La reciente declaración de Trump, de que su gobierno considera todas las opciones, en caso de que Guaidó sea objeto de alguna represalia, lo descalifica como actor legítimo en el escenario venezolano y lo define como instrumento de una intervención abierta y declarada
Alberto Acevedo
El héroe cuya imagen nos venden en forma cotidiana los grandes medios de comunicación, no lo es tal; es un bandido. Juan Guaidó es la ficha que Washington necesitaba para intentar articular una oposición de peso al presidente Nicolás Maduro. Y se convierta en el instrumento desestabilizador que se atraviese en el camino del presidente constitucional e impida que lleve a término su mandato de seis años, que acaba de comenzar.
Es militante del partido Voluntad Popular, que orienta el golpista Leopoldo López, hoy en prisión domiciliaria; una célula terrorista de extrema derecha, vinculada a todos los intentos de golpe de Estado que ha diseñado la burguesía venezolana desde el momento en que, hace dos décadas, asumió el poder el líder bolivariano Hugo Chávez. La ofensiva mayor, diseñada por Voluntad Popular, fue el intento de golpe de 2014 y el programa ‘La salida’, un complot subversivo que terminó en las denominadas ‘guarimbas’ con elevado saldo de muertos, heridos y destrucción de edificios públicos.
Su publicitado acto de toma de posesión como “presidente provisional” de Venezuela, no es más que un episodio de fantochería. Aunque pueda resultar un poco exagerado elevarlo a esa categoría. En todo caso es un protagonismo inédito en la historia latinoamericana. Desde tiempos inmemoriales, cuando los imperios quieren construir un gobierno fantoche, que sirva a sus intereses, le organizan un aparato administrativo, unos tribunales, así sean corruptos, un remedo de fuerzas armadas, y después proyectan la ceremonia de ascenso.
Un desastre
En este caso, se hizo lo contario. Primero se nombró al ‘comendador’, se edifica la cúpula de la pirámide y luego se le intenta dar una base, que ostente alguna firmeza. En teoría política, esto es un desastre. Los títeres de las potencias extranjeras, tiene algún gobierno, un gabinete. Este, además de no tenerlo, gobierna desde la embajada de los Estados Unidos. Guaidó es un gobernante sin gobierno. El aparato administrativo, los servicios públicos, las comunicaciones, el presupuesto nacional, la policía, las fuerzas militares, el espacio territorial, marítimo, aéreo, están bajo las órdenes de Maduro, que es el presidente constitucional.
A pesar del reconocimiento que ha hecho de su ‘posesión’ Estados Unidos, la mayor potencia del planeta, él no manda a nadie en Venezuela. Pero, en otra novedad de la política internacional, a Guaidó le han hecho un reconocimiento vía tuiter.
En este sentido, Guaidó, que hasta el 5 de enero era un desconocido, y asumió la presidencia de la Asamblea Nacional por efectos de una rotación entre partidos de derecha, es, en el mejor de los casos, un presidente virtual. Constituye sí, el inicio de una injerencia mayor por parte de Washington, orientada a provocar una confrontación más elevada entre venezolanos.
Fisuras y desencuentros
La reciente declaración de Trump, de que su gobierno considera todas las opciones, en caso de que Guaidó sea objeto de alguna represalia, lo que está demostrando es que éste se encuentra bajo la protección de Washington, lo cual lo descalifica como actor legítimo en el escenario venezolano y lo define como instrumento de una intervención abierta y declarada.
En esta perspectiva, la aventura del golpe no concluye aún. En el frente interno, no hay todavía una correlación de fuerzas favorable a Guaidó. En el frente externo, no se ha avanzado mucho. En lo fundamental sigue siendo una construcción mediática. Guaidó nombró embajadores ante la OEA y en diez países aliados de Estados Unidos. Pero entre los amigos de la diplomacia de la confrontación, surgen fisuras y desencuentros.
El gobierno ruso ha entrado en el juego. Ha dicho que va a defender con firmeza sus intereses en Venezuela. China por su parte, ha expresado su respaldo a Maduro. Moscú también, y rechazó la estrategia de Washington de provocar una “dualidad de poder” en ese país. “Salta a la vista el propósito de aplicar el guión ya probado de derribo de gobiernos indeseados”, acotó la cancillería rusa en una declaración.
Tiro por la culata
“En las acciones descaradas de Washington” se observa “una nueva manifestación de desprecio total de las normas y principios del derecho internacional y un intento de arrogarse el papel de juez de los destinos de otros pueblos”, precisó en forma enérgica la cancillería rusa.
La aventura golpista de Trump puede traerle un enorme costo político. Evidentemente, no tiene en este momento presupuesto para movilizar tropas a Caracas. El gobierno está, paralizado. El cierre del gobierno le ha costado a la administración tres mil millones de dólares, más de lo que costaría las construcción del muro en la frontera con México, sueño obsesivo del presidente.
Trump ha anunciado que ha ordenado el retiro de sus tropas de Siria, y protagoniza reveces económicos en su guerra comercial con China, en su enfrentamiento a Irán, en las pretendidas sanciones a Rusia, mientras que en el ámbito doméstico, en la Cámara de Representantes crece la idea de someterlo a juicio político por abuso de poder, corrupción política y otros delitos.
Perfil suicida
En lo que compete a Venezuela, el abierto patrocinio de Trump a Guaidó ha sido la perdición de éste. Porque confronta al chavismo, que tiene profundas raíces nacionalistas como discurso programático, en el que lo nacional y la soberanía son columnas vertebrales. Y no es posible hoy en día un gobierno, así sea de transición, sin contar con el chavismo.
La aventura golpista, en esta perspectiva, no parece tener futuro inmediato, por más respaldo internacional que recabe. Sin contar que la joven “promesa” del partido Voluntad Popular, tiene más perfil de suicida político que el de un líder con futuro. En un encuentro con funcionarios del gobierno en Miraflores, reconoció que estaba siendo cada vez más presionado por las autoridades norteamericanas y por su jefe político, Leopoldo López.
En ese triste papel surge como una paradoja, la versión ya comentada por varios analistas latinoamericanos, y denunciada por el propio presidente Nicolás Maduro, que el señalamiento que John Bolton, Mike Pompeo y otros personajes norteamericanos ha hecho de que algo que le suceda Guaidó desataría la furia de la Casa Blanca, lo que ha hecho es ponerle la soga al cuello al flamante “presidente fantasma”. Las propias fuerzas de la reacción atentarían contra su vida, para convertirlo en héroe y justificar la ofensiva final contra la Revolución Bolivariana.