jueves, marzo 28, 2024
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La prostitución como trabajo sexual

Más que el oficio más antiguo del mundo, se trata de la única actividad que fue posible para la mujer para obtener un ingreso. En momentos en que el trabajo remunerado se reconocía solo para el hombre, con la prostitución las mujeres logran obtener una independencia económica

Luz Mireya Gallo Piñeros

La prostitución se ha presentado como un problema social y ha sido rechazada y estigmatizada desde hace mucho tiempo, pero se debe tener presente que fue una de las primeras posibilidades para la mujer de salir de la economía masculina y obtener autonomía en este campo.

El semanario VOZ, en su búsqueda de análisis sobre las problemáticas que atañen a las mujeres, en esta edición quiere mostrar de manera detallada el trabajo sexual en Bogotá, las causas y consecuencias del proyecto de ley 079 del año 2013 que pretende regular y dignificar el trabajo sexual.

El pasado 7 de noviembre se realizó en la localidad de Santa Fe una campaña para reivindicar el trabajo sexual. En ella logramos hablar con muchas mujeres y conocer a fondo esta problemática oculta y que la ley no nombra ni sanciona.

Cindy es una mujer de 58 años de edad que ha trabajado en la prostitución desde los 12 años. Ella sigue trabajando y no se arrepiente de ingresar a este “negocio”. En él me he ganado la vida y también la he perdido, afirma. Cindy ha vivido situaciones muy crueles que no han sido denunciadas, debido a la irregularidad y poca presencia del Estado en este sector. A cambio este trabajo se encuentra controlado y dominado por grupos y mafias que viven de ellas y las explotan constantemente.

Prostitución femenina

Según cifras de Profamilia, el 44% de las mujeres trabajadoras sexuales en Bogotá son desplazadas, por razones de pobreza, discriminación, desalojo de sus viviendas en sus territorios, y tienen que buscar de cualquier manera el sustento para su familia. Cindy, como muchas mujeres que trabajan en la prostitución, es madre soltera que, por situaciones de pobreza, violencia intrafamiliar o por causa del mismo conflicto armado, ha llegado a las filas de la prostitución.

Para ellas, este es el negocio más cruel, no por su esencia misma, sino por las condiciones laborales en las que se ejerce, ya que aún no se han reconocido sus derechos laborales como un trabajo y no se logrará mientras la sociedad y el Estado uno entiendan que las mujeres que lo ejercen tienen derecho a una decisión selectiva de la propia prostituta en cuanto a clientes y servicios, la jornada laboral y el sistema de impuestos y seguridad social.

El negocio del sexo es el cuarto más grande del mundo, después de la guerra, la iglesia y el fútbol. La prostitución mueve enormes sumas de dinero, que en su gran mayoría queda en manos de las mafias que lo controlan y los dueños de los establecimientos. Una de las denuncias más frecuentes por las mujeres y la comunidad LGBTI es la violencia y el maltrato laboral que se impone en los clubes o bares de prostitución. En estos sitios el dueño del bar impone el valor a las mujeres, la cantidad de clientes y el tiempo a ejercer.

Las motivaciones que pueden llevar a alguien a prostituirse son múltiples y variadas; ciertamente las fundamentales son de orden económico y de supervivencia, pero aun así hay muchas mujeres que toman este trabajo por voluntad y decisión propia y es necesario reconocer la prostitución como un trabajo, para que se logren solucionar las problemáticas que viven estas mujeres.

Prostitución masculina

El proyecto de ley desconoce los estudios hechos sobre el tema y oculta la situación actual de las prostitutas en Colombia, comenzando porque oculta el hecho de que se trata de una situación que afecta tanto a mujeres como a hombres, y poco se habla de la prostitución masculina.

Principalmente las mujeres de estratos 1, 2 y 3 son uno de los grupos más vulnerables de la sociedad que ejercen la prostitución. Al contrario, los hombres que trabajan en la prostitución presentan dinámicas totalmente distintas, ya que son jóvenes universitarios que ejercen esta profesión no por necesidad sino para obtener ingresos e invertirlos en ropa o lujos, por lo cual estructuralmente se trata de un problema social de inequidad de género.

Las dinámicas de la prostitución masculina son totalmente distintas, en este la forma de buscar el cliente es más sutil y silenciada, con sólo miradas o una invitación a tomar una cerveza es el canal de comunicación para efectuar un servicio de cambio mucho más remunerado.

Los hombres que se prostituyen, al contrario de las mujeres, no sufren violencia laboral, el riesgo con el cliente es mucho menor, puesto que el perfil de quienes pagan son hombres de estratos altos, universitarios. El hombre prostituto no tiene que desnudarse en la calle, no necesita exhibir su cuerpo ni aguantar el frío de la noche.

Con sólo dos clientes por noche se pueden cuadrar muy bien para dos días, al contrario de las mujeres que deben conseguir de cinco a seis clientes para recibir la misma ganancia que el hombre. Otro dato que demuestra la gran inequidad en este negocio: todavía no se ha presentado denuncia o cifras de algún estudio sobre trata de personas en los hombres; los hombres ingresan libremente, sin sometimiento ni amenazas, al contrario de casos de explotación sexual y trata de personas en las mujeres

Responsabilidad del Estado

Difícilmente la decisión de ejercer la prostitución es libre de inducción, engaño y constreñimiento, en un contexto de falta de oportunidades, pobreza y violencias de género. Además, se oculta el hecho de que el conflicto armado colombiano y la trata interna y externa de personas con fines de explotación sexual obligan a tener en cuenta un contexto de graves violaciones a derechos humanos de estas mujeres.

En el proyecto de ley mencionado se oculta el hecho de que la totalidad de los clientes de la prostitución son hombres. Más que el oficio más antiguo del mundo, se trata de la actividad que responde a la demanda más antigua del mundo: la de un hombre que quiere acceder a un servicio sexual y lo logra a cambio de un precio.

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