Renata Cabrales
@RenataRelata
«Este país es una tristeza», es una frase que normalizamos si sale de la boca del vecino desempleado; de quien ha padecido la muerte de su madre por covid-19, más debido al pésimo sistema de salud, que por el virus, del campesino despojado de sus tierras por los paramilitares, de la mujer violada por miembros del ejército, de la madre que perdió a su hija o hijo en la guerra; de quien tuvo que exiliarse y desarraigarse por las amenazas de quienes desaparecen a toda persona que se opone a sus políticas de muerte; incluso, de la boca de la joven animalista que considera que la industria ganadera promueve el maltrato animal.
Y así, la escuchamos cada vez más seguido y la repetimos las y los colombianos que nos oponemos al gobierno uribista y de muerte del presidente Duque, pues de forma paradójica, después de la firma del Acuerdo de Paz entre la antigua guerrilla de las Farc y el Gobierno de Juan Manuel Santos, han sido asesinados, de manera sistemática líderes, lideresas sociales, defensores(as) de derechos humanos y firmantes de paz.
Según el último informe de Indepaz, fueron asesinadas 310 lideresas y líderes sociales en 2020, y asimismo, fueron asesinados 64 firmantes de paz. 12 familiares de firmantes de paz fueron asesinados en 2020. En 2021 han sido asesinadas y asesinados 11 líderes y lideresas sociales y cuatro firmantes de paz. Las cifras de 2021 van hasta el 16 de enero.
Lo normalizamos, ya casi no nos dice nada la frase «Este país es una tristeza», cuando la expresa cualquier persona del común, víctima o no de la violencia, aunque en Colombia, todos y todas somos víctimas del sistemático liderazgo mafioso, corrupto y criminal de gobiernos de ultraderecha. Por eso, resulta normal escuchar esta frase. Pero, en días pasados, la noche del viernes 15 del año en curso, esta frase vuelve a adquirir el tono doloroso y terrible que tiene y que no debemos olvidar, lo recordamos porque la escuchamos o la leímos de un niño de apenas 11 años.
Ese niño es el pequeño ambientalista de Cundinamarca, Francisco Vera Manzanares, quien el pasado viernes 15 de enero, recibió un comentario a un video que publicó en su cuenta de Twitter, en el que lo amenazaban de muerte, por su defensa al medio ambiente, pero también a la educación virtual digna, para aquellas(os) estudiantes que no cuentan con la necesaria conexión a internet, para este fin.
«Este país es una tristeza. Hago una denuncia pública. Hace unos minutos recibí esta amenaza en mi cuenta de Twitter. Defender la vida es un derecho», denunció el menor. En uno de los mensajes intimidantes que recibió se le amenaza con «desollarlo» y hasta cortarle los dedos, “si sigue hablando de ambientalismo y dignidad». Amenazas típicas de los vampiros de la tierra, que han impuesto, históricamente, la ley del silencio a quienes defienden el territorio.
El querido y reconocido ambientalista, Francisco Vera recibió una amenaza de muerte que fue condenada por todo el país, y también por el presidente de la República, a quien le exigimos proteger la vida del menor de edad, así como la de todos los líderes y lideresas sociales que defienden la paz, el medio ambiente y sus territorios, a lo largo y ancho de Colombia.
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