En la mayoría de los comicios se ha dado un voto castigo al oficialismo gobernante, en tanto se abren paso una heterogeneidad de movimientos populares
Ricardo Arenales
Hace tres años, la mayoría de los analistas políticos hablaban de un “cambio de ciclo” en América Latina, sobre la base de que habría una crisis en los gobiernos de signo progresista, y al mismo tiempo se daba un “giro a la derecha”. Las elecciones del último mes, en Bolivia primero, y el pasado fin de semana en Argentina, Colombia y Uruguay, muestran un reversazo en el avance de tendencias de derecha y por el contrario, el resurgimiento de fuerzas nuevas, distintas a los partidos tradicionales.
En este trienio, en América Latina se han celebrado elecciones en 15 de 19 países de la región, y en otros dos, Cuba y Perú, cambiaron de jefe de Estado. Los resultados de estas consultas en las urnas han significado un cambio profundo en los equilibrios políticos de la región. Comenzando por el hecho de que en la mayoría de los comicios se ha dado un voto castigo al oficialismo gobernante, en tanto se abre paso una heterogeneidad de movimientos populares.
El mejor ejemplo de esta tendencia fue la fulminante derrota al proyecto neoliberal en Argentina, liderado por el presidente Macri, que las fuerzas de derecha en el continente quisieron en su momento poner como ejemplo a seguir. La fórmula presidencial de Alberto y Cristina Fernández, se alzaron con el 53 por ciento de la votación, relegando a un segundo plano a Mauricio Macri, que debió conformarse con el 37 por ciento, 16 puntos de ventaja a favor de la propuesta peronista.
Un país empobrecido
Alberto Fernández con su fórmula de fuerzas, reunidas en el Frente para Todos, ganó la gobernación de la provincia de Buenos Aires, con Alexis Kicillof, que obtuvo el 54 por ciento, desalojando del cargo al macrismo, y gana además gobernaciones en Catamarca, Chaco, Santa Fe, Jujuy, Santiago del Estero, Misiones, Chubut y otras localidades.
Mauricio Macri, que llegó al gobierno de la mano del Fondo Monetario Internacional, el mismo que lo empujó a una política de ajuste contra el pueblo argentino, recibió el castigo del electorado en un país con un índice de pobreza del 35.4 por ciento de la población; una contracción de la economía prevista del 3 por ciento para fines de este año, y una inflación del 50 por ciento, que llevará los precios al alza, mientras la deuda externa pública supera el 68 por ciento del PIB.
El abogado peronista Alberto Fernández, exjefe del gabinete de Néstor Kirchner, visto en el país como un centro izquierdista moderado, fue el ganador absoluto de la contienda. Su triunfo estuvo precedido de otro anterior, demoledor, cuando casi 34 millones de argentinos participaron, en agosto pasado, en las elecciones Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias, PASO, donde obtuvo el 47 por ciento, frente al 32 por ciento de Macri.
Economía en crecimiento
Otro resultado electoral, que favorece a la izquierda, es el alcanzado por el Frente Amplio en Uruguay, donde su candidato, Daniel Martínez, que consiguió el 37 por ciento, frente al 29 por ciento de su inmediato contendor, Luis Lacalle Pou, del Partido Nacional, una formación de derecha que aspira a retrotraer a posiciones neoliberales el proceso de transformaciones económicas y sociales del Frente Amplio en 15 años de gestión.
De acuerdo con la constitución uruguaya, ninguno de los dos candidatos alcanzó el 50 por ciento más uno de los votos, cifra necesaria para ganar la presidencia. Por consiguiente habrá una segunda vuelta el 24 de noviembre próximo. Martínez se postula a un nuevo gobierno de izquierda, defendiendo la obra del Frente Amplio. Durante tres períodos anteriores, la economía uruguaya no ha parado de crecer, el nivel de vida del ciudadano común mejoró y el país es ejemplo de estabilidad política.
Sin embargo, la creciente inseguridad preocupa a los sectores populares, que reclamaron, sin mayores ecos, una política más eficaz en esta dirección. A esto se suma un natural desgate en el manejo de la política, fenómeno que se presenta en otros gobiernos de signo progresista que repiten el ejercicio presidencial. Daniel Martínez, además, no parece tener el carisma de su inmediato antecesor, Tabaré Vásquez, ni de Pepe Mujica.
Perspectivas de lucha
Si a los resultados electorales en favor de las fuerzas progresistas del continente en Argentina y Uruguay, se suma el anterior de Bolivia y, de cierta manera los que se presentan en Colombia, donde las fuerzas políticas mafiosas del uribismo fueron duramente golpeadas por los electores, se puede hablar de que estos procesos marcan un punto de inflexión en la política regional.
Lo cierto es que, como se intentó desvirtuar al comienzo de esta nota, el continente no es el paraíso de la derecha, como vaticinaron algunos politólogos que hablaron del fin de la izquierda en el continente. Las tendencias progresistas vuelven a fortalecerse. Adán ha sido expulsado del paraíso.
El panorama que se presenta es complejo y las fuerzas progresistas deberán estar muy atentas frente a una nueva ofensiva imperial que ya se dibuja en el firmamento. Las nuevas sanciones contra Cuba y Venezuela, que pretenden asfixiar las economías de los dos países. El cinismo ramplón de la OEA que reconoce que Evo Morales en Bolivia sí obtuvo una ventaja superior a diez puntos frente a su contendor, pero que de todas maneras sería bueno repetir las elecciones, por si acaso. En fin el anuncio de que todas las fuerzas de derecha en Uruguay se van a unir para detener el avance exitoso del Frente Amplio. Son retos que deberán tenerse en cuenta para defender los procesos de cambios democráticos en la región.