Llama la atención que, mientras el Estado hace ruido publicitario por una pequeña inversión de 3 billones, el capital privado coloca 12 billones a disposición del proyecto 4G.
Nelson Fajardo
La construcción constituye uno de los sectores de la economía altamente intensivo en inversiones de capital constante, y en Colombia, tiene una larga historia de aportes al “progreso” de la nación; pero también, una historia plagada de violencia y destrucción de fuerza de trabajo, la encargada de dar soporte y movimiento a dicha inversión.
Ya desde finales del siglo XIX, se inauguran los Ferrocarriles Nacionales (1871) en Barranquilla; pero antes, en 1861, la Escuela de Ingeniería sustituye la Escuela Militar surgida de la Primera Emancipación Nacional.
Es, posterior, en 1950 cuando arriba a Colombia la Misión Curie para hacer una evaluación del estado de la infraestructura del país, con el auspicio del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y el Banco Mundial (BM); proceso que llega a un punto de avance significativo con la construcción del Aeropuerto de El Dorado, en 1959. Generalmente, estos procesos estuvieron antecedidos de fuertes enfrentamientos políticos y militares. Componente bélico que hace parte de los continuos procesos de acumulación originaria de capitales, quienes a su vez contienen actos de expropiación violenta y/o legal del campesinado de sus tierras.
Así las cosas, la construcción y la infraestructura llegan a conformar un sector muy significativo, al punto de hacer el 6,4 por ciento del Producto Interno Bruto Interno (PIB) y generar el 6,5 por ciento de los empleos del país; al mismo tiempo que es parte de las llamadas locomotoras económicas. Desde luego que ese protagonismo es evidente.
Como en el pasado cercano y lejano, la construcción y la infraestructura, están ubicados en buenas posiciones en cuanto aporte al crecimiento del PIB. El fenómeno más protuberante, en lo que a infraestructura se refiere, las empresas líderes del sector, van a invertir en el Plan Vial, que además de los puntos mencionados, contempla el impulso a las concesiones 4G. Para ello, en el corto plazo, están asegurados 12 billones colocados por los empresarios capitalistas[1. ¡Patos al agua!, Revista Dinero 471, junio 12 de 2016, página 24.].
Si las anteriores son las novedades que ofrece el capital privado, por el lado del Estado también se habla de grandes proyectos de inversión, que, según Simón Gaviria, director del Departamento Nacional de Planeación (DNP), colocará en movimiento $ 3 billones de pesos entre 2015 y 2016[2. Entrevista a: Gaviria, Simón: Cuota inicial para la Paz, Revista Dinero Infraestructura, noviembre de 2014, página 14.].
Se observa, entonces, una burguesía que empieza su despertar del letargo causado por cerca de veinticinco años de atravesar un largo período de acumulación originaria o primitiva de capitales. Llama la atención, eso sí, que mientras el Estado hace ruido publicitario por una pequeña inversión de 3 billones, el capital privado coloca 12 billones a disposición del proyecto 4G. En esa dirección, hay que estar vigilantes ante la capacidad de la oligarquía y sus súbditos de mentir y manipular el proceso de paz, cuando de economía se trata.
Según cálculos conservadores llevar a buen término el proceso, requiere 160 billones de pesos, a invertir durante 10 años; es decir 16 billones por año. ¿Será que esos recursos fluirán sin traba alguna? Y ¿Será que la enorme corrupción y su amigo, el clientelismo a la moda, no vaciarán las arcas en función de sus intereses particulares? Seamos vigilantes, más no incautos e inocentes.