La Ruta K y la debacle del macrismo (1)

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Germán Ávila

El gobierno de los Kirchner en Argentina marcó un hito en la historia política de este país. Fueron ellos, Néstor y Cristina, quienes recibieron el país luego de la debacle que significó la crisis de 2002, entregándolo 13 años después como una de las economías más boyantes de la región, con un nivel de vida envidiable para la capa media y unas condiciones dignas para los más sumergidos. Entonces, ¿qué pasó?

La política argentina tiene unas características particulares, se desarrollan organizaciones políticas que representan intereses diversos igual que en todos lados, pero no existen unos partidos tradicionales con raíces tan antiguas que llegan hasta las luchas anticoloniales del siglo XIX, como en Colombia con liberales y conservadores.

En Argentina los Radicales (1891) y el Justicialismo (1946) de orientación peronista, han sido los mayores representantes de la política electoral durante varios años. Sin embargo, con el peronismo ocurre algo como lo que suele ocurrir con figuras de gran relevancia política que abanderan iniciativas que fracturan el statu quo, y que luego son interpretados de muy diferentes maneras por quienes saben que el caudillismo convoca grandes masas.

El peronismo, incluso con Perón en vida, ha tenido perspectivas que pueden ser leídas e interpretadas desde ámbitos muy diferentes, incluso llegando a ser casi antagónicos. Existe un peronismo de un corte popular y progresista, vinculado fuertemente a los sindicatos y las organizaciones feministas, pero también están otras interpretaciones más de derecha como el Peronismo Federal, que tenía como centro único de acción la oposición al kirchnerismo, al punto que varios de sus representantes más conocidos terminaron aliados con Juntos por el Cambio, partido que presentó la candidatura a la reelección de Mauricio Macri en 2019.

El contexto en que asume Néstor Kirchner en 2003 fue el que dejó a Argentina y Uruguay sumidos en una crisis económica demoledora. La clase media se vio profundamente afectada por lo que se conoció en aquellos años como, “el corralito financiero”, en que los bancos se vieron desbordados por la cantidad de personas que buscaban retirar sus ahorros en efectivo, principalmente en dólares. Esta crisis, que evidenció la fragilidad del sistema financiero, trajo como consecuencia una de las olas migratorias más grandes que vio el Cono Sur desde las dictaduras de los años 70.

Los gobiernos de Menem, desde 1989 hasta 1999 privilegiaron los intereses de las grandes empresas, pauperizando las condiciones de la clase trabajadora, hasta el punto que la pobreza superó el 50% y el desempleo el 25%. El gobierno de De la Rúa, que asumió en 1999, en vez de generar mecanismos de circulación interna de capital, decidió inyectar recursos sectoriales y establecer el corralito para salvar al sistema financiero. Como la nación argentina estaba quebrada, los acuerdos Stand By con el Fondo Monetario Internacional alcanzaron casi los USD10.000 millones.

En 2001, De la Rúa renunció, a lo que le siguió una crisis institucional que fue conocida como “la semana de los cinco presidentes”, pues en 11 días, hubo cinco mandatarios en Argentina: De la Rúa, Adolfo Rodríguez, Ramón Puerta, Eduardo Camaño y Eduardo Duhalde, quien finalmente se quedó hasta las elecciones de 2003, donde ganó Kirchner.

Aunque el contexto local era muy complicado, la región despuntaba con los inicios de la consolidación del gobierno bolivariano de Venezuela, que alentaba la aparición de propuestas alternativas en varios países de Latinoamérica y la propuesta del ALCA, lanzada por Estados Unidos, había generado en los sectores políticos más ligados a la izquierda, la necesidad de establecer relaciones multilaterales regionales entre países con condiciones muy similares.

Ese es el primer punto de inflexión en que el gobierno de Néstor Kirchner inicia por medio de la Unasur, los acuerdos regionales que le permitieron a una nación súper endeudada como Argentina, empezar a recomponerse. En 2005 Hugo Chávez anuncia la compra de bonos de la nación argentina por USD1.480 millones, con lo que Argentina declara cancelada la deuda con el FMI, y en 2011 tenía pago el 76% de toda su deuda externa.

Como es natural, estas medidas también tuvieron una fuerte oposición de la derecha, que afirmaba que se dejaba de estar endeudado con el FMI para endeudarse con el gobierno de Venezuela, que cobraba intereses mucho más altos por los bonos y que finalmente la economía argentina terminaría tomada por los petrodólares del chavismo, lo que finalmente no ocurrió y Argentina, entre 2009 y 2015, ya con Cristina Fernández en la presidencia, logró un nivel de vida equilibrado para la población, los servicios públicos eran muy baratos, así como el transporte, lo que sumado a educación y salud universales, hacía que el salario real de la clase trabajadora fuese, al menos digno.

Pero el bienestar argentino se sostenía de las ganancias generadas por las empresas estatales en algunos casos y de la carga tributaria impuesta a una gruesa capa industrial privada nacional y transnacional, que llegaron al mercado argentino con un target envidiable: una clase media solvente y adiestrada para comprar; a cambio tenían que pagar unos impuestos altos. Claro que la lógica del capital poco sabe de equilibrios y tenían claro que unas políticas más benevolentes con las empresas generarían mayores ganancias.

Mientras todo esto pasaba, la discusión en el seno de los grupos de poder en Argentina fue madurando. Se iniciaba un nuevo modelo de persecución política ambientada en los grandes medios, en el caso de Argentina abanderada por el grupo Clarín. Surgieron acusaciones por corrupción a gran escala contra Cristina Fernández y su grupo cercano, mientras los periodistas como Jorge Lanata convertían el tema en una verdad única desde la repetición, desde lo jurídico Claudio Bonadío, el recién fallecido juez, convirtió esta situación en su causa personal.

Se construyó la narrativa de la Ruta K, una perversa organización criminal encabezada por Cristina Fernández, que sacaba dinero en efectivo de las arcas de la nación y producto de sobornos y comisiones ilegales. Se decía que maletas y maletas llenas de dinero fueron movidas por el entorno cercano de la presidenta hacia le exterior por medio del Uruguay, actividades detalladamente descritas por un conductor, que por iniciativa propia decidió llevar un cuaderno de apuntes sobre una serie de actividades que le parecieron sospechosas y decidió, por cuenta propia, empezar a documentar.

Luego de años de martillar sobre la corrupción del gobierno de Cristina y gracias a la división generada por el desgaste propio del ejercicio de gobierno, en 2015 el candidato del Kirchnerismo Daniel Scioli, perdió las elecciones con un 48,66% contra el 51,34% de Mauricio Macri por la coalición llamada Cambiemos. Ese fue el fin de los 12 años de gobierno Kirchnerista.