Atenea Cano
Luego de las elecciones, de llegar tanto a la Presidencia como al Congreso, y después de los respectivos balances a lo que es el primer Gobierno del cambio, resulta necesario recordar el origen de la mayoría de los votos reconociendo su diversidad, así como las disputas internas, que luego de la euforia del triunfo se han venido acentuando (en la diferencia nos reconocemos y fortalecemos).
Muchos vemos con buenos ojos y esperanza los diálogos y encuentros regionales. Ahora bien, la tarea organizativa en la base resulta algo débiles y desconocidas en algunos de los espacios de diálogo y de los partidos, organizaciones y movimientos. Valdría la pena volver la mirada a ese contingente de hombres y mujeres, que desde su trabajo cree en un futuro diferente. Las direcciones de los partidos y movimientos en estos escenarios deben, ojalá, recoger la representación de ellos y ellas. Es como el discurso centro-periferia que se recrea en estos escenarios, no vistos como distantes y ajenos.
Bonito sería informar a una buena parte de esta población, que sigue sin tener internet y que no usa redes sociales sobre las tareas y los retos de gobierno. Obvio, escucharlos también. ¿Qué tal una pasadita por las emisoras comunitarias, por los espacios de aglomeración y de encuentro de amigos y familias? Como si estuvieran en campaña.
En realidad, estos equipos de trabajo deben conectar a las y los senadores y representantes con la gente; sus necesidades, preocupaciones y propuestas. De tal manera que su asesoría sea con los pies en los territorios. Pero, además, las y los ciudadanos necesitan de su compañía, atenta escucha, información de primera mano, militancia, y porque no, de la formación política que implica la explicación e información de lo que se hace. Tal vez la clave sea una acertada división de responsabilidades para que el equipo cumplan con lo que les corresponde en sus cargos.
Se trata de un ejercicio constante al que se debe prestar atención siendo poder. Difícil situación. Mi lugar de enunciación es otro, recurro a la cautela y con el deseo de cuidar por lo que hemos trabajado y en lo que he creído desde hace ya casi tres décadas. Pienso la participación de estos equipos de trabajo, que conforman los partidos, las organizaciones y en los movimientos, en los espacios locales. Pero ojo, sin empeñar su opinión política, sin que se coopte su voz y acción y viceversa, es decir, sin quitar espacio a la representatividad que debe caracterizar, por ejemplo, a las direcciones de los partidos y los movimientos. En otras palabras, que esta pertenencia no les nuble la mirada ni les corte las alas.
Como dijo la ministra de Trabajo, “a la izquierda le tocaron las reformas, no la revolución”. Y así es. Como buena profesora ella explica, escucha con paciencia, responde y explica nuevamente. Bueno, ese ejemplo e ideas centrales se convierten en un derrotero para el trabajo con la gente, cultivar la base, formar, aclarar y crecer. O como lo ha señalado la ministra de Agricultura, “pensar que vamos a cambiar el país en cuatro años es ingenuo” y “quien pude garantizar que esto continúe es la gente”. Así que, como si estuvieran en campaña, les corresponde la tarea.