¿Exceso de ideología o exceso de burocracia?

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Yezid Arteta Dávila
@Yezid_Ar_D

El mes pasado un camarada con el que compartí la azarosa vida carcelaria me envió un correo con dos archivos adjuntos. Te envío estos materiales, escribió escuetamente en el aparte que dice “asunto”. Los “materiales”, como se nombra en la jerga comunista a los textos de estudio, eran dos larguísimas cartas que sendas células dirigían al Comité Distrital del Partido Comunista Colombiano. Renunciamos al Partido pero seguiremos siendo comunistas, concluían las misivas.

Me llamó la atención que las células se llamaran “David Riazanov” y “Walter Benjamin”, mientras que el Comité Distrital se denominara “Mario Upegui”. Poner un nombre ucraniano o alemán a una célula comunista colombiana me pareció exótico. Quizá, pensé, se trata de células integradas por comunistas diletantes que encuentran más créditos en la vieja guardia de revolucionarios rusos y marxistas alemanes que en la lucha de Eutiquio Timoté o en los textos de Fals Borda o Estanislao Zuleta. Recordé también que Mario Upegui, conforme a la tradición soviética, ocupó por décadas el mismo cargo en una organización que luchaba por el derecho a la vivienda. Excesiva especulación intelectual y excesivo tiempo en un cargo.

Una de las cartas revive las angustias de Lenin en su lecho de muerte, la polémica entre L. Althusser  y G. Marchais, el Club de Roma y otros sucesos que ocurrieron al otro lado del Atlántico para llegar a una conclusión: el Partido está en manos de una camarilla de burócratas. Afirmación que puede ser cierta por lo que no había necesidad de hacer un periplo intelectual tan largo para expresarla. La otra misiva es más puntillosa, acusan sin nombre y apellido a varios directivos del Partido de entregarse a la socialdemocracia. En el entorno comunista resulta más halagüeño que te llamen hijodelagranputa que socialdemócrata. Las dos cartas toman a su antojo los nombres de Marx, Rosa Luxemburgo, Gramsci, Hilferding y Kautsky cuyos huesos reposan en los cementerios de Europa. Sospecho que los redactores de dichas cartas siguen dependiendo de la intelectualidad europea. Aparcaron sus ideas en el siglo veinte.

El verdadero David Riazanov, no el de la célula bogotana, fue ejecutado durante las purgas estalinistas por un pelotón de tiradores en Saratov, lugar en el que transcurre Cadetes la formidable serie rusa que recrea la vida de un grupo de jóvenes soldados que se preparan para defender a Stalingrado durante la Segunda Guerra. Walter Benjamin, en cambio, se suicidó en Portbou, Costa Brava catalana, empleando una potente dosis de morfina. Mario Upegui, sobrevivió a la matanza contra la Unión Patriótica y murió en una cama. Riazanov, Benjamin y Upegui, tres nombres que se entrelazan por cuenta de un grupo de comunistas colombianos que decidieron irse del Partido. No es raro.  Ocurre con frecuencia. Desde los tiempos del Manifesto el libreto de los comunistas no ha variado: organización, revolución, conspiración y expulsión. Es un problema endémico que adelgaza a las organizaciones comunistas hasta volverlas irrelevantes o extinguirlas. Bastan unas cuartillas escritas por un teorético para romper un partido.

El otro asunto tiene que ver con la inercia. El estancamiento. En esto tienen razón los que suscriben las dos cartas. Las aguas estancadas acaban por descomponerse. Cuando un directivo del Partido permanece años y años en un mismo cargo pierde entusiasmo, se repite, pierde la mística, se acomoda, pierde energía, se atrofia. Es un problema estructural que tienen la mayoría de los partidos comunistas. La resistencia a renovarse explica el envejecimiento generacional e ideológico de las organizaciones comunistas. Quizá sea este uno de los males que afecta a la organización comunista de los colombianos.

En 2012, luego de un encuentro de comunistas en Sevilla, fui con un grupo de camaradas a Marinaleda, un pueblo andaluz organizado conforme al mandato del Manifiesto Comunista. Juan Manuel Sánchez Gordillo pilotea esta experiencia desde 1979. Nos reunimos con él en la sede de la alcaldía, luego recorrimos el pueblo y la fabrica que da empleo a los lugareños. Ansu Fati, el chico que brilla en el Futbol Club Barcelona y la selección absoluta de España, es fruto de la solidaridad y el humanismo que imprimió López Gordillo a la comunidad de Marinaleda.  El ambiente que percibimos por aquellos días difiere de lo que ocurre ahora. Las cosas están cambiando. Una experiencia fabulosa puede acabar mal si no hay una renovación de Gordillo y sus políticas. La tendencia autoritaria anida, por regla general, en los dirigentes políticos que se atornillan en el poder por periodos interminables. López Gordillo lleva cuarenta años en el cargo.

Quizá los comunistas colombianos son víctimas de sus excesos. Exceso de ideología estéril y exceso de burocracia.

*Por cuestiones de espacio fue recortada para la versión impresa, esta es la nota completa.

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