
Ser clase media implica tener un empleo formal, acceder al sistema bancario, ser beneficiario de una tarjeta de crédito y ser contribuyente sin posibilidades de evasión
Alberto Acevedo
Camila Andrea es una joven y atractiva secretaria que se desempeña en su oficio en una de las torres de oficinas de un estratégico centro de negocios, entre la Escuela de Infantería del Cantón Norte y el centro comercial Hacienda Santa Bárbara, en el norte de Bogotá. Tiene una formación cultural aceptable, con estudios medios completos, y un trabajo estable. No tiene tampoco un mal salario, en tiempos de precarización del empleo en Colombia.
Sin embargo, por su nivel de gastos como secretaria de un alto ejecutivo, no puede pagarse un almuerzo todos los días en cualesquiera de los elegantes sitios de la zona, donde fácilmente el plato puede costar entre 25 y 40 mil pesos. Por consiguiente, cada mañana empaca con alguna discreción su almuerzo en un ‘coquita’, y al medio día paga dos mil pesos en una cafetería cercana para que se lo calienten.
Jorge Mario es empleado de una importante cadena internacional de hotelería y turismo, con una oficina regional para América Latina situada en Bogotá. Hasta el momento en que se dictaron las primeras medidas de confinamiento, devengaba un salario de aproximadamente seis millones de pesos mensuales. En su oficio se la pasaba viajando constantemente por diversas capitales de América Latina, alojándose en hoteles cinco estrellas, realizando una labor de supervisión de servicios que le reportaba un plus adicional. En ninguna ciudad pagaba alojamiento ni comida.
De ahí para arriba
Con la pandemia no volvió a viajar, no devengó viáticos adicionales, tampoco perdió el empleo, pero le rebajaron el salario a la mitad. Camila Andrea y Jorge Mario le pidieron al autor de esta nota no revelar sus apellidos. Camila simpatiza con el paro nacional en desarrollo, aunque no está de acuerdo con los daños a Transmilenio ni a los cajeros bancarios. Jorge Mario en cambio, no está de acuerdo con el paro, detesta a Petro y odia a la alcaldesa de Bogotá, por tres razones: Por ser mujer, por ser de izquierda y por su orientación sexual. No se requiere un gran esfuerzo para entender su posición machista.
Camila y Jorge Mario además se ubican en la escala social de la denominada clase media. De acuerdo a las mediciones del DANE, se agrupan en este estrato social las personas que ganan entre $600.000 y los tres millones de pesos mensuales. De este rango para arriba están los ricos. De ese rango para abajo están los pobres y vulnerables.
Un aspecto no suficientemente analizado de los últimos estudios de pobreza en Colombia, revelado a comienzos de este año, es que también la clase media fue sensiblemente golpeada no solo por la pandemia sino por la crisis económica y social que ya venía en desarrollo.
Concentración de la riqueza
Mientras la clase pobre pasó del 35.7 por ciento en 2019 al 42.5 por ciento en 2020, la clase media pasó del 30.1 al 25.4 por ciento en el mismo periodo. Es decir, tuvo una caída de 4.7 puntos porcentuales, “lo que nos permite tener una diferencia de 2.18 millones de personas menos en situación de clase media” según expresión de Juan Daniel Oviedo, director del DANE.
Es importante anotar en esta valoración, que también la clase alta pasó del 2.2 por ciento en 2019 a un 1.7 por ciento el año pasado. Es decir, los más ricos se reducen, pero se hacen más poderosos, en la medida en que se produce una mayor concentración de la riqueza. De ahí para abajo, se genera un empobrecimiento a distintas escalas, que condiciona el desarrollo de la economía del país.
Se podría dejar en este punto el relato de la suerte de la clase media, si no fuera porque la definición de su posición social sigue siendo problemática. Un ejemplo: si un núcleo familiar gana $1.800.000 al mes, es diferente si la familia la integran cuatro personas. A mayor número de personas es más difícil acceder a bienes y servicios, que caracterizan a la clase media.
Su tipo de existencia
Ser clase media implica que sus integrantes estén formalizados en el empleo, accedan al sistema bancario, sean beneficiarios de una tarjeta de crédito, a los bienes de consumo gravados por el IVA y por tanto sean contribuyentes fijos sin posibilidades de evasión fiscal. De ahí que la clase media sea de especial atracción e interés para el mercado capitalista global.
Un estudio reciente del Departamento de Economía del MIT (Massachusetts Institute of Technology) dice que hay evidencia empírica de la existencia de una ‘clase media’ no solo en cada país sino a escala global. Sobre su “tipo de existencia” dice que es aquella que no solo consume más y vive en mejores casas que los pobres, sino que comparte rasgos “subjetivos” como la tendencia a garantizar mejor educación a los hijos o formar familias menos numerosas. Por ejemplo, la inversión que cada familia hace en esparcimiento, es característica esencial para definir la clase media.
Las cifras aportadas por el DANE insinúan que la clase media tiene otra característica: la de una extraordinaria movilidad. Es lo que algunos pensadores marxistas catalogan como estar en ‘sándwich’. Circunstancia que se expresa en la puja de sus integrantes por ascender en la escala social y tener un mejor estatus social, y de otro lado la pelea de los más ricos y poderosos por desplazarlos y reducirlos a la condición de pobreza en el proceso de concentración de la riqueza.
Propuesta programática
Ligado a esa movilidad tan dinámica, que implica que hoy pueden estar arriba y mañana abajo, se suma su postura política, caracterizada también por una alta inestabilidad. La respuesta diferente que dan las dos personas puestas como referencia al comienzo de esta nota, así lo indica. Ambos viven bien, en términos generales, al menos mejor que los pobres. Pero uno está con el paro nacional, otro en contra.
El paro atrajo muchos sectores a la lucha social. Uno de ellos fue el de los camioneros. En su mayoría constituyeron, hasta hace poco parte de la base social del uribismo. Utilizando su lenguaje, se le ‘abrieron del parche’ al uribismo.
La lección es que estos sectores de clase media, golpeados también por la crisis global, por la economía de mercado, que los usa como apartado de consumo, son susceptibles de ser ganados para causas populares, para la lucha por la democracia y el progreso social. Y en tiempos como los que se viven en Colombia, de alta confrontación social, de construcción de un gran Pacto Histórico, de cercanías a la celebración de un congreso del partido comunista, bien valdría que las fuerzas democráticas hicieran una reflexión y una propuesta programática en torno a la clase media en nuestro país.