Ancízar Narváez Montoya
La crisis generada por el Covid-19 parece mandada a hacer para para confrontar, en unos y para complementar, en otros, las visiones económicas de Malthus y Keynes.
Como se sabe, Robert Malthus es un filósofo de finales del siglo XVIII y principios del XIX a quien se sitúa entre los pensadores económicos clásicos. Según su visión, mientras la población crecía en progresión geométrica, es decir, se multiplicaba, los bienes disponibles para alimentarla crecían en progresión aritmética, o sea que sumaban un poco más cada año, mientras las necesidades se multiplicaban. Para él, las guerras, las epidemias y las hambrunas eran la manera de regular el crecimiento de la población para equilibrarla con la disponibilidad de medios de subsistencia y, en consecuencia, eran convenientes para la humanidad.
Por su parte, Keynes es el economista del siglo XX en cuanto se puede considerar el artífice del Estado de Bienestar; puso de presente que la naturaleza del capitalismo no es el equilibrio sino la crisis y, por tanto, debía ser regulado, en lo cual el Estado era la única posibilidad. Además, impuso la idea, efectiva por lo demás, de que en períodos de crisis el principal responsable de la recuperación es el Estado a través de la inversión pública para rescatar el empleo y, por ese camino, rescatar el consumo. Eso incluye las garantías sociales de los trabajadores.
No hay duda de que mandatarios como Trump, Bolsonaro, incluso Lenin Moreno en Ecuador y otros, pero muy especialmente el pseudo presidente Duque, están apostando a la carta malthusiana, es decir, tratando de reducir la población por la vía de la epidemia, asumiendo que serán los más vulnerables y desprotegidos los que, como siempre, pondrán el mayor número de víctimas.
Por otro lado, están tratando de mantener la producción, de aumentarla, a través del aumento del gasto público: Trump aprobó un programa de alivio cuyos números son difíciles para nosotros (un trillón de dólares o un billón para las medidas latinas, un millón de millones de dólares), 3500 000 000 000 000 (tres mil quinientos billones o 3500 millones de millones de pesos) o sea el 350 por ciento del producto interno bruto de Colombia que equivale a 1000 billones. Esto llega principalmente a consumidores por la vía de los desempleados y los pequeños empresarios, quienes reciben créditos al uno por ciento anual (1%) si lo destinan a mantener el pago de la nómina. Es decir, está combinando malrhusianismo con keynesianismo.
En Colombia, el equivalente al plan de Trump, que es aproximadamente el cinco por ciento del PIB de Estados Unidos, debería ser un gasto inmediato de 50 billones de pesos, especialmente para los desempleados y los informales, de tal manera que puedan quedarse en casa y no morir de hambre. Pero apenas se ha invertido un poco más de 25 billones, el 2.5% del PIB y, como ya lo mostramos en otra columna, no han ido a donde la economía los necesita ni a la población que lo necesita, sino a los que siempre ha recibido los beneficios. Duque complementa maltusianismo con keynesianismo al revés, o sea, no para recuperar la economía sino para garantizar la riqueza de los ricos.