jueves, marzo 28, 2024
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Frédéric Mistral, fuente de inspiración para Gabriela

El 7 de abril se conmemora el natalicio de la poetisa Gabriela Mistral. VOZ recuerda una anécdota de quien fuera el poeta de referencia de la chilena y que sirve para explicar por qué toma el nombre que la hizo universalmente conocida

Gonzalo Fragui

Un día, las lágrimas de una madre hicieron que una lengua desdeñada por la comunidad internacional reencontrara su nobleza y conquistara la gloria por el poder la poesía.

Se cuenta que Frederic Mistral había escrito, siendo un joven estudiante, sus primeros versos en francés. La madre, una campesina de Provenza, al no comprender la lengua en la que estaban escritos los poemas de su hijo, empezó a llorar. Frederic decidió entonces escribir de allí en adelante en provenzal, su lengua materna.

La vieja lengua de los trovadores volvió a ser la lengua de la poesía. Mistral recibió el premio Nobel en 1904 y en homenaje a él, Lucila Godoy, la poeta chilena —premio Nobel en 1945— tomó el apellido cuando decidió cambiar su nombre por el de Gabriela Mistral.

En un recital, un joven bilingüe preguntó a Frederic en qué lengua debía entonces escribir sus poemas y el poeta ratificó:

–Escribe en la lengua que entienda tu madre.

Tres poemas de Gabriela Mistral

Agua

Hay países que yo recuerdo
como recuerdo mis infancias.
Son países de mar o río,
de pastales, de vegas y aguas.
Aldea mía sobre el Ródano,
rendida en río y en cigarras;
Antilla en palmas verdinegras
que a medio mar está y me llama;
¡roca lígure de Portofino,
mar italiana, mar italiana!

Me han traído a país sin río,
tierras-Agar, tierras sin agua;
Saras blancas y Saras rojas,
donde pecaron otras razas,
de pecado rojo de atridas
que cuentan gredas tajeadas;
que no nacieron como un niño
con unas carnazones grasas,
cuando las oigo, sin un silbo,
cuando las cruzo, sin mirada.

Quiero volver a tierras niñas;
llévenme a un blando país de aguas.
En grandes pastos envejezca
y haga al río fábula y fábula.
Tenga una fuente por mi madre
y en la siesta salga a buscarla,
y en jarras baje de una peña
un agua dulce, aguda y áspera.

Me venza y pare los alientos
el agua acérrima y helada.
¡Rompa mi vaso y al beberla
me vuelva niñas las entrañas.

El amor que calla

Si yo te odiara, mi odio te daría
en las palabras, rotundo y seguro;
pero te amo y mi amor no se confía
a este hablar de los hombres, tan oscuro.

Tú lo quisieras vuelto en alarido,
y viene de tan hondo que ha deshecho
su quemante raudal, desfallecido,
antes de la garganta, antes del pecho.

Estoy lo mismo que estanque colmado
y te parezco un surtidor inerte.
¡Todo por mi callar atribulado
que es más atroz que el entrar en la muerte!

Riqueza

Tengo la dicha fiel
y la dicha perdida:
la una como rosa,
la otra como espina.
De lo que me robaron
no fui desposeída:
tengo la dicha fiel
y la dicha perdida,
y estoy rica de púrpura
y de melancolía.
¡Ay, qué amante es la rosa
y qué amada la espina!
Como el doble contorno
de dos frutas mellizas,
tengo la dicha fiel
y la dicha perdida…

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