jueves, marzo 28, 2024
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Los comunistas, Bullejos y el proceso soberanista en Catalunya

Miguel Á. Parra

Ayer me pasé por el acto que organizaba el PSUC viu en su sede central de Barcelona con el título “El XIXè Congrès: Propostes polítiques a la situació actual”. El acto contaba con la presencia del Secretario General del PCE, José Luis Centella; el del PSUC viu, Alfredo Clemente; y una delegación de los trabajadores en huelga de Panrico. Una vez llegué, un poco tarde debido a mi horario laboral, estaba iniciada la intervención (última de los conferenciantes anunciados) de Centella.

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Debo decir que por temas que no vienen al caso he estado bastante tiempo ausentado de las dinámicas de Partido, con lo cual cogí el acto con ganas. Encontré la sala del Comité Central llena a rebosar de asistentes, muchísimas caras conocidas, otras sin conocer. Un camarada amablemente me cedió su asiento pese a mi negativa, debido a la imposibilidad de encontrar un hueco. Realicé algunos saludos con la mirada y me centré en la ponencia.

Tras la charla, en la que se abordaron temas como el papel del PCE en el proceso de unidad comunista en Catalunya, la recuperación de la base electoral de IU o el modelo de Partido al que aspiramos tener, hubo una serie de intervenciones. Había muchas preocupaciones acerca de si el proceso de unidad iba a ser únicamente un proceso de fusión entre PCC y PSUC viu, o si se iba a hacer un proceso abierto para crear un partido con los muchos comunistas que hay actualmente sin carné. Dejando a un lado los pequeños matices, la idea general era que el proceso desembocara en lo segundo.

El otro tema que suscitó mas interés, y sobre el que creo que hay que reflexionar más profundamente, es en el papel que tenemos que jugar los comunistas en el actual proceso soberanista. Las diferentes intervenciones que hubo del público iban en la senda de considerar el proceso como algo totalmente ajeno a la izquierda federalista y republicana, se llegaba a denunciar la implicación de la coalición ICV-EUiA al punto de que en algunos casos personas de clase obrera la llegara a tildar de independentista. Entre las propuestas para subsanar esta hipotéticamente lamentable situación, sobresalía la de hacer hincapié en el discurso social y de la lucha de clases de manera que se crease una contrahegemonía que solapase al eje nacional.

Si hemos de analizar desde la izquierda este proceso soberanista, hemos de tener en cuenta un factor determinante: Hasta la famosa sentencia contra el estatut de Catalunya en 2010, el catalanismo soberanista era una fuerza latente en la sociedad, que únicamente necesitaba de una agresión para transformarse en proyecto político de masas. Al contrario que el republicanismo federalista, que en Catalunya en estas últimas décadas carece de entidad. Movilizaciones como la manifestación en contra de la sentencia en 2010, la de la Diada de 2012 con el lema “Catalunya: Nou estat d’Europa” o la cadena humana de 2013 dan buena fe de ello. Estas grandes movilizaciones masivas son producto tanto del soberanismo latente hasta ese momento, como de la necesidad de CiU de establecer una cortina de humo que desviase la atención de su política antipopular de recortes en Catalunya y apoyando las políticas de derechas del Partido Popular en Madrid. El resultado, que ha desbordado incluso al catalanismo históricamente autonomista convergente, ha obligado al gobierno de Artur Mas a iniciar una huida hacia adelante cuyas consecuencias aún a día de hoy pueden ser insólitas.

Pero pese al gobierno de CiU, en Catalunya el independentismo históricamente ha estado ligado a otras fuerzas. ERC siempre ha sido el partido clásico independentista, y con una base social de clase media. Prueba de ello es que la hegemonización del independentismo en la sociedad catalana ha repercutido positivamente en las expectativas electorales del partido de Oriol Junqueras, que encabeza los últimos sondeos. La historia demuestra que cuando se asumen unas consignas que no son originales, sin proyecto claro, acaba beneficiando al que tiene la propuesta más sólida al respecto. Y hay que decir que ERC siendo en la teoría un partido de izquierdas ha llegado incluso a votar a favor de los presupuestos recortadores de CiU con tal de conservar un buen entendimiento.

Siguiendo este orden, nos encontramos a la coalición ICV-EUiA. Des del inicio del proceso siempre ha defendido, por responsabilidad democrática, el derecho de los catalanes a decidir su futuro, con pleno respeto y sin injerencias por parte del Estado. Fuera de ese plano, ha seguido con el mismo ímpetu defendiendo el discurso social, oponiéndose a los recortes en sanidad, en educación, estando al lado de las plantillas en lucha y en los movimientos sociales. En pocas palabras, ha ligado la cuestión nacional a la cuestión social. La CUP, por su parte, ha seguido una línea parecida, si bien lo que diferencia a las dos formaciones es que mientras ICV-EUiA tiene pendiente de resolver (y entiendo lo hará según las circunstancias llegado el momento) su respuesta final en un hipotético referéndum de autodeterminación, la CUP es una organización estrictamente independentista.

Cuando el debate político principal en la sociedad catalana es el nacional en detrimento del social, cuando tomando algo en un bar en lugar de discutirse sobre cómo luchar contra los recortes o la reforma laboral se discute sobre si uno se siente catalán o español (para que después los dos partidos principales de la opción española o catalana tengan un mismo proyecto neoliberal de Estado), es obvio que la sociedad tiene dos problemas. El primero de ellos, es que por razones que compete a los historiadores de tomo y lomo analizar, los catalanes no hemos podido subsanar este tema democráticamente. El segundo, es que no se está ligando la reivindicación soberanista con la social y mientras tanto estamos cada día empeorando un poquito más nuestras condiciones de vida.

Ante este panorama, un sector importante de la izquierda de tradición no independentista, se siente excluida del panorama político. Se juega en una liga diferente a la que estamos acostumbrados a jugar, aunque siempre hayamos estado en inferioridad de condiciones. Para los futboleros, es como estar acostumbrado a perder siempre siendo un equipo medio ante rivales como el Barça o el Madrid, pero conociendo el terreno, y que de repente te cambien el escenario y estés jugando en la liga de Qatar, con normas y costumbres que varían de lo conocido y que obligan a proceso de readaptación. Pues algo así es lo que ocurre. La reacción, de muchos (y hasta cierto punto comprensible) es de atrincherarse, tomar como propuesta política reconocer en abstracto el derecho a la autodeterminación (pero sin implicarse en él), insistir en lo que se ha insistido toda la vida pero más aún, y esperar que nuestros compañeros que hay al otro lado del Ebro estén a la altura de manera que tenga sentido defender un proyecto de estado republicano y federal.

De ninguna manera negaré que la reivindicación de la III República española federal y solidaria sea una propuesta válida, pero resulta que en la retaguardia de este movimiento soberanista catalán se está cociendo un interesante a su vez movimiento que intenta que un hipotético nuevo estado catalán sea una república del 99% de la sociedad. Y no me refiero únicamente al Procés Constituent, si no me refiero al conjunto de la izquierda independentista, y de todos aquellos ciudadanos y ciudadanas que un día están en las manifestaciones a favor de la enseñanza pública y al dia siguiente están en una cadena humana en favor de la independencia. Me refiero a todos aquellos que habiéndose movilizado un 11-S no han votado ni votarán a Mas. Aquellos que creen que se puede construir una Catalunya diferente, que un proceso constituyente es una oportunidad. Y lo cierto es que, pese a las enormes dificultades que tiene este movimiento a culminar, sin duda estamos mucho más cerca de un proceso constituyente en el ámbito catalán que en el ámbito del estado español.

El camarada Centella recordó muy acertadamente el caso del Partido Comunista de España en el momento de la llegada de la II República. En 1931 el PCE estaba liderado por José Bullejos, y se caracterizó por no abrazar la llegada de la República, a la que consideraba burguesa, y defender directamente la república socialista. El PCE en aquellos momentos era un partido marginal, con escasísima capacidad de incidencia. Poco tiempo después, Bullejos sería sustituido en la secretaría general por José Díaz, y el Partido cambió radicalmente de línea, adoptando otra más acertada en consonancia de la política frentepopulista de la Komintern, y defendiendo la República y la constitución del Frente Popular que ganó en 1936. El crecimiento del Partido fue mayúsculo, su militancia se multiplicó y tuvo un papel destacado en la Guerra Civil. El caso es que Centella puso como ejemplo al PCE de Bullejos de lo que no había que hacer en caso de la llegada de la III República.

Yo quisiera ir mas allá de eso, y ligarlo con el tema de la cuestión nacional catalana: El PCE actualmente no se puede permitir caer en el bullejismo y no apoyar una hipotética III República tildándola de burguesa, pero, ¿El PSUC puede caer en los mismos errores de filosofía bullejista de no entender un proceso soberanista de masas que puede desembocar en un nuevo proceso constituyente? Sinceramente creo que a nivel estratégico es el peligro más grave que se nos cierne a los comunistas catalanes. Creo que las tareas más inmediatas que tiene el sujeto comunista en Catalunya (llámese PSUC viu, PCC o lo que salga de un proceso unificador) es ligar las inquietudes nacionales de una gran parte de la sociedad con la cuestión social de clase. Creo que el sujeto comunista no puede estar aislado de un proceso constituyente, y dejarle la hegemonía a la derecha, que ya la tiene en el estatus quo estatal. Si la sociedad catalana finalmente decide que quiere un estado propio, el sujeto comunista no puede estar llegar a ese momento en bragas y sin proyecto propio de Estado, porque habrá perdido una oportunidad histórica. Los comunistas en el estado español tenemos que incidir para la apertura de un proceso constituyente republicana, socialmente avanzado, en el que se apuntalen revindicaciones necesarias como el derecho a la vivienda, sanidad y educación públicas y gratuitas, pero no nominalmente como en la constitución del 78, sino con un desarrollo y mecanismo que las haga posibles e imprescindibles. También ha de contemplar mecanismos de empoderamiento de las clases populares de manera que éstas puedan elegir y revocar a sus representantes en cualquier momento, y decidir mediante democracia directa en muchas cuestiones que les afecten, mucho más allá de emitir un voto cada 4 años. Esas y muchas otras cuestiones deben estar presentes en el proceso constituyente español. Pero en el caso que la sociedad catalana llegue a proceso constituyente, los comunistas debemos presentar también tales propuestas y tratar de incidir de manera que se consigan, y aislándonos del proceso eso no ocurriría. Y sería un fracaso histórico al nivel del de la falsa transición democrática.

Entroncar las aspiraciones nacionales con las sociales no impide defender la federación de la República Catalana en una futura III República Española, es más, una experiencia de tan hondo calado puede hacer explotar un proceso en el resto del Estado. No debemos olvidar la difícil situación de millones de familias españolas, los altísimos niveles de desempleo, el empeoramiento de relaciones laborales, el expolio bancario a la sociedad y los casos de corrupción política. No olvidemos tampoco la creciente impopularidad de la casa real española, y el cada vez mayor destape de sus miserias. Con estas condiciones objetivas, si el pueblo catalán en un momento dado fuera capaz de demostrar que se puede construir un estado con otras bases, con mayor igualdad y justicia social, la República Catalana podría ser el pistoletazo de salida y la mejor aliada de la III República española. Pero dejando el proceso soberanista en manos de CiU-ERC eso no ocurrirá.

Tenemos la posibilidad de crear un punto de convergencia con un espectro muy amplio del activismo social. Con gente de la izquierda independentista, de las mareas, del movimiento de indignados y muchos otros con los que podemos estar de acuerdo en el modelo de sociedad que queremos, al margen de las delimitaciones territoriales que quiera cada uno. Y un proceso constituyente debe ser capaz de unirnos a todos para desarrollarlo también des del eje social, el hilo rojo. Sin intervenir en el proceso soberanista, los comunistas muy probablemente seremos una minoría con escasa capacidad de incidencia en Catalunya, y una hipotética república catalana será mucho más cercana a lo que actualmente es el estado español. Con los comunistas, las perspectivas pueden cambiar mucho. Debemos ser capaces de estar a la cabeza de cualquier proyecto constituyente a la cabeza con nuestra propuesta transformadora.

No nos convirtamos en la versión catalana de Bullejos.

Encendiendo la Chispa

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