“El porno fue mi revolución”

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Amaranta Hank

La periodista y estrella porno Amaranta Hank habla sobre la industria pornográfica, el feminismo y su posición como mujer en un país machista que necesita normalizar la sexualidad. De igual forma, defiende el trabajo sexual y plantea la necesidad de regularlo

Violeta ForeroAdelita Silva

¿Por qué decidiste ponerte el pseudónimo Amaranta Hank?

-Amaranta por el personaje de Cien Años de Soledad que es una mujer que se rehusaba al amor, que no se quería casar, que aun cuando amaba contenía muchas emociones, entonces yo me identificaba mucho con ese personaje, porque tenía muchas emociones guardas. Ese libro de Gabo es uno de mis favoritos, lo leo muchas veces porque siempre me vuelve a sorprender con algo nuevo.

Y Hank por Henry «Hank» Chinaski que es un personaje de Charles Bukowski. A veces me arrepiento un poco del “Hank” porque sé que era un personaje súper machista, misógino, pero en el momento que empecé en la pornografía, le debía mucho a él porque yo soy paciente depresiva y durante bastante tiempo cuando no tenía para pagar consulta o medicación, sobrevivía era por Bukowski, pero sé todo lo que representa Chinaski y he pensado en cambiármelo.

Orgasmo 1: Hablemos de feminismo

¿Cómo llegas al feminismo?

-Cuando empecé a hacer porno fue pensando en mí. Yo no me preocupaba ni por mujeres ni por otras personas ni por nadie, solo por mí porque estaba a punto de suicidarme. No me interesaba quedar bien con nadie, ni apropiarme de un discurso, ni nada. Solo me importaba tener dinero para comer, para comprar uno que otro libro y para pedir un domicilio si se me antojaba.

Algo que digo es que ser trabajadora sexual en Colombia es necesariamente ser activista, uno no puede ser trabajadora sexual y ya, sino que toca defender el discurso y explicar por qué hace lo que hace, entonces cuando empecé a contar, salía mucho en medios y me preguntaban que por qué, pues me tocó apropiarme de un discurso, defender mis propias ideas y asumir ese reto y resultó que muchas mujeres se sentían identificadas y le llamaban feminismo. Que mi defensa personal de mis intereses resultaba ser colectiva. No sabía, no conocía.

¿Qué opinas del feminismo abolicionista?

-El feminismo abolicionista me parece machista porque cimenta sus bases en la prohibición del cuerpo, de la sexualidad y eso se convierte en un nuevo machismo. Durante muchos años los hombres nos prohibieron cosas y ahora es esta interpretación feminista la que está jugando ese rol.

Entonces considero que es utópico, porque basan su idea central en abolir la prostitución cuando la prostitución no se va a acabar, tal vez se va a transformar, seguramente en algún momento dejará de ser de calle y se volverá absolutamente virtual, puede suceder, pero va a estar ahí siempre. El abolicionismo basa su idea en algo absurdo.

Cuéntanos un poquito sobre tu vida como periodista, mujer y actriz porno.

-Yo me crié en Villa del Rosario que es un municipio cerca de Cúcuta. Crecí en medio del conflicto armado y empecé a escribir a los 18 años en Revista Soho. Tenía un blog de artículos y crónicas donde contaba la dinámica de la frontera, lo que pasaba allá, el contrabando, los grupos al margen de la ley, el paramilitarismo, la prostitución, el narcotráfico, etc. Publiqué un libro que se llama Relatos de Frontera.

Mi vida se basaba en eso, me iba relativamente bien, dirigía la Feria del Libro de Cúcuta, pero estaba harta de muchas cosas, no me había podido graduar, entonces no me contrataban sino de vez en cuando como prestadora de servicios y sufría mucho. Las condiciones para sobrevivir día a día estaban muy mal, no tenía dinero ni para terapia y la depresión era demasiado fuerte, sufría de alcoholismo, estaba en una pobreza muy fuerte.

Me tocó venirme a vivir a Bogotá y vivía en una habitación que tenía un hueco en el piso. Estaba amenazada de muerte porque denunciaba mucho. En ese momento me cansé. Tenía dos opciones, o me suicidaba y terminaba con mi vida o transformaba mi cotidianidad. El tema de la sexualidad siempre había estado muy presente porque era muy curiosa con ese tema, nunca he entendido cómo no es “normal” tener sexo y estar desnuda.

También era muy sexual, quería probar cosas, disfrutar, sentir placer, entonces empecé a averiguar y me di cuenta que a las actrices porno les iba bien, entonces me fui por ese camino a ver qué pasaba. Y de paso aprovechaba dos cosas: mejorar mi economía y tener la libertad sexual que quería.

Empecé a hacerlo, y la verdad estuve en situación de privilegio porque era un boom. Fui la periodista que se hace actriz porno, salía en muchos medios y eso hizo que me saliera mucho trabajo y que me respetaran por ese estatus de medios y de visibilidad mediática. No me fue del todo bien, hubo días donde lloré mucho, otros donde no sabía qué hacer, historias muy pesadas.

Tú fuiste desplazada de manera forzada, con amenazas de muerte por tu libro y por tus publicaciones. Desde otras perspectivas queremos que nos cuentes tu historia sobre ese desplazamiento, la violencia que viviste en ese momento y tu papel como mujer feminista ante esa vulneración.

-Me parece muy curioso porque yo nunca me he reconocido como víctima de desplazamiento y es raro que se reconozca de esa manera. Puede que sí, no lo sé, pero en Cúcuta pasaba algo, les gustaba mucho ocultar la realidad, entonces en los periódicos salía o simplemente una se daba cuenta porque era cerca de la casa que ocurrían masacres o aparecían personas descuartizadas.

En la calle donde yo vivía, mataban a muchas personas. Me mataron muchos amigos. Tuve una época donde iba a entierros cada ocho días, tuve que ir a terapia porque cada vez que conocía a alguien y entablábamos una amistad, lo mataban. Estaba frustrada. Pero al alcalde no le gustaba que se escribieran esas historias porque la gente que era dueña de los medios, pertenecían a familias prestantes de la ciudad, entonces ayudaban a tapar eso con la excusa de que la gente iba a pensar que Cúcuta es una ciudad sumamente violenta. Tocaba hablar era de lo bonito de la ciudad. Era como eliminar la realidad, las historias del conflicto. Yo escribía para visibilizar lo prohibido.

Había mucha gente que apoyaba que no se contara la verdad. Existía un regionalismo absurdo en torno a lo bonito y ya. Entonces era como, “estoy en mi casa, muriendo de hambre, no hay para el mercado ni para comer, pero la fachada está pintada, bonita”; era tratar de esconder esa realidad. Yo luchaba mucho contra esa realidad impuesta y no era fácil. Cuando sale publicado el artículo El cucuteño promedio en la Revista Soho, empiezan a pasar cosas muy fuertes como amenazas de muerte, me decían que me iban a tirar ácido en la cara o que me iban a violar.

No había pensado mi posición como mujer en ese escenario, pero ahora que me preguntan, la violencia y el conflicto desde el cuerpo de la mujer, es muy diferente desde el cuerpo del hombre. Porque a ellos les hubiesen dicho que le iban a dar un golpe, no sé, pero las mujeres nos amenazan sexualmente. Además, de los comentarios como que estaba en Soho porque me acosté con alguien de la revista y cosas así.

Dije algo que no les gustó y me echaron de mi ciudad. Me dijeron que era persona no grata. Que no era bienvenida en mi ciudad natal. Y eso se ha normalizado tanto que yo no me siento víctima de desplazamiento forzado ni de violencia basada en género ni nada de eso. A mí no me gusta reconocerme como víctima porque no me gusta cómo la gente se acerca. Yo quiero que la gente diga “¡Uf!, tremenda vieja”. Hablaba con mi psicóloga la vez pasada y ella me preguntaba si yo me sentía víctima de algún abuso y yo le decía que, si me sintiera como víctima y me reconociera como tal, habría sido abusada toda mi vida, desde mi infancia, pero no quiero. La palabra víctima no puede definirme como persona.

Orgasmo 2: Periodismo y pornografía 

Tú escrachaste a un pez gordo del periodismo, estamos hablando de Alberto Salcedo Ramos. Si tuvieras la oportunidad, ¿lo volverías hacer?

-Yo tengo pendiente hacer unos podcast y escribir relatos que me ayuden a simplificar eso y a entender cómo fue todo este proceso y si lo volvería a hacer o no. Hay otro caso parecido con un profe universitario, porque el tipo es un coleccionista de porno y grababa a diferentes chicas y ninguna quiere denunciar porque tiene miedo de que se publiquen esos videos porque eso es lo que él les ha dicho y hay viene otra de las razones que me hizo sentir tranquila el ser actriz porno. Nunca jamás se iba a filtrar un video o una foto mía. Eso es machismo. Ya mostré mi vagina, ya mostré mis senos, entonces no van a poder filtrar nada. Eso para mi fue muy simbólico, poder decir que soy actriz porno y no tengo miedo de que se filtre un video o una foto mía porque las mujeres estamos en ese riesgo constante.

Respondiendo a lo de Alberto, yo en estos días hablaba con mi esposo y le decía que para mí las situaciones de abuso en las que he estado no han sido una más difícil que la otra, todas han tenido la misma intensidad, todas igual de dolorosas. Unas duraron más tiempo que otras, pero todas me ocasionaron el mismo dolor; pero esta de Alberto, les ganó a todas en cuanto a dolor porque denunciar es un proceso de revictimización. Yo tuve que pasar con un perito forense cuatro días, tres horas por día contándole la historia, mi vida, qué sentía yo por él, contándole mi admiración, cómo lo veía, todo.

Tuve que dar un montón de entrevistas y me fui de la ciudad. Cuando volví a Bogotá, una de las razones que me hizo volver fueron mis «amigos» porque yo decía, “qué chévere que ya tengo muchos amigos”, pero resulta que todas esas personas me dieron la espalda y apoyaron a Alberto porque tienen rabo de paja y saben que en cualquier momento les puede pasar lo mismo. Me tocó hablar de todas esas historias, escribir y contar cosa por cosa en la Fiscalía, enfrentarme a que mucha gente no lo creyera, a que la gente me rechazara porque es una trabajadora sexual poniendo una denuncia de abuso. Entonces para mí este proceso fue sumamente doloroso. Como persona no sé si lo volvería a hacer porque personalmente esto es dañino psicológicamente. Pero como feminista entiendo que esto es necesario para darles voz a otras mujeres, para que los hombres sepan que no estamos calladas, sino que hablamos y denunciamos. 

¿Por qué en Colombia es tan difícil decir “no”?

-Hace poco estuve en Argentina y ellas además del feminismo, saben decir que “no” desde pequeñas. Acá en Colombia nos quedamos pensando en cosas que ni relevancia deberían tener. Yo aprendí a decir “no” hace muy poco y fue gracias al porno y a lo que pasó en mi vida después de esta experiencia, porque para mí no fue simplemente desnudarme y tener sexo.

El porno fue mi revolución, fue mi propia libertad. Fue conocerme y dejar de lado las estructuras de poder. Fue mi goce y mi forma de mandar al diablo el sistema. Pero fíjense, en la pornografía yo he denunciado, pero el escenario más fuerte en términos de violencia y que involucró a más mujeres fue ejerciendo el periodismo.

Orgasmo 3: Educación sexual

¿Por qué crees que es importante hablar de los derechos sexuales y reproductivos en Colombia?

-El tema sexual no se ha tocado porque a las familias y al sistema de educación tradicional no se les ha enseñado a normalizar esto. Estamos en una sociedad frustrada, dañina y abusadora. Y las mujeres normalmente están insatisfechas con este tema, con desconocimiento de su cuerpo, con baja autoestima porque prefirieron echarle la culpa de los errores sexuales a la pornografía cuando esta es un producto audiovisual, es una industria que debería verse como cine; pero si los hombres no tienen suficiente conocimiento sobre la sexualidad o sobre cómo se tiene sexo, pues necesitaban acudir a la pornografía para saber qué es lo que tenían que hacer; y a nosotras nos enseñaron que la sexualidad dependía de ellos. Nunca nos han hablado de nuestro cuerpo.

¿Qué iniciativas debería tomar la sociedad colombiana, especialmente las mujeres, para normalizar y hablar de educación sexual dejando de lado los patrones heteronormativos impuestos?

-Hay que institucionalizar que la educación sexual desde una perspectiva progresista sea ley, que sea requisito en todas las aulas y que sea tratada desde la ciencia, desde la psicología, desde lo humano para que sea asertiva. No esta educación sexual que se basa en prohibir y en satanizar el sexo. Cuando no se habla de sexo, se conlleva a un embarazo no deseado o a una enfermedad de transmisión sexual y no al placer.

Debe ser ley porque no hay otra forma para saber cómo funciona el cuerpo sino enseñándolo desde que una está en el colegio. Debe ser una educación sexual que esté alejada completamente de las mañas de la iglesia porque está pensado que, si una mujer tiene más experiencias sexuales que los hombres, pues no va a haber casamiento.

Esta es una cultura religiosa, machista y patriarcal. No puede suceder que hoy en día las mujeres no hayamos tenido un orgasmo, no sepamos si el squirt sale por la uretra o por la vagina. Delegan nuestra sexualidad y nuestro cuerpo al hombre a ver si nos satisface. Nuestro placer debería estar comandado y liderado por las mujeres y que seamos nosotras quienes expliquemos cómo nos gusta tener placer.

Al lado de la educación sexual tiene que estar una educación feminista que no hable del tema en abstracto, sino de la necesidad de la igualdad y cómo se ha vulnerado históricamente. Cómo las mujeres hemos sido oprimidas y que las niñas reconozcan todos estos micromachismos desde pequeñas. También hay que hablar de gestión de emociones, cómo llevar relaciones de amor y de amistad que involucre valores de respeto y tolerancia.

A las mamás les parece mejor evadir esto porque si sienten que hablan de sexo, están abriéndole la puerta a que las adolescentes lleguen embarazadas a la casa. Y los hombres no sé por qué evaden esas conversaciones. Creen que lo único es que les quiten la virginidad rápido para hacerlos más machos y por eso los llevan a prostíbulos sin responsabilidad afectiva, sin nada. Si se quiere bajar el autoestima de cualquiera, es solamente ir a decirle que tiene su pene pequeño y ya. Entonces hay que gestionar todo eso desde la psicología y la educación sexual. No entiendo el afán de satanizar el cuerpo.

Orgasmo 4: Trabajadoras sexuales

¿Cómo visualizas el panorama del trabajo sexual en Colombia?

-Yo creo que está mucho mejor que antes, pero hay que seguir trabajándole en cuanto a los derechos de las trabajadoras sexuales. Ahorita hay más de 60 mil mujeres trabajando como webcamers y no hay condiciones para ellas, lo cual se presta para abusos porque trabajar como webcam implica que te meten en cualquier bodega con computadores y cámaras configurando una explotación laboral y sexual.

¿Por qué es importante regular el trabajo sexual?

-La informalidad nos afecta un montón porque hace que muchas mujeres que no tienen suficiente información caigan en esos estudios que las explotan sexualmente. Eso es uno de los grandes problemas que hay; otro problema es que no tenemos derechos bancarios como a las demás personas porque nuestro trabajo no está formalizado.

Somos muchísimas mujeres trabajando sin condiciones y sin garantías. Eso es discriminarnos, somos una minoría que cada día crece más y tienen que prestarle atención a nuestras exigencias. Somos mujeres que estamos trabajando, cumpliendo las leyes pero las leyes no están regulando la industria para que sea un lugar seguro.

Cuando las trabajadoras sexuales quieren alzar sus voces, buscan es a mujeres abolicionistas que lo que van a hacer es reforzar esa idea de que todas somos victimas, cuando en realidad hay mujeres que ejercemos nuestro trabajo porque queremos hacerlo, porque nos gusta o porque las condiciones económicas nos llevaron a hacerlo.

¿Cómo ha sido el tratamiento desde los medios de comunicación para informar sobre la industria pornográfica y la regulación de las trabajadoras sexuales?

-Los medios de comunicación ayudan a que nos satanicen. Relacionan la prostitución con un tema negativo y empiezan con rechazo, pero cuando ven que ganamos bien pues ya no las rechazan, sino que para generar audiencias, se vuelven extractoras de dinero y las abusan económicamente. Por la misma desinformación, nos cuesta mucho tener relaciones sentimentales. Los medios tienen ideas erradas sobre nosotras, piensan que estamos en actitud sexual 24/7 y que cualquier intercambio periodístico que tenga que ver con nosotras, debe tener un tema sexual atravesado.

Una vez a mi esposo y a mi nos entrevistó una periodista, normal. Pero el editor mandó a hacer una encuesta preguntando si se casaría con una actriz porno. Un acto super violento. Horrible. Era algo así como “mire, agradezca que su esposo se quiso casar con usted porque poca gente lo haría. Que pena andar con usted”. Entonces los medios son dañinos. Pocos medios intentan cambiar su forma de interpretar la discusión, mientras que la mayoría se quedan con esa idea amarillista que sigue reproduciendo el ciclo de violencia.