El relevo se produce a las puertas de la celebración de los 60 años del triunfo de la revolución, cuando esta asume la mayor renovación de la historia
Alberto Acevedo
Cuba inició de manera pausada, ordenada, programada, sin apuros y sin traumas, la anunciada transición generacional, al elegir, el pasado 19 de abril, a Miguel Mario Díaz-Canel Bermúdez, como nuevo presidente de la República, en reemplazo del legendario dirigente de la revolución y líder histórico en la construcción del socialismo en la isla, Raúl Castro Ruz.
Después de haber sido postulado por la Comisión Electoral Nacional como candidato a ocupar el cargo, y resultar elegido por la inmensa mayoría de los diputados a la Asamblea Nacional del Poder Popular, muchos medios de información en el mundo calificaron el hecho como “votación histórica”, pues por primera vez, desde el triunfo de la revolución en 1959, quedará al frente del país una persona que no perteneció a la generación que derrocó a la dictadura de Fulgencio Batista.
Desde 2017, Raúl Castro había anunciado que no buscaría la reelección para un nuevo período de cinco años, y daría un paso al costado, lo cual abrió especulaciones en medios occidentales sobre el rumbo de la revolución y el final de lo que calificaron como “la era Castro”.
Defendiendo la revolución
Pero en la población cubana, y especialmente en la juventud, destinataria del relevo generacional, no tuvieron eco los cantos de sirena de los mensajes subliminales originados en Washington y Miami, en el sentido de que se daría un dramático vuelco a la revolución y la herencia del “castrismo” sería sepultada para siempre.
¡No conocen al pueblo cubano, su dignidad ni su entereza! Sí han llegado las nuevas generaciones a la dirección del Estado. Pero que no se hagan ilusiones los personeros de la reacción internacional, con que Cuba cambiará su rumbo socialista. En las elecciones parlamentarias del pasado 11 de abril, el hoy presidente de la nación caribeña, dijo en el momento de depositar su voto: “Habrá presidentes en Cuba siempre defendiendo la revolución, y serán compañeros que saldrán del pueblo, los elegirá el pueblo”.
Y para que no quepan dudas del camino que seguirá la patria socialista, Díaz-Canel dijo en el momento de asumir el timón político en Cuba: “La revolución sigue de verde olivo para vencer todos los combates (…) Conozco las preocupaciones y expectativas que provoca un momento como este, pero conozco también la fortaleza de nuestro pueblo. Contamos con las experiencias de Raúl, las ideas de Fidel y el apoyo del compañero José Ramón Machado Ventura, como segundo secretario de la organización política de los comunistas cubanos; y un ejército fundado por ellos. Le afirmo a esta Asamblea que el general del ejército encabezará las decisiones de mayor trascendencia para el presente y el futuro de la nación”.
A las puertas del 60 aniversario
La elección de Diaz-Canel tiene numerosos significantes. Se produjo el día en que en se celebraba el aniversario de la victoria del pueblo cubano en Playa Girón, donde se produjo la primera derrota militar de los Estados Unidos en el continente latinoamericano. Un día después, el nuevo mandatario cumplió 68 años de edad. Es decir, es un hombre que nació con la revolución. Pertenece a esa generación de jóvenes que no conoció el capitalismo. La misma que está llamada a profundizar los cambios sociales en la isla.
El relevo se produce a las puertas de la celebración de los 60 años del triunfo de la revolución, cuando esta asume la mayor renovación de la historia, etapa inédita donde el presidente y a la vez jefe de gobierno, no será al mismo tiempo el secretario general del Partido, ni el comandante de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, cargos que concentraron en sus manos Fidel y Raúl.
Pero, por norma constitucional, Díaz-Canel será el primer civil, desde 1959, en comandar cuerpos armados, en su condición de jefe de Estado y liderará un equipo de gobierno, con nuevos y viejos cuadros, en la búsqueda de un socialismo próspero y sustentable.
Magnitud de las reformas
Esa búsqueda supone asumir una serie de retos que han sido mencionados en los documentos programáticos del partido, en las sesiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular, en las discusiones ciudadanas a través de la prensa. En primer lugar, una reforma a la constitución nacional, ya anunciada.
Pero también, asignaturas como el rumbo económico de la nación, la reglamentación y estímulo al trabajo por cuenta propia, una discusión en torno a si se mantienen dos monedas paralelas de circulación nacional. El fortalecimiento del poder municipal. Una mayor transparencia en el manejo de la cosa pública, flexibilización de las formas productivas, mejoramiento de la calidad de los servicios sociales, en fin, una relación más dinámica entre el partido, liderado por Raúl Castro, y el nuevo gobierno.
Todos estos procesos, transversalizados por la nueva ofensiva de la administración norteamericana de Donald Trump, empeñada en endurecer el bloqueo económico y las sanciones a la isla e inmiscuirse en los asuntos internos del gobierno, para provocar su caída. Pero además, en un contexto latinoamericano marcado por el ascenso de gobiernos de derecha.
El abrazo de la generación histórica
En este sentido, Díaz-Canel habló de continuidad del proceso revolucionario, pero renovación en las formas. Esta idea es compartida por los diferentes estamentos de la sociedad. Por esos días, el portal Cubadebate dijo que “la revolución es cambio y continuidad, es el abrazo de la generación histórica y el futuro de la isla, que optó por seguir los caminos del socialismo”.
Diaz-Canel, en su discurso de posesión, hizo un alto reconocimiento de las calidades de Raúl Castro, como ser humano, como compañero de luchas, como revolucionario, al igual que de la generación de los fundadores del socialismo en la isla. Al mismo tiempo, numerosos jefes de Estado y de gobierno saludaron la designación del nuevo mandatario e hicieron llamados, en nombre de sus gobiernos, a renovar los lazos de amistad y de cooperación con el nuevo gobierno.
El relevo generacional en Cuba demuestra que “la revolución es un proceso dialéctico de transformaciones y experiencias acumuladas, de cambio y continuidad. Es una obra colectiva, como esencia y práctica imprescindible”, anotó un analista cubano.