jueves, marzo 28, 2024
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Las brechas salariales por género en Colombia

Ley de la economía del cuidado: otro aporte para una verdadera paz con justicia social

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Renata Cabrales

Muy cierta es esa historia de saber popular acerca de un niño cuya maestra le pregunta por el oficio de su padre y éste responde: mi padre es un “héroe de la patria”, es un soldado. Así mismo se le pregunta por lo que hace su madre, a lo que responde: “nada, no hace nada, ella siempre está en la casa”.

Según el ejemplo anterior, vemos cómo se afirma, de manera desconsiderada, que una mujer no hace nada en casa, como si lavar, planchar, cocinar, cuidar a las hijas, a los hijos, a los ancianos y a las ancianas, fuera cuestión de juego. El rol doméstico, en el imaginario colectivo, deviene algo natural para las mujeres, los trabajos feminizados hacen parte del rol “natural” de estas y, es por eso mismo que, al ser supuestamente naturales, carecen de importancia. Además, al realizar dichos trabajos de manera espontánea, las mujeres no cobran un centavo.

Las diferentes responsabilidades que las mujeres asumen en el hogar son la principal causa de sus limitaciones a la hora de adquirir autonomía y buscar oportunidades para participar en el mercado laboral y, de esta forma, obtener la necesaria independencia económica, para cubrir sus propias necesidades. Al no tener independencia económica, esa falta se traduce en una vejez desprotegida por no contar con una pensión digna, la cual se consigue solo a través de la dedicación a un trabajo remunerado, dentro del sector formal de la economía.

Sabiendo entonces, que ese trabajo invisible no remunerado que las mujeres realizan en los hogares, contribuye al bienestar y al desarrollo de las capacidades humanas, así mismo al crecimiento económico de los países; que se realiza en el mayor número de horas que podría constituir mas de la mitad del producto interno bruto (PIB); esto no ha sido apreciado por la sociedad, olvidando que las mujeres son sus principales proveedoras.

En este orden de ideas, el movimiento feminista ha contribuido de manera positiva a la hora de defender el tema de la economía del cuidado, ya que la división sexual del trabajo en la era moderna conminó a las mujeres a la esfera de lo doméstico. Con dicha división, lo privado fue feminizado y lo público masculinizado y, de esta forma, el trabajo realizado en el campo de lo privado: el trabajo doméstico, ha perdido todo valor social.

Como afirma la investigadora Carmenza Saldías: “La creencia de que hay unos trabajos para hombres y otros trabajos para mujeres constituye una de las más injustas divisiones del trabajo que haya conocido la humanidad”.

La diferencia salarial

Cuando las colombianas optan por conseguir un trabajo remunerado, estas ganan en promedio un 20,2 por ciento menos que los hombres por realizar la misma labor. Las estadísticas señalan que la brecha salarial no es una cuestión local, pues las mujeres son víctimas de esta discriminación laboral en el mundo entero.

La diferencia o brecha salarial de género es la diferencia que existe entre los salarios de los hombres y los de las mujeres expresada como un porcentaje del salario masculino, de acuerdo con la OCDE (la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos). La Comisión Europea define este fenómeno como la diferencia entre el salario de los hombres y de las mujeres por hora. Hoy en día se debate acerca de hasta qué punto esta discrepancia es el efecto de diferencias de género, por estilo de vida, por mayor frecuencia de bajas de maternidad, o si estas diferencias son debido a una discriminación sexista.

Así mismo, la edición de 2008 del informe “perspectivas de empleo” (“Employment Outlook”), publicado por la OCDE, expuso que, aunque las tasas de empleo femeninas habían aumentado extensamente y la brecha laboral de género había rebajado, aun así, en todos lados, las mujeres aún tenían un 20 por ciento menos de posibilidades de tener un empleo y cobraban un 17 por ciento menos de promedio que los hombres.

Paridad: lejos de la realidad

En este orden de ideas, las estadísticas a nivel mundial advierten que la paridad salarial entre hombres y mujeres está lejos de llegar a ser un hecho. Sin embargo, aunque las cosas han cambiado desde comienzos de este siglo, en la mayoría de países del mundo, las mujeres reciben entre un 70 y 90 por ciento menos de salario en comparación con los hombres por realizar el mismo trabajo- Esto, según datos de 2013 obtenidos por ONU Mujeres.

Así mismo, entre 1980 y 2008, la Organización de Naciones Unidas registró que 552 millones de mujeres pasaron a formar parte de la fuerza laboral en sus países de origen, pero aun así, seis de cada diez trabajadores a nivel mundial seguían siendo hombres en el momento de realizado el estudio. Del mismo modo, en 2011, el 50,5 por ciento de las trabajadoras estaban en situación de empleo vulnerable, con bajos salarios, frente al 48,2 por ciento de hombres en la misma situación.

Vida fértil: una condición adversa

Suelen ser, en su mayoría hombres, los que definen las condiciones de trabajo en un medio laboral. Es por esto que a la mujer se le llega a considerar una “inversión temporal”, pues si hay que escoger entre un hombre y una mujer que tiene muchos años de vida fértil, se opta por darle prioridad a un hombre que no corre el riesgo de procrear. Además, el hombre es considerado cabeza de familia, sin tener en cuenta que en estos últimos tiempos, el modelo de familia ha cambiado y se ve con frecuencia a madres a cargo de la familia, convirtiéndose en el sostén de esta, con pareja o sin pareja. En muchos casos es ella quien se encuentra mejor preparada profesionalmente que su cónyuge, en caso de tenerlo.

Aunque Colombia es uno de los países latinoamericanos que más crece a nivel económico en la región (en 2013, su Producto Interno Bruto (PIB) incrementó en un 4,5 por ciento) aun así, este desarrollo económico no parece devenir en buenos resultados al tratarse de las condiciones salariales y laborales de sus mujeres, ya que según datos del DANE, en 2012 la tasa de desempleadas era de un 47 por ciento, mientras que los salarios de las empleadas constituían un promedio de un 20,2 por ciento menos que los hombres con mismo cargo.

Economía del cuidado en Colombia

Gracias a los esfuerzos realizados por las exsenadoras Gloria Inés Ramírez y Cecilia López hoy tenemos la ley 1413 de 2010, la cual incluye la economía del cuidado en el sistema de cuentas nacionales con el fin de medir la contribución de las mujeres al desarrollo económico y social del país y, se convierte así, en una herramienta fundamental para la definición e implementación de políticas públicas. Este logro, sin duda, contribuirá a la transformación de una sociedad con una paz verdadera y con justicia social, que tiene en cuenta el trabajo y la contribución al desarrollo social que aportan las mujeres desde la esfera de lo privado.

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