Idealizamos el fútbol, somos hinchas desde pequeños, en la pasión por él solo vemos ídolos y sentimos emociones. Una camiseta, un número, una bandera se convierten en símbolos que representan valores. Nos extasiamos con la victoria y lloramos e la derrota. Pero detrás de todo están los poderes que envilecen nuestros sueños
Habla la J Radio
Alejandro Pino Calad es un reconocido periodista deportivo, director de Publimetro y profesor universitario. En entrevista, conversamos de la actualidad del fútbol nacional y su relación con la corrupción, la mafia y la política.
¿Por qué dedicarse al periodismo deportivo en Colombia desde una perspectiva crítica y no seguir la línea de los grandes medios?
Cuando la Selección Colombia llegó a El Dorado, tras ganar 5-0 a Argentina en 1993, un río de personas la recibió. Mientras subía al carro de bomberos, yo pensaba “pero ganaron un partido, no son campeones de nada”. Una semana después nos enteramos de que, en el día más feliz que me había tocado vivir, hubo 92 muertos y 200 heridos. Fue en ese momento cuando se me hizo un ‘click’ raro: “yo necesito entender esto”. Para mí, el ejercicio del periodismo es tratar de entender eso.
¿Cuál es la relación entre el fútbol y la política?
El fútbol es absolutamente político, lo es en términos de micropolítica, pero también en términos de política real, es decir, de política de vida. Pensemos que, por ejemplo, el fútbol es la primera expresión de actividad física que tiene un niño. Pero al mismo tiempo este deporte tiene tantos intereses económicos detrás, impacta tanto a la sociedad, es decir, cuando la Selección Colombia gana no hay divisiones políticas en este país. Cuando Colombia gana no hay regionalismo en este país.
Entonces en esa comunidad imaginada que es la afición, se genera una instrumentalización del aficionado. Un hincha del fútbol es el cliente perfecto porque no se da cuenta por qué, porque es su identidad desde pequeño. En esa medida, uno es altamente influenciable y esto genera un poder para quienes manejan ese negocio.
¿Y en el caso de Colombia?
De esta manera, en el último siglo, los dirigentes del fútbol construyeron un poder paralelo al poder político, ambos van totalmente de la mano. Hemos sido testigo de esto en las dictaduras en Argentina, lo acabamos de ver en Qatar, un país violador de derechos humanos y sin tradición futbolera que termina siendo el epicentro del Mundial.
En el caso de Colombia, la dirigencia del fútbol es infinitamente corrupta y absolutamente intocable. Hay un discurso muy popular que sostiene que “es que el fútbol es un negocio privado”, pero los bancos, que también son un negocio privado, les caen más duro que a la dirigencia del fútbol. Esta última es intocable porque además está el papel de los medios, que viven de esta industria porque en esta industria se consume mediáticamente.
¿Cómo podemos abordar la violencia que se sigue presentando entre las barras de fútbol?
Las rivalidades en el barrismo, primero, son externas, es decir, mi rival es la barra del otro lado y, segundo, terminan siendo internas. Se dan las escisiones de las barras, por ejemplo, la más famosa para el caso bogotano entre Comandos Azules y Blue Rain; Los del Sur con Nación Verdolaga de Nacional. Barón rojo y Disturbio Rojo. Y eso empieza a generar el discurso de los medios hegemónicos de que el “barrista es violento”, “es que el barrista es mariguanero”. Entonces, el barrista no me importa, me interesa en tanto yo lo pueda utilizar.
En Colombia, a diferencia de casi todas las otras partes del mundo, el fútbol es de dueños, no es de hinchas. Barcelona tiene 150.000 socios. Todos los clubes en Argentina funcionan como sociedades, por eso, las elecciones en Boca Juniors y en River Plate. En Colombia, el fútbol es de los dueños, entonces los hinchas no tienen ni voz ni voto.
Hay un abandono en muchos temas. Por ejemplo, los barritas conocidos como ‘Los guerreros del camino’ viajan hasta Barranquilla montados en el techo de una tractomula. Ocurre una cantidad de muertos, pero no pasa nada y nunca se relacionan con el contexto del fútbol.
¿Cuál es la relación entre bienes públicos y fútbol?
El fondo del problema de nuestras barras tiene que ver con el fútbol de dueños. Colombia es el único país en el mundo en el que el Estado subsidia al fútbol, y cuando digo subsidia no me refiero a plata. El único equipo que tiene un estadio propio es el Deportivo Cali. Todos los estadios son públicos y pareciera que fueran exclusivos para el fútbol cuando es un escenario público.
¿Entonces dónde va a jugar Millos? ¿Dónde va a jugar Santa Fe? No, es que el estadio es público y, además, entra más plata por organizar un concierto, cuando tú lo alquilas para fútbol lo alquilas un día, pero para un concierto son cinco días. Además, el concierto ofrece unas garantías y ahí es cuando uno tiene que empezar a hacer la diferencia. Entonces, ¿por qué el Estado tiene que seguir dándole a un negocio que es privado?
Respecto al fútbol femenino, la Dimayor no recibió el presupuesto del Gobierno nacional…
Este año se destinaron ocho mil millones de pesos al fútbol, con un único fin, el fútbol femenino. La Dimayor utilizó solamente cuatro mil cuatrocientos y devolvió el resto porque eso era lo que podían justificar, transportes, aviones, hoteles, etc., porque, en general, la plata termina en fincas, en lotes, en caballos, gastos que no se pueden justificar. Aquí hay un problema estructural que refleja la misoginia de la dirigencia del fútbol colombiano.