Cuando menos se esperaba, llegó la crisis, esta vez cuando los inversionistas, el capital financiero el capital comercial, veía con optimismo el futuro, debido a la aparente superación de la guerra de los aranceles desatada por Donald Trump contra la economía China.
El Fondo Monetario Internacional, el Banco Central Europeo y todos los analistas y comentaristas económicos, vaticinaban que esa guerra en el mediano plazo afectaría de manera severa la economía mundial. Por esa razón el anuncio del cese de la guerra hizo que inmediatamente esos organismos pronosticaran incrementos en los indicadores de crecimiento económico y disminución de las tasas de desempleo a nivel mundial.
Pero se presentó el coronavirus en la provincia china de Wuhan, con aproximadamente 11 millones de habitantes y centro industrial importante, especialmente productor de artículos de novísima tecnología e importador de materias primas y exportador de automóviles, de aparatos de comunicación y otros aparatos de tecnología avanzada.
Por otro lado, la guerra de los aranceles, dejó al descubierto la debilidad de la economía estadounidense y su relativa dependencia de la economía China: crisis de los estados productores de soya al disminuir las compras del país asiático y desplazar sus compras hacia Brasil y Argentina. El alto riesgo de crisis ante la exigencia de China de recoger los bonos soberanos de la deuda norteamericana que posee.
La actual crisis bursátil, es la manifestación de una serie de factores que pesan negativamente sobre la economía mundial: la financiarización, el alto nivel de endeudamiento de algunos estados; la disminución de la tasa de ganancia, la altísima concentración de la riqueza mundial, recordemos los informes de la Oxfam; las contradicciones entre los grandes productores de petróleo; la lucha de los Estados Unidos por recuperar su protagonismo y liderazgo en la producción e innovación tecnológica. El coronavirus, no es sino la chispa que incendia ese material inflamable.
No olvidemos que es propio de la naturaleza del capitalismo las crisis económicas, “esas interrupciones violentas del trabajo”, que destruyen el capital excedente. Que además aprovecha el capital especulativo. Por tanto, el coronavirus, no es sino el detonante, no la causa.
Esta vez se ha manifestado, como suele suceder, en las Bolsas, y allí destruye parte del capital, destaquemos que en el primer lunes en la Bolsa de Colombia Ecopetrol perdió el 24 por ciento de su capital accionario, en una sola jornada. Las pérdidas de esa empresa fundamento de los ingresos fiscales del Estado colombiano, tanto que ha obligado al ministro de Hacienda a reunirse con el equipo de dirección del Banco de la República para ver como defienden a Ecopetrol y afrontan la crisis.
A nivel mundial la crisis servirá para dirimir la hegemonía en el campo del petróleo entre Estados Unidos, Arabia Saudita y Rusia y simultáneamente el rol que seguirá jugando la Unión Europea y el euro en la economía global y la expansión de la economía china a nivel del orbe.
La brusca caída del precio del petróleo y los graves problemas que está causando y seguirá causando a la economía colombiana, señala los graves errores cometidos por la clase gobernante del país al aferrarse a la forma de acumulación capitalista fundamentada “ los hidrocarburos, la hidroenergía, la minería, los megaproyectos infraestructurales y los agronegocios (especialmente de agrocombustibles), y las plataformas para la exportación y forma de articularse al mercado mundial, mediante la exportación de ese recurso…”.
El hecho cierto es que la crisis que afrontamos echa por tierra todos los pronósticos de un crecimiento de la economía colombiana del orden de 3,5 por ciento, según alardeaba el ministro de Hacienda incluso el Banco de la República. Seguramente el crecimiento del Producto Interno estará muy por debajo de ese porcentaje. En consecuencia, el Estado tendrá graves problemas fiscales y los empresarios privados verán afectados sus ingresos y se disparará el desempleo.
Ante estas circunstancias la historia se repite: El presidente Iván Duque y los empresarios dirán que todos debemos apretarnos el cinturón, que debemos unirnos para afrontar la crisis y poder salir adelante como país. Ese discurso significa que los asalariados debemos aceptar la reducción temporal de algunas prestaciones, incremento salarial por debajo del índice de la inflación, eliminación de los recargos por trabajo nocturno; reducción de los presupuestos destinados a la cultura, a la salud etc.
Ante estas propuestas el movimiento sindical y los movimientos sociales deben sumar a sus objetivos de lucha la defensa de las prestaciones sociales conquistadas tras largas jornadas en las calles de Colombia y construir un petitorio que haga posible, por ejemplo, avanzar en la igualdad salarial de género, objetivo movilizador del movimiento de mujeres; recuperación de las dos horas de recargo por trabajo nocturno que Álvaro Uribe escamoteó a los trabajadores, incremento de los días de licencia por maternidad y eliminación del trabajo informal en el sector oficial. En fin, ante la crisis, sistematicemos y organicemos más eficazmente la protesta social. Es la hora de reanudar la lucha.