Inés Tunubalá Tombe, indígena Misak, tiene 21 años y vive en Silvia, Cauca. Es integrante del resguardo de Guambia y egresada de la Universidad del Valle del programa para sordos y sordos ciegos, apoya el programa de personas en condición de discapacidad, de la Gobernación del Cauca
Ana Elsa Rojas Rey
Esta joven indígena ha aceptado, amablemente, dialogar con el semanario VOZ, en ocasión del 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la no Violencia contra la Mujer, y le hemos realizados las siguientes preguntas sobre su comunidad:
–¿Se ejerce violencia contra las mujeres en su pueblo Misak?
–Sí, claro. En nuestro pueblo la violencia se expresa de distintas maneras contra las mujeres: violencia física, psicológica y verbal, y eso afecta de alguna manera el crecimiento personal. Es así como desde antes las mujeres han padecido este flagelo, pero, poco a poco, hemos venido cambiando. Anteriormente, como vivimos en un mundo machista, y las mujeres teníamos prohibido participar en contextos políticos y en diferentes ámbitos, pues, debíamos estar en la casa y cuidar de los hijos, y no podíamos estudiar, pero, esas costumbres han venido cambiando. Hablo de mi comunidad Misak, del resguardo de Guambia.
El tema de violencias ha venido disminuyendo, en ese sentido, en el 2005, en el ámbito político, se elige la primera vicegobernadora, Mamá Bárbara Muelas, que fue la primera mujer con este cargo, desde que existe esta comunidad. Posteriormente, en el año 2013, sube también como gobernadora, Mamá Ascensión Velazco.
De esta manera, la mujer, en mi comunidad, se ha venido empoderando en temas políticos. Además, el año pasado, se creó el programa Ichu Misak, que traduce, mujer, y que se encarga de velar por los derechos de las mujeres en el aspecto de las violencias.
Como comprenderá, Guambia no está exenta de que al interior de las familias, el tío o el abuelo abuse sexualmente de las niñas y que se calle por miedo a denunciar este tipo de casos. Eso no debe ser así, las mujeres tenemos que denunciar. Por otro lado, se creó la justicia indígena dentro del resguardo y la justicia ordinaria (que es fuera de este), para estos casos Guambia tiene el centro de justicia, que es la que se encarga de vigilar estas ocurrencias y, de acuerdo al grado de violencia, se castiga, pero si ocurre una violencia sexual, el caso pasa directamente a la justicia ordinaria.
–¿Por qué los casos de violencia sexual en su comunidad van a la justicia ordinaria?
–No quiere decir que la Justicia Indígena no cuente con las herramientas necesarias, lo que pasa es que es un caso bastante delicado y en la justicia indígena, de acuerdo a la gravedad del hecho, se da el castigo, y no podría ser castigado con un trabajo comunitario, pues debe de ir a la cárcel. No sería coherente que una violación sexual a un menor de edad, niño o niña, sea castigado, simplemente, con un trabajo comunitario.
–¿Tienen otros mecanismos de castigo, aparte de la justicia ordinaria?
–Si, los mayores Taitas sabedores en conjunto con la medicina tradicional, son los que se encargan de pegarles un empujón, es decir de aconsejarlos, no solamente en caso de violaciones sexuales, sino cuando se cometen otras violencias, son ellos los que se encargan de que los abusadores tengan una nueva vida y volver a comenzar con una mente nueva.
–¿Podría enunciar otro tipo de violencia al interior de la comunidad?
–La violencia no es solo la que se ve, es decir, cuando la mujer ya tiene el moretón, como se dice coloquialmente, pues está también la violencia psicológica, que es la más difícil de detectar, por ejemplo, cuando el marido insulta a la mujer. Ese tipo de violencias no se denuncia porque las mujeres piensan que es normal las traten así. Pero, se ha empezado a tejer encuentros de vecinas jóvenes, para contarles a las maltratadas que el maltrato verbal no es normal, que ese trato acaba la autoestima de las mujeres.
–¿A qué atribuye el cambio de comportamiento de los hombres, con respecto a disminuir las violencias contra las mujeres?
–Pienso que ha sido porque las mujeres nos hemos empoderado y el hecho que haya gobernadoras, pues eso nos ha permitido crear programas en defensa de los derechos de las mujeres, y a través de programas como Ichu Misak, nosotras y los jóvenes nos hemos puesto en la tarea de superarnos, no solo por nuestra experiencia ancestral, también en la educación superior, para seguir transformado, para poder sentarnos en el Nachak, que significa cocina y desde ahí cambiar estos procesos, que anteriormente no nos permitían expresarnos y opinar. Es nuestra responsabilidad con la juventud que viene.
–¿Por qué la cocina, si este lugar significa esclavitud para las mujeres?
–La cocina no es solo para cocinar, allí se abriga el calor de la familia, se calma el hambre se disfruta el sabor de la comida; comer es satisfacción, se comparte, se conversa. Por eso, la Nachak es el mejor sitio, pues es propicio para aprender y enseñar, es allí donde se cuentan historias y esas historias también nos enseñan.