España tras la crisis: “Hemos perdido una oportunidad”

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Movilización del movimiento de indignados en la Puerta del Sol en Madrid, España, en los acontecimientos del 15 de mayo de 2011.

Desempleo, expulsión de jóvenes trabajadores y decepción con la política, son algunos de los efectos colaterales en el país ibérico luego del desplome financiero de 2008

Roberto Amorebieta
@amorebieta7 

Se cumplen casi 11 años de la crisis financiera de 2008 que puso a temblar los cimientos del capitalismo transnacional. Los países industrializados fueron los más afectados por el fin de la burbuja inmobiliaria que impulsó artificialmente la economía desde los atentados del 11 de septiembre en Nueva York, tras el reventón de otra burbuja -la de las empresas .com- que a su vez impulsó artificialmente la economía durante el decenio de 1990.

España aparentemente luce igual. Sus calles, sus campos, sus plazas y sus bares no evidencian a primera vista que haya existido una catástrofe económica. Ahora se ven más banderas españolas en los balcones (como reacción al independentismo catalán) pero también siguen allí las banderas republicanas en las ventanas del madrileño Lavapiés, barrio emblemático de la resistencia antifascista. VOZ dialogó con varias personas que dieron testimonio de las dificultades que han tenido que padecer en los últimos años a causa de la crisis e indagó por los cambios que ha sufrido la sociedad española en este tiempo de deterioro económico.

Recuperación macroeconómica y desigualdad social

“Creo que España no ha cambiado mucho desde el punto de vista institucional”, nos dice Javier Urrea, un politólogo colombiano que vive en Madrid hace 15 años. “Los partidos tradicionales se siguen repartiendo los espacios de poder y cuando allí no hay cambios sustanciales, difícilmente las políticas públicas pueden dar un viraje.

También se ha notado que muchos españoles salieron del país después de la crisis y se entendería que la recuperación económica haría que los que se fueron retornaran lo cual no ha sucedido. Es cierto que ha habido una recuperación macroeconómica, es decir, el Producto Interno Bruto ha crecido, el sector de la hostelería -del cual depende España y que representa el mayor sector de la economía- también ha crecido, los niveles de desempleo se han mantenido, pero se sigue notando mucha precariedad en los empleos y en los servicios públicos como la salud.

Así, a pesar de que han existido decisiones políticas para sacar al país de la crisis -como las ayudas europeas para salvar los bancos- eso no ha significado que los servicios públicos sean mejores que antes”.

“Noto también que la sociedad española se ha polarizado y eso se expresa en la aparición de nuevas alternativas políticas más radicales que han debilitado a los partidos tradicionales porque se han hecho necesarias para generar escenarios de gobernabilidad. Ese es un problema que tiene España por el propio carácter del sistema político parlamentario, porque si no se tiene en cuenta a estas nuevas fuerzas políticas, difícilmente se puede gobernar. Y si no se puede gobernar es muy difícil implementar políticas públicas que beneficien a la ciudadanía”.

El ladrillo

“La crisis puso de manifiesto el efecto tan negativo que tuvo el que la estructura productiva de este país estuviera sostenida sobre lo que nosotros llamamos el ladrillo”, afirma Rosa de la Fuente, vicerrectora de estudiantes de la Universidad Complutense de Madrid. “Nosotros teníamos dos grandes burbujas, la inmobiliaria y la del turismo. Eran los dos ejes productivos que teníamos y en el contexto de la crisis una de ellas se dislocó completamente y la otra se dislocó en positivo, es decir, se convirtió en la única capaz de hacer frente a la crisis. La desestructuración del negocio del ladrillo supuso la quiebra de un montón de empresas, constructoras, de arquitectos, servicios financieros, sin embargo, ello no ha servido para reconfigurar el sistema de acceso a la vivienda pública y privada. Ante la burbuja y la crisis, ha faltado una solución a esa problemática”.

“Por otro lado, aunque se intenta, no se ha hallado un encaje de España en el contexto de la globalización más allá de las empresas constructoras que dejaron de producir en España para hacerlo fuera. Las grandes constructoras siguieron trabajando en la construcción de obras públicas como los trenes de alta velocidad, la ampliación del Canal de Panamá, por ejemplo, y al no poder trabajar aquí se dedicaron a producir fuera. He visto cómo España se ha convertido en un destino atractivo para las empresas ‘multilatinas’ -multinacionales de origen latinoamericano- y un lugar de pibotaje para que estas empresas puedan trabajar en el resto de Europa. Estas ‘multilatinas’ han comprado un montón de empresas españolas, han invertido aquí y se han convertido en un sector importante de la economía”.

“En resumen, la burbuja, la apertura hacia el exterior y la promoción a estas empresas a pesar de sus satrapías. Ello ha puesto en evidencia cómo aquí no hemos sido capaces de llevar a cabo un proceso de reconversión productiva capaz de cambiar el modelo económico del país. ¿Qué hemos hecho? Volver a volcarnos sobre el turismo como la principal fuente de empleo, salvo en el País Vasco que tiene una lógica completamente diferente. Allí sí se ha hecho un proceso de reconversión apostando a una alta especialización tecnológica. El resto del país está sumido en esta contradicción y en la búsqueda de una nueva posición en el sistema productivo mundial”.

La crisis política

“La crisis de España ha sido económica, por un lado, y política por otro”, sostiene el historiador José Álvarez Junco. “En lo económico, ha sido la crisis del sector de la construcción que no está claro que haya sido superada. No se han fomentado otros sectores económicos y ahora se está recuperando la economía, en general, pero esta recuperación se asienta sobre el mismo sector, el inmobiliario. Entonces yo creo que se ha desaprovechado una oportunidad para desarrollar sectores económicos más creativos”.

“Desde el punto de vista político ha habido una erosión muy grande de los dos grandes partidos. Por un lado, el PSOE fue el primero en entrar en crisis y ha estado ocho años fuera del poder y ahora el Partido Popular que ha estado señalado por escándalos de corrupción. Pero tampoco está claro que se consoliden unos partidos alternativos. En las elecciones del 26 de mayo, ni Podemos ni Ciudadanos han obtenido una gran victoria, en lo absoluto. Ha sido uno de los viejos partidos, el PSOE, quien ha ganado las elecciones y el otro ha mantenido su poder, recuperándolo en Madrid. Así que no veo que se renueve el sistema”.

“Lo que sí veo es que se están produciendo cambios culturales muy grandes desde hace medio siglo en este país, que han avanzado mucho en los últimos diez años. Cambios referentes a los derechos de la mujer y de las diversidades sexuales. Eso sí parece que está cambiando. Y lo que no ha entrado en crisis es el europeísmo de los españoles. Siguen confiando en la Unión Europea a pesar de que la actitud de la UE en estos años no ha sido muy ágil. Pero a pesar de eso sigue suscitando confianza”.

Las y los españoles siguen intentando ver el futuro con optimismo. A pesar de que los efectos de la crisis siguen manifestándose, que la economía no termina de despegar y que la política sigue sin ofrecer alternativas sólidas, conservan su buen humor, su empuje y siguen “tirando” hacia adelante, a pesar de que la procesión va por dentro.