Actualmente se encuentran parcialmente paralizadas la producción de electricidad, las refinerías, los transportes urbanos, los ferrocarriles y la colecta de basuras
Manuel Salamanca
Desde el pasado 19 de enero se desarrolla en Francia un movimiento social cada vez más amplio en contra de la reforma del sistema de pensiones que el presidente Emmanuel Macron pretende imponer. La reforma consiste en elevar la edad legal para pensionarse de 62 a 64 años, y alargar el periodo de cotizaciones a 43 años de trabajo para tener derecho a una pensión completa.
Fuere apoyo popular
Dicho proyecto es objeto de largos debates en una ardua batalla parlamentaria. Por su parte, Macron se niega a dialogar con los sindicatos. En una actitud claramente antidemocrática, el poder macronista evade tanto el debate parlamentario como el diálogo con el movimiento social.
Ante la actitud del presidente, de su gobierno y de sus parlamentarios, el conjunto de las centrales obreras hizo un llamado unánime a paralizar el país a partir del 7 de marzo. Desde entonces, la multitudinaria participación en los desfiles ha marcado las jornadas de los días 7, 8, 9 y 11 de marzo. Varios sectores estratégicos de la industria y de servicios se movilizan en huelgas y paros reconductibles. Actualmente se encuentran parcialmente paralizadas la producción de electricidad, las refinerías, los transportes urbanos, los ferrocarriles y la colecta de basuras.
El movimiento goza de un fuerte apoyo popular, del respaldo de un 94% de la población activa. Las y los trabajadores, pensionados, estudiantes, mujeres y hombres, obreros y ejecutivos desfilan masivamente por los bulevares y calles de París, de todas las grandes ciudades y pueblos de Francia.
Discriminación de género
El movimiento se nutre igualmente de las luchas y reivindicaciones específicas, como las del movimiento feminista que consagró la jornada del 8 de marzo, día internacional de las luchas por los derechos de las mujeres a la exigencia de un régimen de pensiones justo. En Francia, las mujeres devengan salarios en promedio 28% inferiores a los de los hombres, a menudo efectuando carreras interrumpidas por razones de familia, sus pensiones se ven disminuidas en promedio un 40%.
La primera ministra, la señora Elisabeth Borne, al presentar su reforma ante la asamblea, intentó engañar a las mujeres declarando que serían las primeras beneficiadas de la reforma. El movimiento feminista demostró claramente que serían las primeras perjudicadas.
Las organizaciones juveniles luchan por que los años de estudio sean reconocidos y validados para el cálculo de la jubilación. Otro tema es la falta de empleo. Hay que saber que un 50% de los jóvenes diplomados tardan más de seis meses en lograr un primer empleo. La juventud es una de las capas más aquejadas por la pobreza. El rechazo de los parlamentarios del partido macronista a la propuesta de entregar a los estudiantes una comida diaria al precio de un euro impactó fuertemente la opinión pública.
Tensa situación
El movimiento social francés, cristalizado en torno a la reforma del sistema pensional, va más allá: la inflación galopante aqueja gravemente el bolsillo de los hogares. Sobre la mesa está la exigencia del aumento general de salarios, del bloqueo de los precios de la canasta familiar, del bloqueo de los precios de la electricidad y del gas, del precio de la gasolina, del derecho al trabajo.
El descontento de la población se acrecienta viendo los beneficios de los grandes grupos industriales que incrementaron sus ganancias durante la pandemia, en contraste con la negativa del gobierno a atender las demandas de los trabajadores.
La situación social y política se vuelve cada vez más tensa y explosiva. El campo del trabajo necesita una victoria, ganarle el pulso al gobierno para ponerle freno a todas las medidas de regresión social que ha incrementado, que afectan cada vez a capas más amplias de la población.