Libardo Muñoz
¡Queremos pan! ¡Abajo el Zar!, la multitud ruge y más parece el trueno de una tempestad que camina por la Avenida Alejandro Nevsky en dirección a la Duma.
Nadie puede detener esa corriente que se desborda cuando apenas son las 10 de la mañana y hasta el propio Zar aún no termina de vestirse.
Por los cuatro costados el régimen se derrumba a pedazos, es 8 de marzo de 1917, estaban citadas marchas para toda la mañana, apenas dos días después Petrogrado ya está en huelga general. Era el Día de la Mujer.
Dos millones de muertes de la Primera Guerra Mundial, sólo dejan en toda Rusia un cuadro de hambre y desolación.
Jirones de trapos rojos, sacados de baúles familiares que estaban olvidados debajo de las camas y en armarios enllavados, sirvieron para improvisar una verdadera selva viviente de banderas, imposibles de contar, son miles y pocas están enteras.
En el distrito del Vyborg las mujeres se reúnen y visitan las fábricas, arrojan bolas de nieve contra los ventanales más altos para llamar a quienes demoran en tomar la calle.
El grito es uno sólo: ¡Abajo la guerra, pan para los obreros! No sólo escaseaba el pan en San Petersburgo, las penurias en otros alimentos iban en aumento.
Desde diciembre de 1915 las mujeres de Petrogrado, enfundadas en gruesas mantas hacían filas con temperaturas bajo 0, en busca de una hogaza de pan. Los disturbios eran más frecuentes.
De Moscú llegaban noticias, las mujeres determinaron el estado de ánimo de los soldados y los convencían para que se aliaran a la Revolución. ¡Que vivan las mujeres! gritaba la tropa sublevada.
Una hermosa conductora de un tranvía, a quien la historia identificó como Alexandra Radionova, de 22 años, participa en la acción que tumba al Zar y nos deja estas palabras: “Recuerdo cómo marchamos por la ciudad. Las calles estaban llenas de gente, había coches volteados, yo gritaba con todos mis pulmones ¡Abajo el Zar!”. Estos y otros episodios callejeros en Moscú y Petrogrado hicieron escribir a Lenin: “sin ellas no hubiéramos ganado”.
Al frente de la revuelta que se dirige a la Duma de San Petersburgo, una joven lleva el cabello recogido hacia atrás, calza botas negras y su vestido también negro le arrastra por la calzada humedecida, su expresión, aunque serena, proyecta una decisión que nadie hubiese podido quitarle en ese instante: es la Krupskaia, así a secas, como todos conocerían a la compañera de Lenin. La Krupskaia tiene ojos saltones, señal muy prematura de una enfermedad que complicaría su salud hasta quitarle la vida. Pero para eso, falta mucho tiempo. Su nombre: Nadezhda Konstantinovna Krupskaia
El origen familiar
La policía zarista trata de cortar los puentes del Neva para impedir que la marcha llegue a la Duma pero el río estaba congelado y la gente lo cruza a pie. Con cada zancada los manifestantes se hunden hasta las rodillas en la nieve
Los propios guardias han perdido orientación y ya casi no se sabe a quien obedecer en Petrogrado. Los acontecimientos se aceleraron, el 10 de marzo de 1917 se amotina la guarnición de Petrogrado y Nicolás II regresa a toda prisa a Tsarskoie-Selo, pues los 22 millones de kilómetros cuadrados de su imperio van a darle espacio a un mundo hasta ese momento desconocido por la historia.
El origen familiar de Nadezha Krupskaia se encuentra en la pequeña nobleza Krupsky, nacida el 14 de febrero de 1869 en San Petersburgo, su madre fue maestra y su padre Konstantin Ignatievic un militar de actitudes progresistas que le significaron la expulsión de la administración pública, muere de tuberculosis en 1883, cuando su hija tiene apenas 14 años. Este luto familiar la transforma en una joven solitaria pero devoradora de libros.
La penuria familiar no tarda en aparecer y Nadezhda logra el ingreso a un gimnasio femenino, donde ella, después, fue profesora hasta 1891. Entra a la vida política con el “Grupo para la lucha por la emancipación de la clase obrera”. El destino la llamó a conocer a Lenin en esa organización en 1894.
Nadezhda pisa la cárcel por primera vez en agosto de 1896, junto con otros militantes. El zarismo cree poder quitarse de encima a la Krupskaia y al año siguiente la condena al exilio interior junto con Lenin a Siberia, pero por imposición de la autoridad rusa deben casarse.
Una pareja a bordo
Un barco de vapor, navega con trabajosa lentitud por el río Yenisei, en una travesía que no parece terminar nunca. Es la nave de los desterrados en la que Lenin y la Krupskaia comparten litera, arrumados entre otro centenar de hombres y mujeres que casi no hablan entre sí.
La llegada a la población remota de Shushenskoye cae en el ánimo de Lenin y su mujer como un alivio, allí estuvieron desterrados año y medio, rodeados de unos 1.300 habitantes.
La Krupskaia se dedica a aprovechar el exilio y trabaja textos revolucionarios cuando los guardias duermen. Traduce, copia y termina uno de sus libros: “La mujer trabajadora”. En este lapso Lenin logra crear abundantes documentos políticos.
Situación de la mujer rusa
Casi toda la mano de obra de las textileras rusas estaba compuesta por mujeres que también tenían oficios sin calificación alguna.
El salario medio en las textileras era menos de la mitad de la metalurgia en 1916.
Pero además, como en un oscuro túnel, la mujer rusa transitaba en un 62.5% de analfabetismo. La estrategia de ganar a las textileras para el socialismo fue entendida por los dirigentes revolucionarios, entre ellos la Krupskaia.
La Primera Guerra Mundial transformó el papel social de la mujer rusa. Entre 1914 y 1917, por miles, entraron a ocupar el vacío dejado por los hombres enviados al frente, es decir 14’600.000 jóvenes que eran el único sostén de la familia.
Las mujeres rusas superaban en más del 50% a los hombres en el trabajo. Un censo de 1897 y otro de 1914 revela que 20 millones de mujeres componen la fuerza de trabajo asalariado en el imperio ruso.
Nadezhda es un nombre de pila eslavo, que significa “esperanza” en ruso. La Krupskaia fue responsable de las bases del sistema educativo ruso y de la creación del concepto de bibliotecas públicas.
En 1922 la enfermedad de Lenin obliga a la Krupskaia a reducir su trabajo para atenderlo y se encontraba a su lado la madrugada del 21 de enero de 1924 cuando la muerte terminó con una unión de 25 años.
Últimos días de Nadezhda
La Krupskaia fue integrante del Comité Central del Partido Comunista. Recibió la orden de la Bandera Roja del Trabajo. Con los años fue considerada una abuela de la Revolución y defensora de la familia. La noche del 24 de febrero de 1939 se le organizó una fiesta de cumpleaños. Ese mismo día se sintió mal y fue llevada al Hospital del Kremlin donde perdió el conocimiento. Despertó al día siguiente y manifestó su interés de ir al próximo Congreso del PC pero una embolia abdominal y una arterioesclerosis acabaron con su existencia el 27 de febrero de 1939 a las 6:15 de la mañana. Había padecido una hipertiroiditis, enfermedad que le deformó sus ojos y su rostro sereno de otros tiempos.
La Krupskaia fue cremada el 1 de marzo de 1939 después de la exposición de su cuerpo en la Sala de Columnas del Palacio de los Sindicatos, donde unas 500 mil personas la despidieron.
La compañera de Lenin murió un día después de cumplir 70 años de nacida.