Elecciones y gobernabilidad

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Pietro Lora Alarcón

Iniciando este año electoral y en medio de las complejidades de construcción del Pacto Histórico, PH, entendido no solo como un bloque amplio y plural sino también como expresión legítima y organizada para una victoria popular, una cuestión importantísima es como efectuar una campaña propositiva, diferenciada, ágil y eficaz. La crisis nacional y las demandas populares contra un gobierno insensible e incompetente, así lo exigen.

En ese panorama, en la maltrecha democracia representativa, el proceso electoral requiere habilidad cotidiana para combinar las reglas del juego expuestas en la ley con las de la experiencia política. El objetivo es conquistar respaldo y votos, con ética y organización.

Claro, no faltan gurús, oráculos y muestras gratis sobre como vencer la presidencia y otras curules. Colombia, por las características del régimen político, el desprecio venenoso y genocida contra sus líderes y lideresas sociales, pero también el Acuerdo de Paz y el nivel de unidad y organización demostrados recientemente, presenta singularidades. Sin embargo, estas no eximen de observar experiencias regionales y extraer lecciones, especialmente sobre “lo electoral” y la “gobernabilidad”.

La cuestión comunicacional es vital. Chávez, por ejemplo, fue un comunicador excepcional. Al igual que Lula en Brasil. Petro mantiene ecuanimidad y su calma y seriedad trasmiten una credibilidad impresionante. En España esto quedó como marca indeleble. Pero advirtamos, más allá de esas cualidades, el PH necesita transmitir, con confianza y contundencia, propuestas directas y muy precisas sobre los ejes de su plan de gobierno.

En el campo enemigo algunos candidatos esconden la cabeza como el avestruz para intentar rechazar la impronta del fracaso, de este y otros gobiernos. Otros, menos hipócritas tal vez, actúan sin ambages, conscientes de su culpabilidad en años de privilegios y violencia contra el pueblo. Ni ellos esperan algo más de ellos mismos. El PH necesita, región a región, reducir el margen de acción de los sectores más atrasados, potencializando acuerdos con plena consciencia de las contradicciones.

Un objetivo central del PH es modificar el carácter del Estado, lo que comprende, primero, la recuperación de su capacidad de generar políticas públicas, la administración transparente de recursos y la protección soberana de los sectores estratégicos. Luego, tres aspectos: remover el autoritarismo institucional, retomar el control republicano y redefinir el papel y el accionar de sus agentes armados.

Es precisamente en tal terreno que se tejen los hilos más delicados de los consensos destinados a equilibrar las condiciones de la gobernabilidad. “Ser gobierno” no es sinónimo de “ser poder”. La gobernabilidad se construye en la campaña y se relaciona con los compromisos que diversos actores asumen sobre puntos del programa. Esto es importantísimo si se quiere, por ejemplo, inversión para un retorno social rápido y reducción en corto plazo de los índices de extrema pobreza, coordinando actividades estatales y privadas.

Eso implica, en Colombia como en otros países, conversar con sectores que no hacen parte históricamente del campo de la izquierda. Pero esa alianza táctica es fundamental y la lucha de clases no acaba allí. Por el contrario, es entonces que son más necesarias nuevas formas de organización, acción y elevación de subjetividades con sentido transformador. La experiencia revolucionaria demuestra que hay que tener mucha habilidad para organizar en medio de los intereses de cada sector y generar las condiciones para una lucha más decisiva de los sectores populares.