el presidente de la Cámara de Representantes David Racero.
Gustavo Petro definió como signo de su gobierno las reformas económicas y sociales y ha gastado hasta ahora su capital político en impulsarlas. Pero el ejecutivo ha dejado en manos de la política en el Congreso el impulso de las reformas, tanto así que ha sido el mismo presidente quien se ha quejado que no haya un movimiento social en las calles impulsando y defendiendo los proyectos que beneficiarán a los trabajadores (reforma laboral y pensional) y a los colombianos en general (reforma a la salud). Hoy estas tienen un riesgo cierto de no pasar en la actual legislatura, lo cual sería una derrota política.
Esta nueva situación ha tomado distraídas a las fuerzas sociales y políticas que llevaron al poder al presidente a la Casa de Nariño. El movimiento sindical está contando los votos de sus elecciones internas; los partidos políticos y las fuerzas del Pacto Histórico enredados en las definiciones de listas a cuerpos colegiados, alcaldías y gobernaciones; el resto de los movimientos sociales sin iniciativas de movilización. Se pueden hundir las reformas y nadie las defendió.
Nuevamente es momento de dar reimpulso al Gobierno del cambio, cosa que el reajuste del gabinete ministerial no produjo. En la coyuntura actual el ejecutivo luce lento y pesado, en parte por el largo debate sobre las reformas, o porque no hay resultados en algunas áreas del gobierno, o incluso porque los logros no están comunicándose de forma efectiva.
Es hora de renovar muchas direcciones de entidades que la derecha conserva, especialmente en las regiones donde hay cuadros que se la jugaron en campaña y no están aportando a construir el cambio por el que lucharon. También es momento de integrar a la administración nuevos cuadros en cargos medios de los ministerios, lugar donde se embolatan muchas decisiones.
Requerimos ministros que jueguen un papel activo en la política. Hay jefes de despacho y directores de entidades que nadie conoce, que no tienen relación con el movimiento social, que están aislados en la maraña burocrática del Estado y que olvidan que son parte de un Gobierno que prometió cambiar la forma de dirigir el país. Hasta ahora hay más presidente que gobierno. Se necesita equiparar.