jueves, marzo 28, 2024
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Gaspar García Laviana: El fusil y el evangelio

“Yo tengo que dar la vida por este pueblo, como lo hizo Cristo”.

Gaspar García Laviana.
Gaspar García Laviana.

Ricardo Arenales

A lo largo de sus 37 años de vida, un período relativamente corto de la historia que protagonizó, Gaspar García Laviana fue un hombre absolutamente consecuente con las ideas que profesó. Consecuente y honesto. Y por ello sacrificó su vida.

Nació en la pequeña provincia de San Martín del Rey Arturo, en Asturias, España, el 8 de noviembre de 1941. Una región de luchadores, “tan llena de recuerdos como de cicatrices”, como decía el poeta colombiano Jorge Zalamea. A la sazón, hijo de mineros asturianos, creció en un hogar humilde, comprometido, bebiendo en las canteras de la lucha social.

Hizo su bachillerato en Valladolid, y en Logroño estudió filosofía y letras. Allí mismo se ordenó sacerdote, de la Orden del Sagrado Corazón. Más tarde, en Madrid, adelantó estudios de sociología.

Ya en ejercicio de su apostolado, se vinculó a círculos sindicales de barrio, fue activista de grupos de sacerdotes obreros, que jugaron un destacado papel en la resistencia antifascista en Europa durante un largo período y también de la mano de la juventud progresista madrileña.

En 1969 viajó a Nicaragua y se vinculó como misionero en la provincia de Tola. Estuvo por consiguiente muy cerca de los sufrimientos de los campesinos y criticó públicamente la opresión y la miseria, que contra ellos ejercía la dictadura de Anastasio Somoza Debayle.

Su actitud lo puso en la mira de los servicios de inteligencia de la dictadura, que iniciaron seguimientos para escudriñar en su conducta. De hecho lo tildaron de ser un ‘simpatizante comunista’ y al mismo tiempo comenzaron las amenazas contra su vida.

La policía política del régimen no sabía con certeza de sus andanzas, pero estaba cerca. Para entonces había manifestado simpatías con la lucha del Frente Sandinista, realizaba tareas de apoyo a la guerrilla, servía de correo, transportaba gente y participaba en labores de educación de los campesinos en la lucha social.

Ejemplo para los católicos

Ante la presión de las fuerzas de la dictadura, en 1975 dio el paso de vincularse a las filas guerrilleras. Contaba para entonces con un gran acervo teórico. No solo su formación sociológica y sacerdotal. Tenía amplio dominio de la Teología de la Liberación, de la cual era destacado activista. Su incorporación a las filas de la resistencia, fueron factor determinante para que amplios círculos católicos y cristianos dieran su apoyo al movimiento revolucionario, y en particular al FSLN.

El 11 de diciembre de 1978, en el fragor de un combate con las fuerzas de la dictadura, en el río Mena, provincia de Rivas, recibió dos disparos certeros. Uno en un muslo, otro en el corazón. Tal vez el asesino sabía que el corazón de ese hombre de dimensiones gigantescas, debía ser destrozado. Era la forma de parar su lucha. En ese momento, el sacerdote rebelde combatía bajo el principio de que debía ser “el primero en entrar en combate y el último en retirarse”.

Hoy, en Nicaragua, varias escuelas, hospitales, calles, avenidas, bibliotecas, llevan el nombre de García Laviana. El propio presidente Daniel Ortega, en diversos escenarios, ha reconocido el aporte, el heroísmo y la entrega de este cura guerrillero. El último gran homenaje que se le brindó, fue el pasado mes de julio, en el marco del 36 aniversario de la Revolución Sandinista.

Cuando tomó la decisión de alzarse en armas contra la dictadura, García Laviana envió una carta al pueblo nicaragüense. En aquella ocasión manifestó: “Yo he resuelto sumarme como el más humilde de los soldados del Frente Sandinista a esta guerra que en mi conciencia es justa. La insurrección revolucionaria puede ser legítima en caso de tiranía evidente y prolongada, que atente contra los derechos fundamentales de la persona” (…) “Yo tengo que dar la vida por este pueblo, como lo hizo Cristo”.

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