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El llamado conflicto interno colombiano, el que además de la dimensión armada tiene en su esencia la dimensión social, ha demostrado fehacientemente ser un largo proceso (con todo lo que la palabra proceso significa para los marxistas) de resistencia social antioligárquico y antiimperialista

Santos y Obama el 24 de septiembre de 2010 en Nueva York.
Santos y Obama el 24 de septiembre de 2010 en Nueva York.

Alberto Pinzón Sánchez

Imaginémonos un triángulo equilátero, no es difícil, tal y como los estrategas político-militares del Pentágono han concebido las “guerras asimétricas” de rapiña y dominación sobre países periféricos: un lado lo constituye el tiempo, el otro el espacio, y cierra el triángulo un lado de especial importancia llamado “tecnología militar de punta”.

Estos tres “factores” equiláteros (con el perdón de Néstor Kohan, quien en su excelente libro Nuestro Marx[1.Kohan Néstor. Nuestro Marx. Editorial La oveja roja. Torrejón de Ardoz, segunda edición.2014.] hace una crítica marxista, es decir seria, sobre la teoría estructural-funcionalista de los factores) deben permanecer en equilibrio, incluso matemático, como por ejemplo con la teoría de los juegos, para que el triángulo no solamente funcione sino que sea efectivo y exitoso en la práctica.

Pero es aquí, en el terreno de la práctica, donde el esquema del triángulo de iguales lados se les vuelve un nudo de contradicciones enmarañado e inextricable, que les hace poco menos que imposible el triunfo de las pequeñas guerras en las que sus teóricos han aventurado al todopoderoso US Army imperial. Tomemos por ejemplo la guerra en Afganistán, Irak, Siria, Libia o Somalia (para mencionar algunas diferentes a la guerra anticomunista que se libra desde hace 70 años en Colombia) en donde el gobierno de los EEUU ha tenido que presentar su fracaso militar y político de otra manera, tal como lo estamos presenciando: “nos retiramos oficialmente de esos países, pero seguimos de manera extraoficial o privada”.

Ahora, imaginemos también sin dificultad, una de las tantas conversaciones de alto nivel entre el presidente de los EEUU Obama con el actual presidente de Colombia JM Santos, en donde aquel le expresa la decisión imperial que ha tomado la Casa Blanca de concluir la larga guerra contrainsurgente que su gobierno ha sostenido en Colombia. Las razones geoestratégicas de tal decisión son múltiples y variadas y no forman parte de la información que se le está proporcionando al socio Santos.

—Muy bien, responde el presidente de los colombianos, y a continuación pregunta: ¿Pero, cómo la concluimos? Muy sencillo, se le responde: —Manteniendo en equilibrio los tres factores. Tecnología le suministramos, toda la que necesite, a través de las nueve bases militares que tenemos en su país. Y a continuación le añade:

—Como no tenemos tropas del US Army combatiendo en Colombia sino asesores, les corresponde a ustedes, socios colombianos, encargarse del espacio geográfico. Para eso le ayudaremos a hacer un plan de “consolidación territorial” y ocupación de toda la geografía nacional.

¿Y el tiempo? pregunta el presidente Santos. Más fácil aun: —Una combinación también muy equilibrada de garrote y zanahoria. De presión militar intensa y diálogos de paz. Listo, responde Santos con su acento londinense. —No hablemos más. Y sonriendo, le aclara a su interlocutor que para eso cuenta con dos periodos presidenciales: —Imposible que en ocho años (de aplicación equilibrada del triángulo equilátero) no logremos conseguir el desarme de las insurgencias y, sobre todo, sin hacerles las reformas por las que tradicionalmente han luchado. Es decir: mostrarle al mundo la inutilidad de 70 años de su resistencia armada sin que el Estado ceda nada importante.

Este ha sido el libreto, sin un milímetro de desviación, que los colombianos y el mundo han observado en estos últimos ocho años de la administración Santos en Colombia.

Pero, como lo decíamos al inicio, todo plan (teórico) perfecto no aguanta cinco minutos de la realidad de la lucha de clases: el llamado conflicto interno colombiano, el que además de la dimensión armada tiene en su esencia la dimensión social, ha demostrado fehacientemente ser un largo proceso (con todo lo que la palabra proceso significa para los marxistas) de resistencia social antioligárquico y antiimperialista, totalmente incomprendido por quienes han ahuchado contra el pueblo trabajador a sus militares exterminadores armados con la última tecnología de la motosierra y las bombas inteligentes de racimo, sin que hayan logrado vencer la resistencia popular cada día más fuerte.

¿Qué tenemos hoy en Colombia?

1- Un ejército “nacional” de más de medio millón de hombres en armas, abastecido y soportado por el gobierno de los EEUU, con un alto mando (descontando al desmoralizado de chanclas y pantaloneta) o cúpula militar, que se encuentra sub iúdice por estar en el segundo escalón (el primero es el presidente y su ministro de Defensa) de la cadena de mando en el horripilante fusilamiento de jóvenes contratados para trabajar y que fueron disfrazados post mórtem de guerrilleros armados y presentados como “dados de baja o neutralizados” por las heroicas FFMM en cruentos combates contra los enemigos del Estado. Pero por sobre todo, sin haber completado el diseñado plan de ocupación geográfica de todo el país.

2- Un aparato de Justicia de clase, totalmente colapsado y con las cárceles atiborradas con cerca de 10 mil presos políticos en un hacinamiento que viola todos los cánones humanitarios civilizados.

3- Una crisis económica social descrita por el analista Horacio Duque en los siguientes términos:

(…) “La crisis económica con sus impactos fiscales tendrá consecuencias demoledoras en millones de colombianos. El desplome económico nacional es un escenario asociado a la prolongación de la gran crisis bancaria del 2008, pues sigue la recesión en el plano global, hoy en su sexto momento, detonado por la impresionante destorcida de los precios del petroleo apalancada por la ralentización de los Brics y la Unión Europea, y las maniobras geopolíticas de los gringos empeñados en asfixiar a Putin, a Venezuela y en sembrar el caos planetario.

Serán 12 meses con desajustes en las cuentas del Estado: caída de los ingresos petroleros, severos desajustes en la balanza comercial, recortes en las inversiones en carreteras y viviendas, incremento de la deuda externa, disfuncionalidad del gasto militar, pinchada de la burbuja inmobiliaria, caída del PIB y recorte masivo de subsidios, como los de Familias En Acción, bonos juveniles y para los adultos. Crecerá la pobreza, miseria y segregación social de los sectores más débiles de la sociedad, pues los ricos no cederán en sus privilegios y la casta burocrática y política proseguirá en el saqueo de los patrimonios públicos, a través de la mermelada en regalías y los cupos presupuestales autorizados por el señor Santos y su camarilla presidencial.

Como se ha señalado por algunos, esta tormenta enlazada con la volatilidad de los precios del petroleo tirará a la lona gobiernos y propiciará agudas rebeliones sociales. No lo descarto en Colombia.”…

4- Crisis económica y social en medio de unas reñidas elecciones como las que se avecinan, que según Duque será sin duda (…) ”un escenario agitado en el que se dará la presencia de los movimientos sociales. La multitud se expresará (a pesar de la implacable represión. AP) con sus diversas problemáticas. Las de la salud, empleo, educación, tierra, vivienda, los derechos indígenas, los de los afros, los de las mujeres, jóvenes y tercera edad. Seguirá adelante el movimiento de las constituyentes por la paz y municipales” (…)

https://www.semanariovoz.com/2014/12/29/2015-crisis-economica-paz-y-movilizacion-social/

5- Pero fundamentalmente, una figura presidencial gastada y marchita, no solo por la riña callejera que ha sostenido con su rival y socio Uribe Vélez, sino por los innumerables trucos o “perradas” de tahúr fullero con que ha pretendido adelantar los diálogos de La Habana para finalizar el llamado conflicto interno colombiano y darle cumplimiento al compromiso adquirido en dialogo imaginario del inicio.

En breve y volviendo al imaginado triángulo equilátero, tenemos que la tecnología de punta (combinación equilibrada de motosierra y bombas inteligentes de racimo) no han logrado su éxito definitivo en quebrar la resistencia popular.

Que el espacio no se ha achicado sino, por el contrario, a medida que se agranda acorta el tiempo; entonces, con la espalda cargada por el sol, Santos echa mano a lo último que le queda: el tiempo, y por eso desde ya, desde los primeros días del 2015, monta la matriz mediática de que los diálogos de La Habana tienen que necesariamente concluirse este año, porque la paciencia de los colombianos (que ha soportado 70 años de pesadilla) ha llegado a su límite. Todo con la vana esperanza teórica de que acortando el tiempo, agrandará el espacio.

Sin embargo, amable lector, imaginemos una vez más lo que sucederá a los colombianos si no se logra firmar este año 2015 un acuerdo en La Habana para finalizar el llamado conflicto interno colombiano. ¿Podrá el heroico ejército colombiano (en las actuales circunstancias globales o mundiales) hacer más de lo que hasta ahora ha hecho? Quiero decir no bombardear o serruchar y tasajear más trabajadores, o encarcelarlos en pútridas mazmorras oficiales, sino lo que estaría por verse en la práctica, romper 70 años de resistencia popular oligárquica y antiimperialista.

Imaginemos. Solamente imaginemos…

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