viernes, marzo 29, 2024
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La dignidad de las madres

La dignidad de las madres que se encuentran con el peso de sus hijas que han sido privadas de la libertad por construir un mundo sin violencias contra las mujeres.

Martha Villota.
Martha Villota.

Camilo Insuasty
Estudiante de Comunicación Social

Marta Villota, de 70 años de edad, madre de la prisionera política Liliany Obando, contó una pequeña parte de su dolorosa experiencia, la cual ha vivido no sólo ella sino también miles de familias colombianas y es el encarcelamiento de uno de sus seres queridos. Cárceles inhumanas en donde el drama se presenta a diario tanto para las personas privadas de la libertad como para sus familiares.

–¿Cuál fue la primera impresión que tuvo al conocer la cárcel?

–La primera impresión fue un sentimiento de total depresión, por el constante ultraje a la gente, tanto a las personas que están dentro de la cárcel como a los familiares que vamos a visitarlos y que somos generalmente gente pobre, del pueblo. Las personas de mayor estatus social podían ingresar con menos condicionamientos y notablemente con un mejor trato, en cambio para la gente del pueblo, la gente “común y corriente” hay todo tipo de ultrajes, yo me sentía como si me tiraran al suelo y me lanzaran piedras, como si yo fuera una delincuente, contando además que muchos de los que están en la cárcel son inocentes.

–¿Qué tan difícil es entrar a una cárcel en condición de mujer?

–Muy difícil, empezando que si una no tiene una clase social favorable es ultrajada y violentada. Las filas son demasiado largas y lentas, luego de la requisa con los perros una es llevada a un cuarto en donde la requisan hasta el punto de llegar al manoseo, fuera de eso una tiene que entrar descalza y a veces hasta las blusas debía sacarse. Una debe desnudarse delante de toda la gente. Por otro lado, uno de los sufrimientos más grandes es cuando una va con niños, por que ellos tienen que aguantar frío o insolación en las largas filas, muchas veces los niños se tiraban al piso llorando de hambre y cansancio, no hay el mínimo de humanidad.

–¿No les importaba que usted fuera una persona de la tercera edad?

–Para nada, incluso según el patio a donde una vaya, tratan de humillarlo más, utilizan la misma agresividad que usan contra los familiares que están presos, también somos atacados psicológicamente, lo cual genera un daño irreversible en una.

–¿A qué debió adaptarse luego del encarcelamiento de su hija?

–Sumida en la tristeza y el sentimiento de soledad, se sumaba la responsabilidad de tener a mi cargo dos menores de edad, mis dos nietos, estaba en el papel de reemplazar a la madre en todos los sentidos y ser la cabeza de hogar a pesar de mi avanzada edad, siempre estuve tratando de solucionar los diferentes problemas que se presentaban y de cuidar de mis nietos y procurar que nada malo les pasara.

–¿Cómo afectó a la familia el encarcelamiento de su hija y la persecución del Estado?

–En ese sentido, una se da cuenta que la familia realmente sólo es el núcleo, quienes viven en el hogar, porque en esos momentos los demás familiares no existen, se retiran, se hacen a un lado pues no se quieren ver afectados, la familia que no es del núcleo incluso se avergüenza de lo que ha pasado.

–¿Luego de la detención, qué apoyo recibió la familia?

–Estuvieron grandes personas dándonos apoyo moral y político, esas personas estuvieron resistiendo junto a nosotros en pro de la justicia, estas personas no tenían nada que ver con nuestro núcleo familiar, fueron personas y organizaciones tanto nacionales como del extranjero que estuvieron muy pendientes de nosotros, personas que yo ni siquiera había conocido, vinieron a tendernos la mano y nos ayudaron mucho en la lucha diaria que nos tocó en esos años. Ellos nos dieron fortaleza.

–¿Cómo se supera o se intenta superar una situación de esta magnitud?

–En un principio, consideraba que el silencio era mejor que las palabras, sin embargo el silencio solo hace que uno acepte las falsas acusaciones, las intimidaciones, los ultrajes, yo me encerré en el silencio pero eso no debe ser así, ojalá algún día todo se aclare y se solucione para nosotros. Por otro lado los medios de comunicación deben ser más imparciales y no lanzar juicios sin criterio, no sólo deben quedarse con una parte de la información, también deben ver lo que pasa en los hogares, preguntar las vivencias y acontecimientos de los familiares. El tener un pensamiento diferente no puede tratarse ni convertirse en un problema delictivo, todos tenemos derechos y no hay que callar ante eso.

–¿Qué imagen se lleva en general de las cárceles en Colombia?

–Son hechas para la gente del pueblo, para la gente humilde, muchos por tener un pensamiento diferente terminan injustamente allí y quienes han delinquido en su mayoría lo han hecho por las difíciles condiciones sociales del país, la falta de empleo y el hambre. Las cárceles no están hechas para la gente con poder, ellos tienen sus propias cárceles especiales.

–¿Qué mensaje les da a las familias de las personas privadas de la libertad en Colombia?

–Que una no debe callarse, el silencio no se debe presentar. Por cualquier medio una tiene que contar y hacer ver lo que pasa, las injusticias que se cometen, el pensar diferente no hace a una persona delincuente y que hay que tener mucha fortaleza y dignidad.

Mientras en Colombia no haya políticas carcelarias que respeten los derechos humanos de los prisioneros y sus familias y mejoren las condiciones de vida dentro de las mismas, es imposible pensar que habrá una “resocialización” de los individuos, puesto que lo que las cárceles generan es más exclusión, discriminación y maltrato.

Así es la dignidad de las madres que se encuentran con el peso de sus hijas que han sido privadas de la libertad por construir un mundo sin violencias contra las mujeres.

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