sábado, septiembre 14, 2024
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Jericó: El atronador silencio

Se recrudece la violencia contra el pueblo palestino. En las últimas semanas, el nuevo gobierno ultraderechista de Israel ha intensificado sus agresiones en medio de un cómplice silencio informativo de la prensa occidental

Federico García Naranjo
@garcianaranjo

En la Biblia, el episodio del sitio a Jericó es célebre en la historia sagrada. El pueblo hebreo, en camino a la tierra prometida, se encuentra con la fuertemente amurallada ciudad de Jericó como último obstáculo para llegar. Para tomarla y siguiendo las órdenes de Dios, dan vueltas alrededor de la ciudad marchando en absoluto silencio detrás del Arca de la Alianza y de los sacerdotes que hacen tronar los cuernos, produciendo un ruido ensordecedor.

Finalmente, tras siete días de rodear la ciudad, todos lanzan un alarido que, sumado al bramido de los cuernos, hace que las murallas de la ciudad se derrumben y permita a los hebreos tomarla, saquearla, destruirla y matar a todos sus habitantes.

Por ello, el sitio de Jericó se ha convertido en la cultura popular en un símbolo de victoria gracias a la fe y su significado se relaciona también con la fuerza que tiene la voz y el grito como potenciales transformadores de la realidad.

No obstante, los capítulos más recientes de la ocupación a Palestina parecen contradecir el significado histórico que tiene el pasaje bíblico. Si en aquella época, el ruido permitió a los hebreos conquistar la victoria gracias al ruido, hoy sus descendientes se sirven del silencio, el atronador silencio de la llamada “comunidad internacional” y de los medios corporativos de comunicación para llevar a cabo un genocidio continuado, como si fuese el último obstáculo antes de llegar a la tierra prometida. Esta vez, el objetivo de las tropas de ocupación ha sido la actual provincia palestina de Jericó.

Ocupación, sitio y muerte

Desde el pasado 28 de enero, tropas de ocupación israelíes ingresaron violentamente a la ciudad de Ariha, en Jericó –hoy Cisjordania ocupada–, con el pretexto de perseguir y capturar a un hombre acusado de haber participado en un tiroteo en un restaurante cercano. Sin embargo, lo que comenzó como una operación policial rutinaria, se convirtió rápidamente en una “operación antiterrorista” según fuentes del gobierno israelí, que tenía como propósito capturar a miembros del movimiento de resistencia Hamas.

Tal operación militar derivó rápidamente en un asedio permanente –un sitio– a la ciudad de Ariha que cortó los suministros de alimentos, medicamentos y agua, desatando una grave situación humanitaria, además de los constantes ataques, disparos e intimidaciones de las tropas hacia los habitantes de la ciudad.

Es decir, una versión contemporánea del sitio de Jericó, con la diferencia de que no estamos ante un pueblo errante que enfrenta a una ciudad fortificada, sino a un ejército moderno, agresivo y brutal que castiga colectivamente a una población entera por cuenta de un supuesto delincuente.

Al asedio a Ariha se sumaron los asaltos al cercano campo de refugiados de Aqabat Yaber, el 4 y el 6 de febrero, dejando un saldo de más de 13 heridos y cinco muertos, así como numerosos arrestos y destrucción de casas y enseres.

Modus operandi

Hechos como estos no son nuevos. Son parte de la forma normal de proceder del Estado de Israel contra los territorios ocupados palestinos, sometiéndolos a constantes incursiones armadas, bombardeos, cortes de suministros, detenciones arbitrarias, construcción ilegal de asentamientos, destrucción de casas y cultivos, el tristemente célebre “muro del apartheid” que confina a los palestinos en su propia tierra, los omnipresentes check points –puntos de control– que impiden el libre tránsito y más recientemente, los ataques de fanáticos sionistas a ciudadanos israelíes cristianos, árabes y beduinos.

Dicho proceder criminal no sería posible sin el silencio de los países industrializados, las organizaciones internacionales como la ONU y los medios de comunicación. No decimos nada nuevo cuando señalamos el doble rasero de los medios al cubrir las noticias según las víctimas.

Evidentemente no reciben la misma atención 200 nigerianos asesinados que 12 periodistas parisinos, así los hechos hayan sucedido la misma semana, ni recibe la misma atención el pueblo de Yemen, bombardeado impunemente por Arabia Saudí desde hace siete años, que el pueblo de Ucrania, sacrificado en esta guerra por las potencias occidentales en su cruzada por mantener la hegemonía global.

Claramente, casos como los anteriores nos muestran que el discurso de los derechos humanos y el derecho internacional se aplica a conveniencia, pero la situación de Palestina es particularmente insultante debido a que su propia ocupación fue provocada por la resolución de la ONU que creó el Estado de Israel en 1948.

Es decir, la propia “comunidad internacional” es la responsable de haber creado las condiciones para que el Estado de Israel ocupara Palestina aquel año y desde entonces ha consentido tímidamente que continúe expandiendo sus fronteras hasta reducir el territorio palestino a su mínima expresión.

Intensificación de la violencia

En recientes días, la Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios, OCHA por sus siglas en inglés, publicó un informe donde denuncia que Israel ha asesinado a más de 31 palestinos en las últimas tres semanas. A los actuales hechos en Jericó se suma la incursión armada del mes pasado en el campo de refugiados de Jenin que dejó 10 muertos y 26 heridos, incluyendo niños.

Estos actos de violencia recrudecen los habituales niveles de agresión contra Palestina, que no se resigna a acostumbrarse a las permanentes incursiones, bombardeos y maltratos en general. Si bien el informe de OCHA es útil para hacer visible la situación, en últimas es más de lo mismo a lo que nos tienen acostumbrados los organismos multilaterales: mojigatas declaraciones, tímidos regaños y cordiales llamados de atención.

Ante ello, las organizaciones de la resistencia palestina se preparan para intensificar a su vez los ataques hacia Israel como represalia por el aumento de la violencia. Tras los hechos de Jenin, la organización Hamas expidió un comunicado donde advierte que el régimen de ocupación pagará el precio por la masacre.

Por su parte, uno de los responsables de la Yihad Islámica palestina dijo que Gaza y Jenin están unidos contra el invasor israelí. Luego de las incursiones en Ariha, Hamas ha llamado a “tres días de furia” y a prepararse para una nueva intifada.

Sionismo antisemita

Mientras tanto, de nuevo ha sido elegido Benjamin Netanyahu como primer ministro y ha conformado uno de los gobiernos más ultraderechistas de la historia del Estado de Israel, provocando que se intensifiquen las agresiones como la construcción de nuevos asentamientos en los territorios ocupados y la consiguiente destrucción de casas y cultivos.

Si bien la élite israelí parece creerse literalmente el discurso bíblico de la tierra prometida y con ello justifica el genocidio contra los palestinos, en realidad es consciente de la gravedad de sus crímenes. Por ello no ahorran esfuerzos en lavarle la cara al régimen sionista, pagando costosas campañas de propaganda y de relaciones públicas y orquestando estrategias de difamación que señalan a cualquier crítico como antisemita.

En realidad, quienes han utilizado la identidad judía como pretexto para cometer un genocidio son los sionistas. El sionismo es el culpable de que muchos igualen israelí con judío y así, el odio hacia Israel alimente el odio a los judíos.

Antisemita no es igual que antisionista. El primero es un racista, el segundo es un humanista. Y como los palestinos son también semitas, pues lo cierto es que aquí los antisemitas de verdad son los propios sionistas, no quienes les criticamos. Por eso es legítimo gritar.

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