Estigma y enemigo interno

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Altos mandos militares con el ministro de defensa, Holmes Trujillo, y el presidente Iván Duque.

César Santoyo Santos
@cesantoyo

El ejercicio del gobierno es, a todas luces, retrógrado en la garantía de derechos para la población colombiana. Duque pone a uno de sus principales alfiles, un redomado abogado al servicio del statu quo y, por supuesto, de la defensa de los intereses de la más encumbrada y autoritaria facción de la oligarquía, como lo es Carlos Holmes Trujillo, en las dos líneas de gobierno de mayor importancia estratégica para el uribismo y su noción de país: la cancillería y la defensa nacional.

Por supuesto, no es de extrañar su actuación multilateral: frontal contra todo aquello que no defienda los intereses corporativos, señalando y estigmatizando a los gobiernos no afectos del proyecto uribista, sus áulicos y financiadores (pues no son ellos la cúspide en la pirámide, lo cual debe molestar su afán de lucro y poder). Las incesantes acusaciones, sus discursos cargados de ideología, autoritarismo y negación de la diferencia, por ejemplo, lo que Holmes hace contra el Foro de São Paulo, Unasur, el uso de las relaciones diplomáticas del Estado para promover sus posturas persiguiendo a todo proyecto alternativo de integración, marcan la agenda del gobierno, esto es el uso de la otrora noción de “tierra arrasada” en las relaciones diplomáticas y multilaterales.

Ahora Duque, aprovechando el tono fuerte y agresivo de Holmes, que tanto gusta a un sector del pueblo colombiano y a la tropa llana de la fuerza pública, consistente en que lo maltraten, que el “dotor” (sic!) de turno los grite, minimice, asume el Ministerio de la Defensa Nacional, el cual estará al servicio de las causas propias del pasado: limitar derechos, negarlos, señalarlos, usar las fuerzas militares y la policía nacional para amedrentar, infiltrar, golpear el ejercicio de la movilización y protesta sociales.

La sensación que lanzan a través de comunicadores, medios, redes y directivas oficiales es que no hay motivo de movilización y quienes lo hagan son “enemigos” a quienes debe perseguirse, señalarse, aplastarse; mantienen un discurso público y una práctica contraria: como en una zona de guerra (negada por demás), Holmes ha dado la orden de militarizar la ciudad, de perseguir y empadronar, disuadir y causar zozobra entre la población capitalina, decisión que día a día podría ponerse peor antes del paro del 21 de noviembre.

Holmes es eso, pura reacción, puro negacionismo, el cual promueve el gobierno Duque con la inacción ante la muerte de líderes, defensores, y de los recién incorporados de la insurgencia. Mientras eso pasa, se diseña una táctica política bastante hipócrita con la sociedad colombiana y la comunidad internacional: promover leyes y reformas antisociales, pero negarlas ante la opinión pública, usando a sus áulicos en el Congreso de la República y a ladinos ciudadanos para que hagan la tarea sin que la altura del poder tenga siquiera que inmutarse.

Holmes hace parte de las minorías en la élite que diseñaron la tesis del “enemigo interno” y promueven el anticomunismo, la negación de derechos, señalando a las poblaciones de auspiciar el terrorismo, horrorosa palabra con la que mantienen control global de los intereses especulativos y financieros de mayor envergadura, no es un problema de derechos, no es un problema de desarrollo nacional, es que el ejercicio del poder para defender los verdaderos privilegios, profundizando la desigualdad y la pobreza y el negacionismo es su hacer, es su objetivo estratégico.