Alberto Pinzón Sánchez
Después de agotar todas sus estrategias de guerra preventiva (“por eso es que añoramos a Uribe”, dijo el comandante de la policía colombiana), finalmente el ministro del Interior de Colombia Fernando Carrillo, presionado por el alcance internacional que tiene la declaración de la ONU sobre la violación de los derechos humanos por parte de la Fuerza Pública en la región del Catatumbo y también, después de dar vueltas y revueltas para desarticular con promesas la vigorosa protesta social que se desarrolla desde hace más de un mes en esa rica región fronteriza, hoy da en el clavo y en el diario El Tiempo, refiriéndose a la insistencia de los campesinos y demás pobladores para que se declare como zona de reserva campesina, dice fanfarronamente que “el Ejecutivo no va a permitir que el Catatumbo se convierta en una sucursal de Cuba”[1. http://www.eltiempo.com/politica/fracasa-acercamiento-entre-gobierno-y-campesinos-en-catatumbo_12924522-4].
Sin embargo, hay varios hechos que se deben analizar más allá del tímido reconocimiento oficial sobre el supuesto “abandono de la región por parte del Estado”, que les suena a los pobladores a burla y desprecio, cuando vienen de vivir diez años de terrorismo de Estado y masacres, iniciadas en agosto de 1999 en pleno gobierno de Pastrana y en medio de los diálogos del Caguán con las FARC; luego continuadas indefinidamente en los gobiernos sucesivos con el Plan Militar de Consolidación aún vigente, cuyo honroso emblema son los hornos crematorios para la desaparición de subversivos construidos por el “Iguano”.
Para un detalle todavía “incompleto” ver las 10 masacres declaradas entre 1999 y 2002 por Mancuso[2. http://www.verdadabierta.com/component/content/article/40-masacres/4651-las-masacres-olvidadas-en-norte-de-santander].
La zona de reserva campesina que piden intransigentemente los campesinos y pobladores, acusados por el gobierno y sus militares en su “guerra preventiva” como guerrilleros de civil, busca precisamente romper ese plan militarista de Consolidación (prolongación del Plan Colombia) con el cual se ha encubierto todo un gigantesco plan geoestratégico económico militar de largo plazo, que está en marcha en toda Colombia, pero especialmente en la frontera del Catatumbo, para despojar de la tierra y desplazar a los pobladores y entregarle esas tierras ya limpiadas a las compañías transnacionales energético-mineras.
Por esta misma razón, JM Santos, engañado por los altos mandos militares profundamente implicados en estos negocios y con el cuento de la derrota inminente de la guerrilla, puso como condición “sine qua non” adelantar los diálogos de paz en La Habana “en medio de la guerra”.
Resultado: No ha habido tal derrota militar de la guerrilla, sino que al contrario, como lo estamos presenciando, se dio un escalamiento del conflicto social y armado que ha llevado a la unificación político-militar de las guerrillas del ELN y las FARC-EP, para enfrentar con más éxito “la arremetida militar del Estado en medio de la negociación”.
Finalmente el ministro del Interior Carrillo, como la anécdota de Marx con Hegel (que de caminar en las manos lo puso a caminar en los pies), la realidad brutal del Catatumbo lo ha obligado a invertir la formulación de su jefe JM Santos de negociar en medio de la guerra, para darle una enunciación más acorde con su amenazante verbo “permitir”: ¡Guerrear en medio de la negociación!
Si JM Santos, en lugar de creerse a sí mismo un Churchill colombiano que con sus astucias de tahúr va a derrotar militarmente a sus adversarios, y con calma se mirara al espejo y viera cuando mucho la astucia del Chapulín Colorado, y si entendiera que guerra preventiva implica prevención, por ejemplo de una insurrección mayor que se está cuajando, y además supiera leer la voltereta electorera de Uribe Vélez sobre la salida militar del conflicto colombiano, ya hubiera desechado las zalemas triunfalistas de los altos mandos militares y su min-Guerra Pinzón y ordenado a sus “hombres en La Habana” tratar seriamente en la mesa de diálogos el tema de las zonas de reserva campesina, la limitación al latifundio premoderno y la constituyente al final. Pero bueno. Por eso escribo si…