sábado, abril 20, 2024
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La táctica frentista y el Movimiento Comunista Internacional actual

Vuelve a la primera fila del debate comunista contemporáneo la discusión sobre las vías para la revolución.

Foto: Festado do Avante! 2014 via photopin (license)
Foto: Festado do Avante! 2014 via photopin (license)

Lucas Carvajal
Integrante de la Delegación de paz de las FARC-EP

La discusión sobre las relaciones entre el partido revolucionario de clase y las organizaciones tipo frente hace parte del acumulado histórico del movimiento comunista. La táctica frentista ha variado a través de los tiempos conforme a los desarrollos, avances y retrocesos de la lucha obrera.

Ya desde los primeros momentos de la Revolución Rusa, el partido bolchevique guiado por Lenin sentó las bases de la táctica del frente único proletario, adoptada prontamente por la Internacional Comunista desde su fundación en 1919.

El frente único buscaba la convergencia de la mayoría de la clase obrera -tanto los comunistas como los que no lo eran- en un solo frente para la lucha anticapitalista. Se trataba de una herramienta que permitiera la suficiente amplitud política para alcanzar las grandes masas trabajadoras y al tiempo tuviera una dirección clasista para garantizar su conducción revolucionaria.

El frente único propugnaba por la construcción de la unidad obrera desde la base, es decir, por encima de la dirección de los partidos y organizaciones sindicales. De esta manera, la militancia comunista podía ganar para la lucha directa a militantes obreros de otras tendencias -socialdemócratas, anarquistas, reformistas, etc.- sin tener que buscar alianza alguna con sus respectivas dirigencias, consideradas reaccionarias.

A partir del VI Congreso de la Internacional Comunista (1928) primó en sus partidos afiliados la política de “clase contra clase”, en donde la táctica del frente único fue llevada a sus últimas consecuencias, derivando en posturas sectarias y extremoizquierdistas que implicaron la no comprensión del fenómeno del fascismo. El caso extremo de este fenómeno: la incapacidad de los comunistas alemanes para impedir el ascenso electoral del nazismo dada su postura sectaria que rehuyó a una alianza temporal con la socialdemocracia local.

El VII Congreso (1935) dio un viraje radical a la política de los partidos comunistas. Del frente único por la base se pasó a la aplicación del Frente Popular Antifascista, una nueva táctica política que buscaba la más amplia la alianza entre los sectores revolucionarios, democráticos y antifascistas bajo la lógica de que “contra el fascismo, democracia” -véase la sustentación de dicha política por parte de G. Dimitrov, secretario general de la Internacional Comunista en dicho periodo.

En lugar de alianzas por la base, los frentes populares se basaban en convergencias por arriba: eran alianzas policlasistas entre las direcciones de organizaciones del campo democrático e implicaban un claro componente electoral. Así, por ejemplo, en el frente popular francés convergían el Partido Comunista y el Partido Socialista, y en el frente popular de la República Española estaban aliados el PCE -comunista-, el PSOE -socialdemócrata-, la CNT -anarcosindicalista-, la UGT -el sindicato socialista- y diversas formaciones republicanas e independentistas.

Dicha táctica tuvo marcada incidencia dentro de la práctica política de los partidos comunistas latinoamericanos, toda vez que las condiciones del desarrollo del capitalismo en la región implicaban -bajo el espíritu de la época- la alianza con sectores nacionalistas de la burguesía y con el progresismo local.

Hechos como la disolución de la Internacional Comunista en 1943, los cismas del Movimiento Comunista Internacional -aparición del titoísmo, el maoísmo, el hoxhaísmo y el eurocomunismo- y, finalmente, la implosión de la Unión Soviética y el bloque socialista, implicaron un remezón de enorme magnitud para la vida y la práctica de los partidos comunistas y obreros de todo el mundo.

A pesar de todo, las luchas obreras y populares continuaron. A la dispersión y el largo silencio que caracterizaron la década de 1990, vino a reemplazarlos la alta motivación para la lucha que ha representado la crisis sistémica del capital de finales de la década pasada.

Los y las comunistas son hoy sujetos activos del reagrupamiento del movimiento revolucionario. Así, el Movimiento Comunista Internacional se recupera a la par que sus organizaciones participan de las luchas progresistas y anticapitalistas de sus respectivos países, y al tiempo se multiplican los escenarios de discusión y debate político-ideológico.

Dentro de ellos tiene singular importancia la valoración de experiencias y coyunturas como las de los gobiernos posneoliberales y progresistas de Nuestra América -en los que ningún partido comunista ha alcanzado posiciones de dirección de masas-, el fenómeno BRICS o las perspectivas de una guerra internacional de grandes magnitudes.

En todo ello, vuelve a la primera fila del debate comunista contemporáneo la discusión sobre las vías para la revolución, en donde las perspectivas de la táctica frentista vuelven a actualizarse. En la actual etapa de la transición del capitalismo al socialismo, ¿la construcción socialista requiere de etapas previas estilo democracia popular? En el mismo sentido, ¿es pertinente la construcción de frentes policlasistas “por arriba” o la crisis sistémica lleva a la lucha de clases a un grado tal en el que la contradicción capital/ trabajo se resuelva solo por la vía de la confrontación directa? Y en nuestro caso, el de los comunistas latinoamericanos, ¿de qué manera debe actuar el partido revolucionario bajo la coyuntura de gobiernos progresistas? ¿existe aún potencial revolucionario en sectores medios y pequeñoburgueses? ¿son entonces pertinente los frentes policlasistas?

Un Movimiento Comunista Internacional renovado y combativo requerirá de una estrategia y táctica unificada ante un mundo convulso que precisa nuevos triunfos para la clase trabajadora. El debate camaraderil está abierto.

Pueblo Colombiano: ¡Pa La Mesa!

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